Copyright 2013 Iglesia Evangélica Bautista "Piedra de Ayuda", San Eusebio, 54 - 08006 Barcelona. España

Pastores Roberto Velert Chisbert -- Telfs- 93.209.83.46 - Móvil: 659.890.253  emali: radiobonanova8@gmail.com
         Rubén Sanchez Noguero - Telfs - 93.209.83.46 - Móvil: 610.224.965   emali: rsanchez111@yahoo.es
Desde el Corazón - Pastor Roberto Velert
SABORES Y SABERES
DE LA VIDA
"Cartas de agosto V"
"Las cuatro palabras más faciles"
Pastor Roberto Velert
      Querido Padre:

      Ya se me terminó Agosto, y quisiera empezar esta última carta diciéndote: “miro el mar que tengo delante, una lenta gaviota que pasa, siento la agradable brisa que me llega a la terraza…” y me parece que Tú me dices, no mientas con tu imaginación “hijo mío”: “estás frente, además de la pantalla de tu ordenador, ante dos ventanas que dan a la estrecha calle de San Eusebio y es noche oscura, de lenta gaviota nada, oyes el ventilador que te has puesto para sobrellevar el calor y de terraza y mar nada. Este verano ni siquiera has pisado la playa… pero pese a todo, compruebo que no te sientes desgraciado, y percibo que te produce cierta satisfacción escribirme estas cartas”.


      Y tanto, y te puedo contar un secreto, porque sé que Tú no lo divulgas, y aunque algunos no me crean, Tú lees el corazón; pues aunque no me vaya de vacaciones, y sabes las causas: me voy un poco con cada hermano de la Iglesia que puede viajar a la montaña; a la playa; a pueblos o ciudades de España y del extranjero; de hecho, me voy un poco con cada uno de ellos, así que soy muy afortunado y me llena de alegría sentir así, gozar con los que se gozan.


      Ya ves que te escribo una carta personal, no es una circular ni un largo WhatsApp de recibir y reenviar. Es escribirte como hablarte, como tu Hijo nos enseñó a orar. Y es que en el fondo pienso que una carta a Ti, no puede ser más que una oración.
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
      Y ¿sabes? aunque siento satisfacción al viajar con los que pueden, hay momentos que tengo ganas de separarme del gentío que celebra sus fiestas, sus victorias, sus fanfarronadas y sentarme junto a Jesús para intercambiar unas palabras con Él. Pues tu Hijo nos enseñó que no necesitamos escribirte cartas, pero sí podemos hablar contigo. ¿Qué hablarte?; ¿qué decirte? y, como por suerte estoy en el secreto, puedo comunicarme con toda libertad.


      ¿Por qué somos siempre tan entusiastas y nos encontramos preparados para celebrar los triunfos -ciertos o imaginarios- y tan refractarios a reconocer nuestros fallos, nuestras culpas, nuestras colosales equivocaciones?; ¿qué pasaría si aprendiésemos también a celebrar la solemne confesión de las derrotas?.


      Seríamos mucho más creíbles como cristianos, que sin darnos golpes de pecho como el humilde publicano, reconociéramos nuestras culpas y silenciosamente gritáramos: “por mi culpa”. Todas las veces que en el mundo se desencadena la violencia, impera la injusticia, es pisoteada la dignidad de la persona y son matados los hombres, no podemos estar acusando a “la sociedad”; “a los tiempos”; no, la sociedad somos nosotros, por tanto deberíamos también decir “mea culpa”. Por otra parte, cuántas justificaciones demagógicas para lo injustificable, “era una buena persona, pero tuvo un día malo y trató de matar a un mozo de escuadra”; cuántas excusas decididamente sospechosas, cuántos abstrusos “distingos”: discursos políticos no solamente difíciles de comprender sino también de aceptar; cuántas distinciones sutiles propias de la economía, la pseudo ciencia y la filosofía sin ética.


      Decía Bertrand Russell, prestigioso filósofo y matemático británico: “las tres palabras más difíciles de decir son: me he equivocado”, aunque en otras citas sobre él, la misma frase la han traducido “yo he pecado”; pero yo añadiría que las cuatro palabras que más fácilmente decimos son: “la culpa no es mía”.


      Ante un desastre, un episodio doloroso, unos hechos escandalosos, unas derrotas ante las tentaciones, unas paupérrimas vidas espirituales, tenemos siempre a pedir de boca la responsabilidad ajena. Jamás la nuestra.


      Padre, si yo fuese capaz de movilizar a las gentes para reconocer las derrotas -y que cada uno tomase sin tantas historias la propia ración de culpa- quizá entonces se podría hablar de victorias decisivas, de avances hacia mejores horizontes y también de progreso.


      Más aún: ¿por qué la escena del mundo está invadida por gente que representa el papel de gran personaje, que se hacen los héroes y salvadores de la Patria, cuando no del mundo, y están tan podridos por dentro, que necesitan “genuina regeneración”? y ¿cuán fácil es encontrarlos en todos los ámbitos de la sociedad, mientras que al igual que la búsqueda de Diógenes de “hombres honestos” resulta tan imposible encontrar a alguien dispuesto a cumplir sencilla, silenciosa y cristianamente el propio oficio de ‘ser humano’?.


      Pues en realidad, está claro, tantos descerebrados como aquel que afirmó: “un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la plana de Vic. La antropología habla más elocuentemente que un cañón del 42”. Y a alguien que aún no era “President” le pareció acertadísimo; con ellos, tantos indiferentes a los valores de la fe, se lanzan a desear -porque es lo más fácil- ser héroes, tener un momento de gloria, que ser hombres todos los días. Hombres que en el perfil de la Biblia, que Tú, Señor, nos has indicado seamos auténticos -con un coeficiente normal de honradez, coherencia, lealtad, corazón, inteligencia, fe, buena voluntad y buen sentido-. Y así, la vida sería una celebración del hombre total y de su grandeza.


      Y bien querido Dios, ya ves que te he escrito con el pensamiento, sin pluma que es como a mí me gusta, ni papel, ni sobre ni sello, porque sé que Tú lo lees todo. Ten misericordia de mí. Y no te quiero decir “adiós”, porque no me quiero quedar solo.