Despedida Pastor Roberto Velert - Palabras Rubén Sánchez
Pastor Rubén Sánchez Noguero
(Pastor de IEB "Piedra de Ayuda")
Barcelona, febrero 2019
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
UN SIERVO DEDICADO
A LOS NEGOCIOS DEL PADRE
"... ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?"
(Lucas 2:49)
      Posiblemente las palabras de un joven Jesús a sus padres narradas en el evangelio según Lucas, sirven para describir a la perfección lo que ha sido la vida de Roberto Velert como siervo de Cristo. Siempre implicado en los negocios del Padre que lo amó desde antes de la fundación del mundo y que lo salvó para la alabanza de la gloria de su gracia. Sin duda alguna, los negocios del reino de los cielos fueron los negocios principales de Roberto. Puedo decir que, como compañero de ministerio suyo en la congregación de “Piedra de Ayuda” desde hace siete años, su motivación era servir a la extensión del reino de los cielos de una manera incansable. Para ser sincero, tengo la sensación de haber conocido a Roberto desde toda la vida. Aún y cuando no tengo memoria de ello, sé que Roberto y su esposa Betty me conocían desde que yo era bien pequeño, conocían a mis padres y me conocía a mí. De todas maneras, poco podíamos imaginarnos el giro providencial que nuestras vidas tomarían. Él me conocía desde pequeño, yo nací en la iglesia de “Piedra de Ayuda” corriendo por debajo de sus bancos y Dios en su soberanía quiso que años más tarde acabásemos los dos sirviendo como pastores en la iglesia dónde él tenía amigos de toda la vida y donde yo había corrido por debajo de los bancos.
Ps. Rubén Sánchez Noguero
      Sé que es Dios quien gobierna todas las cosas, pero si acabé siendo compañero de ministerio junto a Roberto fue precisamente por su visión de los negocios del Padre.


      La visión que Roberto tenía del reino de los cielos no era una visión territorial y limitada, su visión abarcaba todo el mundo y todas las naciones, desde su amada Valencia pasando por Barcelona, Guinea, Canadá, USA, etc. Fue gracias a esta visión amplia del reino de Dios que las cosas empezaron a fraguarse entre nosotros como futuros compañeros de ministerio. Sería posiblemente sobre el año 2005 que de camino a una Convención de la UEBE hablábamos de la necesidad de formación teológica. Recuerdo que paramos el coche en una estación de servicio y le comenté a Roberto: “¿sabes qué Roberto? Si yo tuviese la oportunidad de ir a estudiar fuera de España, lo haría”. Cuál fue mi sorpresa cuando sin ninguna vacilación me dijo: “Entonces hagámoslo”. Desde esa conversación pasó un año y en el 2006 yo y mi esposa nos encontrábamos camino a Canadá a estudiar en el Toronto Baptist Seminary (TBS) donde él y su esposa habían estudiado desde el 1971 al 1974.  Su visión amplia y global del reino de los cielos se combinaba con el hecho de no mirar primeramente por lo suyo propio sino por lo de los otros y sobre todo, por aquello que pudiese contribuir a la extensión del evangelio y proclamación del nombre de Cristo. Tal visión propició que no solamente pudiese estudiar y formarme teológicamente sino que también permitió que de vuelta a Barcelona tuviese sitio para servir a su lado.
Publicación incluida en:  http://protestantedigital.com/espana/46428/Roberto_Velert_in_memoriam
      Ese corazón que siempre me decía que tenía una válvula y que me explicaba cómo debía ser la densidad de su sangre para que funcionase bien, era un corazón que latía por Cristo. Comprendí muy rápidamente que su inagotable capacidad de trabajo era el reflejo de su amor por Cristo y su amor por todos los santos. Su amor por Cristo y por los santos se reflejaba en todas las cosas que hacía, tanto en las grandes pero especialmente en las pequeñas. Algo que aprendí con él y que espero no olvidar nunca, es la importancia de las cosas pequeñas, de los detalles que a la vista de muchos podrían parecer insignificantes y de poco valor.
      Fue a finales del 2011 que regresamos a Barcelona y empecé a servir juntamente con Roberto en la iglesia de “Piedra de Ayuda” siendo en octubre del 2012 cuando fui reconocido es instalado como pastor al lado de Roberto en la congregación. Fue entonces cuando empecé a aprender no únicamente de lo que Roberto sabía a nivel teórico sino también a nivel práctico. Ciertamente su capacidad de trabajo era algo impresionante, iglesia, radio, facultad protestante de teología, conferencias, etc. Solamente era necesario entrar en su despacho, ver la gran mesa de trabajo que tenía toda ella llena de papeles y uno podía comprender inmediatamente la cantidad de cosas que allí se “cocían”. Ahora bien, la grandeza no residía tanto en el gran número de cosas que hacía sino en el motivo por el cual las hacía. Más grande que su mesa de trabajo era el corazón de siervo que tenía.
      Cuando me sentaba a la mesa de trabajo juntamente con él podía ver que tenía una gran cantidad de notas escritas a mano. No podía ser de otra manera, un “aprendiz de escribidor” como él mismo se hacía llamar, consideraba que las notas escritas a mano eran mucho más personales y cercanas. Esas notas eran para amigos, familias, colaboradores en el ministerio, unas simples pero profundas líneas escritas a mano. Unas líneas que mostraban el amor personal que Roberto sentía por todos aquellos a los que escribía. Unas líneas que permitían plasmar sobre papel lo que estaba escrito en su corazón. Eran cosas pequeñas pero que con el amor que habían sido hechas eran transformadas en cosas bien grandes y estoy seguro que de gran significado para todos aquellos que en alguna ocasión recibimos alguna de sus notas. Roberto me enseñó que el amor hacia Cristo y los santos se demuestra en cosas muchas veces bien simples cómo el dar un vaso de agua a uno de estos pequeñitos. Pero también aprendí con Roberto que el amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Siempre que me sentaba con él a trabajar le preguntaba “¿cómo estás Roberto?” y su respuesta siempre solía ser un abrazo, dos besos y su frase “¿quieres la verdad?”. No hacía falta que dijese nada más, ya sabía que la procesión iba por dentro y que ese amor sufrido era lo que primaba.


      Trabajar con Roberto como compañero de fatigas fue poder aprender como el amor es el motor y centro vital en el ministerio. Sé que podía ir a Roberto cuando había algo que sabía que no estaba bien del todo y tenía la certeza que no recibiría una reprimenda de parte de él sino todo lo contrario. Su amor, su comprensión y su consejo sabio siempre estaban puestos en la primera línea, esto era así conmigo y estoy seguro que con muchos otros que pasaron por la consejería del señor Velert. Nunca llegué a preguntárselo pero sí sé que muchas de las opiniones, críticas y sugerencias que le llegaron respecto a mi persona y debido a mi temprana inmadurez en el ministerio las sobrellevó como sus propias cargas, las llevó con amor y paciencia y las convirtió en sabio consejo y apoyo para mí.


      Puedo decirlo con toda certeza, que su apoyó, ánimo y amor fueron constantes hacia mi persona y ministerio. Tales lecciones no se aprenden en un seminario sino en el campo del ministerio junto a siervos como él, llamados por Dios y moldeados por el Espíritu. Doy gracias a Dios por tu vida y porque sin tener necesidad de hacerlo invertiste parte de ella en mí.


      Mucho más podría escribir pero creo que es mejor dejar que las obras que Roberto llevó a cabo por la gracia de Dios en este mundo hablen y le sigan “bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13). Descansa ahora compañero de ministerio, has peleado la buena batalla, has acabado la carrera, has guardado la fe y estoy seguro que bien grande será la corona de justicia que el Señor te ha guardado. Tu trabajo en el Señor no ha sido en vano. He conocido tu doctrina, conducta, propósito, fe, amor, paciencia y padecimientos por ello aquí seguiré en la batalla y carrera con todo lo que me enseñaste. 


                
Soli Deo Gloria
 
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