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Desde el Corazón - Pastor Roberto Velert
VIAJAR A CUALQUIER PARTE
Pastor Roberto Velert
“Desde el Corazón” pienso que es necesario aprender a viajar, aprender a conocer las gentes, los habitantes, si estos no te interesan ¿cómo vamos a entender las casas en que viven, la historia que les acompaña o las Iglesias en las que oran? Si no estamos preparados para viajar, no viajemos. Curémonos para el viaje de la vida, primeramente el alma, limpia el corazón y se abrirán los ojos; piensa en tus intransigencias, en tus incomprensiones en tus egoísmos, en tus incredulidades, porque todo esto irá contigo, no las pasees por el mundo, volverán contigo incluso acrecentadas. Pero limpia tu alma y disfrutarás todo el viaje de tu vida, hasta llegar al destino dichoso para eternidad.
      Siempre han querido las personas de clase baja imitar a las de clase media, las de la clase media, a las de las clases altas, y las de las clases altas a las de la realeza y las de la realeza a las de la clase baja, aunque estas últimas sólo para tomarse de incógnito una buena tapita, o montadito como ahora se dice y una caña de cerveza en una taberna.

      Y “Desde el Corazón” pienso que esta tendencia imitativa nunca ha dado buenos resultados a ninguna de estas personas, pues cuando estas personas de clase baja o media consiguen imitar con alguna aproximación las costumbres, el modo de hablar, de vestir o de comer de la gente de clase alta, para aparentar ser distinguidos, las costumbres, modo y maneras de los de la clase alta ya son otros, porque si fueran los mismos de la clase baja y de la clase media -o sea, los de todo el mundo
- ya no serían distinguidos. Y a pesar del fracaso de este sistema, muchas personas siguen obstinadas en él, y quizá de ahí, pienso yo, el que hoy tantísima gente desee viajar, creyéndolo hábito de los pudientes cuando ya no es así.

      Hoy, muchos somos viajeros, pues viajar está casi al alcance de casi todos los ciudadanos de los países desarrollados. El turismo es la gran novedad de la modernidad. Antaño, los viajes eran una aventura. Viajaban los atrevidos expedicionarios, los escritores en busca de aventuras literarias, los nobles y potentados que huían de las ciudades en verano, y por motivos bien distintos, los misioneros. Y “Desde el Corazón” sería una cínica desvergüenza decir que los emigrantes españoles viajaban a Alemania, a Francia, a Cuba, a Suiza, a Argentina, a Venezuela, porque emigraban en busca de un futuro digno y con la intención de evitar la miseria de la España franquista.
      Es evidente que prescinda, por ahora, de comentar las tragedias de los países subdesarrollados, de las zonas de la guerra, que provocan y mantienen “los señores de la guerra” (recomiendo la canción de Bob DYLAN “Masters of War”), que en el poema del recién considerado “Premio Nobel de Literatura”; “Máster de la Guerra” dice: “That even Jesus would never forgive what you do”: (incluso ni Jesús perdonaría lo que haces). Personas que viven éxodos por desiertos y mares con pateras, buscando un imaginario “El Dorado”.
      Por lo que se puede decir que en nuestro mundo desarrollado, opulento y buscador de felicidad, viajamos todos: en auto-móvil, en trenes de Alta Velocidad, en barco y cruceros de placer, y en aviones y jets privados. Las ofertas de las Agencias de Viajes los tienen para casi todos los bolsillos.

      El célebre escritor Miguel de CERVANTES, puso en boca de “Don Quijote”: “andando lugares y conociendo gentes se hace un prudente”; viajar en nuestro tiempo se considera útil, necesario, pedagógico, ilustrativo. Y también -hay que decirlo todo
- que algunos viajan para contárselo a la vuelta a algún amigo o familiar.

      “Desde el Corazón” siento tanta estima hacia el viajero -viajero como compasión hacía el turista. No es lo mismo, aunque algunos lo confundan. El viajero va por el mundo como leyendo un libro, el turista, sólo como quien ve la televisión. Por los ojos de ambos desfilan calles y personas, pero si para el viajero se le adentran por el camino del alma, para el turista simplemente desaguan por el agujero de la diversión. El problema no está, pues, a dónde se viaja, sino en el para qué se viaja, con qué tipo de alma se sale al mundo. Y así es como los viajes favorecen a los sabios y perjudican a los necios.

      El que viaja con el alma abierta, sin prisas, con la vista prepara-da, habiendo conocido primero en los libros las ciudades cuyas calles y monumentos después recorrerá, ése puede llegar a tener tantas al-mas como naciones visite. Ése descubrirá que el viaje estira las ideas y encoje los prejuicios, alarga la comprensión y reduce el egoísmo. El que en sus viajes prefiere las gentes a las calles, las calles a los teatros, los teatros a los espectáculos idiotas, las exposiciones históricas y artísticas antes que los centros comerciales, ése tiene la posibilidad de regresar mejor de lo que partió.
      La vida misma, es el viaje que menos apreciamos, y para el cual menos se preparan muchos viajeros. No basta viajar, desde luego. Hay que saber hacerlo. Y para el viaje de la vida, no se aprende en Bachillerato ni en los folletos de las Agencias. ¿Cuántos viajan para huir de sí mismos, porque son culos de mal asiento, porque piensan que cambiando de clima cambiarán de alma, porque no se soportan así mismos ni a los que los rodean? ¿Viajan? ¿Se distraen? algo, pero muchos, porque huyen ¿y puede encontrarse algo cuando se huye?.
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)