Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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NO HAY OTRO CREADOR
“Porque así ha dicho Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó:
Yo soy Jehová, y no hay otro”
(Isaías 45:18)
      ¿Cuál es la tarjeta de presentación de Dios? Desde el principio mismo Dios se presenta como el Creador de todo. La Biblia empieza presentando a Dios como el Creador de los cielos y la tierra, por tanto, la doctrina de la creación y la doctrina de Dios como Creador son fundamentales en la revelación bíblica. Sin la verdad de Dios como Creador, nada sería posible y nada tendría sentido. El Creador no solamente da existencia a todo sino también sentido a todo lo que él ha creado. La realidad de Dios como Creador aporta esperanza para la tierra que fue creada con el poder de su palabra. Al mismo tiempo es la doctrina de Dios como Creador que le hace único y verdadero. A la pregunta ¿quién es el único Dios vivo y verdadero que existe? La respuesta es aquel que ha creado los cielos y la tierra, Dios mismo así lo determinó a través de las palabras del profeta Isaías; “porque así ha dicho Jehová, que creó los cielos; él es Dios”. Aquel que ahora habla es el Señor, el Dios que entró en pacto con su pueblo, aquel que “creó los cielos y la tierra”. El Creador de la plenitud de la creación es aquel que se identifica de manera enfática y clara como “él es Dios”. La declaración es de singularidad y de identificación, es decir, el único Dios que verdaderamente existe es aquel que creó los cielos y la tierra. Dios es identificado como único y verdadero por haber creado la plenitud del universo. Por tanto, la doctrina de la creación determina e identifica a Dios como el único Dios verdadero que existe. Si alguien debe buscar al único Dios, debe buscar al Dios que con el poder de su palabra creó todas las cosas. Anular la verdad que Dios es Creador es anular a Dios como único y verdadero, es situarlo en la misma categoría que el resto de ídolos de este mundo, en otras palabras, es convertir a Dios en un mero ídolo incapaz de nada. Los ídolos con toda la apariencia de dioses, simplemente han sido creados por manos humanos. Ya sean de piedra o de manera, ya sean ídolos ideológicos, no son más que creaciones del ser humano incapaces de oír, hablar, tocar, responder y, por encima de todo, incapaces de crear. No así el Señor quien ha creado los cielos y tierra, él y únicamente él es Dios cuya creación presenta un propósito claro. El Creador compuso la tierra y “no la creó en vano, para que fuese habitada la creó”, es decir, la creó con un propósito. La misma palabra que aparece en Génesis 1:2 “vacía” es usada por Isaías. Dios no creó la tierra para estar vacía y falta de sentido y propósito, la creó para llenarla de vida, llenarla de su presencia, llenarla de su eterno reposo y llenarla de su gloria y magnificencia. Para Israel dicha afirmación de Dios en Isaías era una afirmación de salvación y esperanza. Dios no creó una tierra prometida para estar vacía sino para llevar a su pueblo y llenarla con él. Ahora bien, el propósito del Creador desde Génesis fue crear los cielos y la tierra y no dejarlos vacíos de propósito ni tampoco de los suyos. La creación ciertamente nos habla de que Dios es el único Dios vivo y verdadero pero también nos da esperanza a todos aquellos que hemos sido redimidos por gracia en nuestro Señor Jesucristo. Nos da la esperanza de saber que nuestro Diose es único y verdadero, no hay otro Creador; “Yo soy Jehová, y no hay otro”. Pero, también nos da la esperanza de saber que al fin de la historia Dios hará las cosas nuevas y los nuevos cielos y tierra no estarán vacíos sino llenos de aquellos que hemos sido salvos por el único Dios verdadero. ¿Por qué será así? Porque no ha otro Dios Creador que pueda hacerlo.
INICIO DE SEMANA
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TEXTOS DE MEDITACIÓN PARA LA SEMANA
Génesis 1:1-31
Juan 1:1-18
2ª Corintios 4:1-6
Isaías 45:8-25
FINAL DE SEMANA
NO HAY OTRO REDENTOR
“Mirad a mí, y sed salvos, todos los término de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 45:22)

      Creación y salvación son dos doctrinas que van de la mano y son inseparables. Sustentar que Dios no es Creador pero puede ser Salvador o, viceversa, es algo incoherente, insostenible y contrario a las Escrituras. Cuando Darwin en el siglo XIX anuló a Dios como Creador a favor de la Teoría de la Evolución de las especies, de manera indirecta estaba anulando a Dios como Salvador de todo aquello que había creado. Isaías 45:18 muestra que el Señor que es Creador de los cielos y la tierra, él es Dios, no hay otro como el Señor y Creador de todo, la Creación es sello de identidad única de que Dios es el Dios vivo y verdadero, ahora bien, de la misma manera lo es la doctrina de la redención. A lo largo de todo Isaías 45:8-25 creación y redención aparecen ligadas. El Dios que es Creador es el único Redentor que hay, el Dios que creó todo es el único que puede crear nuevamente algo nuevo de vidas que han sido destruidas por el pecado. La salvación es un acto de nueva creación. En la salvación Dios no hace un parche de aquellos que salva, Dios no es Dios de poner paño nuevo en trapo viejo o vino nuevo en odres viejos. La salvación requiere un acto de nueva ceración, requiere que el pecador sea hecho nuevo, requiere que exista un poder creador que sea capaz de hacer las cosas nuevas. La salvación requiere que así como Dios dijo en la creación “sea la luz”, las mismas palabras sean dichas y el mismo poder creador sea desplegado para que la luz resplandezca en medio de las tinieblas del pecador para que éste pueda tener el conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo (2ª Corintios 4:6). Es por ello que Dios llama de manera imperativa a todos los términos de la tierra a mirad a él y ser salvos; “mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra”. Israel debía mirar a su Creador y Redentor para salvación pero, esa mirada Dios la extiende mucho más allá de Israel. Desde la creación misma, Dios no creó la tierra para estar vacía, el propósito del Creador fue llenar los confines de la tierra con su gloria. Dicha razón hace que la redención del Creador no se limite a una parcela de tierra o a una raza concreta, son todos los términos de la tierra aquellos que son llamados a mirar a Dios y ser salvos. No hay rincón de la creación que pueda esconderse de dicho llamado “mirad a mí” y del resultado certero del llamado, “y sed salvos”. De la misma manera como Jesús llamó y dijo “venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar” (Mateo 11:28) Dios llama y asegura el resultado de aquel que responda y mire a él para salvación. Mirar a Dios y ser salvos es un acto de gracia, no hay esfuerzo en aquel que mira, no hay obra o mérito en el que mira. Es una mirada de fe que entiende que uno nada puede hacer y que su salvación descansa única y solamente en su Dios y Salvador. ¿A quién mirar sino a Dios? ¿A quién mirar sino al Creador de todo? ¿Por qué mirar únicamente a Dios? La razón es claramente establecida por Dios “porque yo soy Dios, y no hay más”. Declaración contundente, rotunda y de sentencia final. La redención identifica a Dios como el único Dios y como el único Redentor. A parte del Creador y Señor no hay otro Salvador, es por ello que a él debe mirarse para salvación. Mirar a otro dios que no sea el Creador revelado en la creación y en las Santas Escrituras es una pérdida de tiempo y una pérdida de la eternidad porque solamente hay un Redentor. Mirar a Dios y ser salvos es mirar por gracia y fe a nuestro Señor Jesucristo porque no hay otro Dios, porque no hay otro Salvador. Dios hizo que su llamado a mirar a él y ser salvos todos los confines de la tierra llegase de manera cercana en la encarnación de su Hijo Jesucristo. Por él todas las cosas fueron hechas y sin él nada de lo que es hecho fue hecho (Juan 1:2). Jesucristo es el único Salvador dado al ser humano, es el único nombre en quien podemos ser salvos (Hechos 4:12). Obedecer al llamado de Isaías 45:22 no es algo abstracto sino que es creer en Jesucristo para salvación. Bien lo experimentó el Príncipe de los Predicadores, Charles H. Spurgeon cuando Dios llevó dicho texto a su corazón como un dardo encendido y Spurgeon no pudo hacer otra cosas que mirar, mirar y mirar a Jesucristo para salvación. Gloria a Dios porque nuestro Dios es Salvador de todos los términos de la tierra que en él creen.