VARA Y CAYADO
“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”
(Salmo 23:4)
      Cuando se hace una travesía por la montaña, lo más normal es que el paisaje cambie a medida que se avanza en el trayecto. Hay caminos estrechos y sinuosos, hay caminos más anchos y fáciles de transitar. En ocasiones la travesía discurre por entre medio del bosque frondoso y en otras ocasiones discurre por lugares llanos y carentes de árboles. En momentos del trayecto se camina por cimas y en otros momentos por valles profundos. Una travesía por la montaña suele tener todos estos lugares topográficos. Quizás, uno desearía evitar los caminos sinuosos y empinados, desearía que todos los caminos fuesen planos y transcurriesen por valles frescos al lado de aguas de torrentes apacibles. Ahora bien, lo cierto es que eso es poco probable por no decir imposible. Las travesías en las montañas tienen todos esos elementos, en ocasiones uno se encuentra en lugares fáciles y en otras ocasiones en lugares más difíciles y así es también en la vida del creyente. El peregrinaje por este mundo es una travesía que tiene sus lugares de aguas de reposo, pero también sus valles profundos y de sombras de muerte. Quizás, nos gustaría evitar los valles lúgubres y fríos, quizás nos gustaría que los verdes pastos fueran la realidad continua de nuestro día a día, pero lo cierto es que, la vida presenta pastos delicados, pero también inevitables valles de sombra de muerte.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios mío, ciertamente puedo decir por tu sola gracia “Jehová es mi pastor”. Gracias te doy por ser mi pastor, gracias por venir en la persona de tu Hijo Jesucristo para pastorear mi vida. Gracias por tu salvación, por tu protección, por tu ánimo y por tu clemente perseverancia que me hace perseverar por pura gracia hasta las cortes celestiales. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Salmo 23:1-6

MIÉRCOLES

Ezequiel 34:1-10

JUEVES

Ezequiel 34:11-31

VIERNES

Juan 10:7-18

SÁBADO

Salmo 78
       David, como buen pastor que era, sabía esto tanto en la vida de los rebaños que pastoreaba como también en su propia vida. David sabía que había pastos verdes, aguas de reposo, pero, también valles profundos y oscuros. Ahora bien, frente a la realidad de esos valles David expresa su seguridad y fortaleza “aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmo 23:4).
      En sus palabras David muestra primero, la realidad inevitable de los momentos tristes y oscuros en la vida. Segundo, David muestra que la presencia de Dios es lo vital en los momentos oscuros y tercero, es el pastoreo de Dios lo que sustenta y nos hace perseverar en medio de los momentos tristes y oscuros de la vida. El Salmo 23 es, probablemente, el salmo más conocido del rey David. En el Salmo 23, David describe a Dios como su pastor “Jehová es mi pastor” (v.1). Para David, Dios era pastor de una manera personal e íntima. Dios no era “un pastor” sino que para David era “mi pastor”. Sin duda alguna debido a la relación de pacto en la que Dios había entrado con David (2ª Samuel 7; Salmo 89), Dios de manera personal era el Gran Pastor que pastoreaba la vida de David. La imagen o descripción de Dios como pastor, David no la toma primeramente de su propia experiencia personal. David, como pastor de ovejas que había sido, sabía lo que significaba que Jehová fuese su pastor. La imagen de Dios como pastor estaba enraizada no solamente en la cultura del Antiguo Oriente sino primeramente en la revelación de las Escrituras. De manera concreta, la imagen de Dios como pastor surge en el éxodo mismo, es decir, es la realidad del éxodo lo que llena de significado la imagen de Dios como pastor. Dios fue el que liberó con brazo fuerte a Israel de la opresión de Egipto, pero también fue el que lo pastoreo a lo largo de toda la travesía por el desierto. Hubo falta de comida y Dios proveyó pan y carne. Las aguas fueron amargas y Dios las transformó en aguas dulces. Dios guio de continuo a su pueblo por el desierto con la columna de humo y la columna de fuego. Dios protegió a Israel de sus enemigos quienes incluso reconocieron que Israel sería como aloes plantados por Jehová y como cedros junto a aguas (Números 24:6). Sin duda alguna el éxodo viste y reviste de significado a la idea de Dios como pastor de los suyos.
      Dios como pastor fue Salvador y Redentor de su pueblo, fue quien los defendió de sus enemigos, los sustentó, alentó, proveyó y guio. Esto es precisamente lo que David aplica a su propia vida cuando describe a Jehová como su pastor. El resto del Salmo 23: 2-6 es una exposición de lo que significó para David que Jehová fuese el pastor de su vida. A lo largo de su peregrinaje Dios como pastor sería el que proveería para David, lo sustentaría, lo alentaría con su vara y cayado, lo protegería y vindicaría delante de sus angustiadores y finalmente lo guiaría hasta que morase eternamente en la casa de su Dios. A lo largo de toda la travesía de su vida Jehová sería de principio a fin el pastor de David, incluso en los valles de sombra de muerte “aunque ande por valles de sombra de muerte”. Los vv.2-3 con el v.4 presentan un contraste claro. Ciertamente Dios pastorearía a David a delicados pastos de descanso y junto a aguas de reposo en su vida. Una vida como la de David necesitaba esos momentos de pastos de descanso y de aguas de reposo. Es en esos lugares cuando quizás resulta más fácil ver y reconocer que Jehová es nuestro pastor. Es en momentos de calma y ausencia de tormentas en nuestra vida cuando podemos tener una mayor convicción de que Jehová verdaderamente es nuestro pastor. Quizás en esos momentos y lugares decimos: “sí, ciertamente Jehová es mi pastor” pero ¿qué sucede cuando los delicados pastos cambian en valles de sombra de muerte?
      Aquí está el gran contraste, los delicados pastos cambian a valles de sombra de muerte. Las sombras de muerte en esos valles de la vida pueden ser tan oscuras, densas y profundas que pueden hacernos perder la convicción de que Dios sigue siendo nuestro pastor incluso en esos lugares y momentos. “Aunque ande en valle de sombra de muerte”, indica que los valles serán parte de la vida, serán lugares y momentos inevitables, pero David sabía que, la realidad de que Jehová era su pastor implicaba estaría presente incluso en esos lugares, por ello no habría temor “no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”.



      La realidad de Jehová como pastor implicaba que en esos valles de sombra de muerte la presencia del Buen Pastor estaría con David. Probablemente David pudo pensar: “si yo nunca dejé a una de mis ovejas en lugares oscuros ¿cómo me dejará Dios, mi pastor, cuando ande por esos lugares oscuros en mi vida?” David tuvo muchos valles de sombra de muerte. Saúl lo persiguió para acabar con su vida, su hijo Absalón se reveló contra él para poner fin a su padre, los enemigos de David fueron un constante azote en su reinado, pero en medio de todos ellos la presencia de Jehová su pastor estuvo con él. La ausencia de temor en la vida de David se debía a la simple pero gloriosa verdad de que la presencia de Dios iría con él “no temeré mal alguno” y la causa principal es “porque tu estará conmigo”. La ausencia de temor no tenía por qué implicar la ausencia de tristeza, turbación y desánimo, pero la presencia de Dios se vuelve el aspecto principal a considerar en los momentos de valles de sombra de muerte en la vida. Moisés lo tuvo claro muchos años antes que David “si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí” (Éxodo 33:15). Moisés, al igual que David, sabía que la travesía por delante no sería fácil, pero si la presencia de Dios estaba con él, entonces, podía afrontar lo que viniese. La presencia de Dios es el elemento vital, central e innegociable. El valle puede que siga siendo de sombra de muerte, pero si el Dios de vida está en él las cosas cambian. ¿Por qué estará la presencia de Dios en esos momentos? Porque él es nuestro pastor y nuestro Buen Pastor no abandona a las ovejas, su pastorado se extiende incluso en esos momentos y lugares de la vida en los que no querríamos estar pero que son inevitables. ¿Cómo se extiende la presencia de Dios como pastor en esos momentos? David nos da la imagen de la vara y el cayado de Dios que infunden aliento.


      La vara y el cayado eran utensilios indispensables de los pastores en aquel tiempo. La vara era un trozo de madera o de rama que servía para guiar a las ovejas, redireccionarlas si alguna de ella se salía del camino, infundirles aliento a seguir adelante. El cayado solía ser un bastón en forma de gancho u orqueta que tenía varios usos; apoyo del pastor, era la extensión de las manos del pastor para cuidar a las ovejas, sacarlas de hoyos o pozos, ayudarlas a levantarse cuando por ellas no podían hacerlo, servía de protección frente a los depredadores, etc. La imagen de la vara y cayado en la vida de David demuestra que el pastorado de Dios se extendía cuidando, guiando, sustentando y dando aliento a David en medio de esos momentos difíciles. En esos momentos difíciles y oscuros de la vida de David, su perseverancia a seguir adelante se daba por la única razón que la presencia de su Dios como pastor le infundía aliento con su vara y cayado. Era Dios como pastor el que hacía perseverar a David aun y lo oscuros de los valles. Era Dios quien infundía aliento para que David no desfalleciese en esos momentos difíciles, en definitiva, la perseverancia de David hasta el final se debía únicamente al pastorado de Dios en su vida. Si David tenía la certeza de que en la casa de Jehová moraría por largos días, se debía únicamente a que Jehová era su pastor y por ello, en medio de dificultades, valles y momentos de desánimo, la presencia de su buen pastor estaría con él infundiéndole aliento hasta el fin de sus días. Es una maravillosa realidad la que David expone, una realidad que a todo creyente nos es dada y cumplida en nuestro Buen Pastor, Jesucristo.
      El Salmo 23 sin duda alguna tiene su cumplimiento en Jesucristo quien él mismo expresó que él era y es el pastor de sus ovejas “yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). La presencia de Dios como pastor se hizo presente en la encarnación de su Hijo Jesucristo. Tomando una licencia literaria, la vara y el cayado para salvar, proteger y alentar a sus ovejas se encarnó en la persona de Jesucristo. La idea de Jesús como el buen pastor siempre está ligada a la entrega de su vida por sus ovejas, esto es lo que le hace el Buen Pastor a diferencia de los asalariados. Dios fue el pastor de su pueblo en el éxodo y sigue siendo el pastor de su pueblo en la salvación obrada por Jesucristo. Él fue quien anduvo en nuestro lugar en el valle de la sombra de muerte por nuestro pecado. El mayor valle de sombra de muerte del cual nos sacó Cristo fue el valle de pecado mortal. Nos sacó de él para salvarnos, sustentarnos y hacernos perseverar hasta el día que en la casa de nuestro Dios moremos por toda la eternidad. En nuestra vida seguirá habiendo valles de sombra de muerte, serán inescapables y reales, pero, la realidad es que nuestro Dios como nuestro Buen Pastor vino para salvarnos, protegernos, guiarnos y sustentarnos para que, aunque andemos en nuestra vida por esos valles, podamos saber que su presencia está con nosotros y así como no nos dejó y amó cuando éramos pecadores, mucho menos nos dejará ahora que somos sus ovejas redimidas.