MISERICORDIA
Y ADORACIÓN
“Mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu santuario;
adoraré hacia tu santo templo en tu temor”
(Salmo 5:7)
      La adoración es la respuesta que el corazón redimido por la gracia de Dios da al Dios de su salvación. La adoración es la respuesta que proclama la gran misericordia que Dios ha mostrado en la vida de uno. La expresión de un corazón regenerado y agradecido por la misericordia mostrada es el rendirse y postrarse en adoración delante de Dios. Realmente, no podría haber adoración a Dios si primeramente la misericordia de Dios no hubiese sido mostrada y derramada. David tenía claro que era únicamente por la abundancia de la misericordia de Dios que entraría en el santuario y adoraría a su Dios con temor. La esperanza que David tenía se sustentaba en la realidad que, aun y a pesar de las aflicciones, los conflictos, los enemigos en su vida, la realidad de los injustos e impíos y probablemente la lejanía de su persona con el santuario de su Dios, por la abundancia de la misericordia de Dios, sería nuevamente llevado a la casa de su Dios y su respuesta sería adorarle en temor “mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu santuario; adoraré hacia tu santo templo en tu temor”. David en el Salmo 5:7 muestra dos cosas importantes: Primero, la abundancia de la misericordia de Dios es la esperanza para entrar en la casa de adoración. Segundo, la adoración es la respuesta a la abundancia de la misericordia de Dios. Aunque David no lo muestra en su salmo, la historia de la redención lleva a un tercer punto, es en Cristo en quien recibimos abundancia de misericordia para adorar en el temor de nuestro Dios.


      David tenía una esperanza certera que expresa de manera clara en el v.7 “mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa”. David sabía que era por la abundante misericordia de Dios que en algún momento u otro podría entrar en el santuario de Dios, en la casa donde estaba la presencia de Dios, el hogar en el cual Dios había hecho su morada. Para poder entender mejor el anhelo y esperanza de David, es importante conocer un poco el contenido del Salmo 5. Probablemente el Salmo 5 fue escrito como un Salmo para ser entonado con instrumentos de viento. Aun y cuando no se sabe con certeza el contexto histórico que motivó la escritura del Salmo, el mismo contenido expresa el clamor de David a su Dios por alguna situación de peligro, angustia o aflicción “escucha, oh Jehová, mis palabras, considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío” (vv.1-2). Qué motivó el clamor de David delante de Dios, no es seguro. Pudo ser la traición de su hijo Absalón o bien los problemas y amenazas sobre su vida propiciadas por el rey Saúl. Lo que sí deja ver el Salmo es que David se presenta de mañana delante de su Dios con esta oración matutina “Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré” (v.3). El primer paso de David por la mañana fue derramar su clamor y gemir delante de su Dios y Rey. Ciertamente, aquel cuyo primer paso de la mañana es buscar a su Dios, no estará indispuesto para adorarle con devoción a lo largo de las horas del día. El primer paso de David fue buscar a su Dios y derramar los problemas, aflicciones, peligros y temores de su alma delante de Dios. La mañana se transformó para David en el tiempo de pedir a Dios que considerarse los temores y aflicciones que estaba experimentando en su vida. La mañana fue la primera hora para esperar en Dios.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios mío, gracias por la abundancia de tu misericordia hacia mi vida. Gracias porque, a pesar de la aflicciones, temores y peligros en este mundo, tu misericordia me preserva hasta el fin. Gracias porque sé que algún día adoraré en tu santo templo contemplándote en la faz de mi Señor Jesucristo. Pero, Dios mío, hasta que ese día llegue, haz que tu misericordia sea en el presente aquello que me lleve a responder en adoración a tu nombre en tu iglesia, tu templo vivo y santo.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Salmo 5:1-12

MIÉRCOLES

Salmo 24:1-10

JUEVES

Éxodo 33:17-23; 34:1-8

VIERNES

Efesios 2:19-22

SÁBADO

Hebreos 12:18-24
      Sin duda alguna, los temores y aflicciones de la vida son varios en nosotros. Enfermedad, muerte, tristeza, crisis, problemas, son algunos de los enemigos que pueden asaltar nuestra vida, pero así como David clamó de mañana, de la misma manera nuestro clamor y gemir puede ser levantado delante de Dios. De la misma manera la mañana puede ser el tiempo en el cual clamamos y esperamos en Dios. David lo hizo porque conocía al Dios a quien clamaba. Sabía que Dios no se complace en los que hacen maldad. David sabía que al fin, los enemigos de su vida y que oprimían su alma acabarían siendo juzgados y destruidos por Dios (vv.4-6). Ahora bien, había una diferencia entre ellos y David, “mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa”. David expone un gran cambio entre el destino final de los que hacen iniquidad en el v.6 y el destino final de David “mas yo […] entraré en tu casa”. Si el destino final de los enemigos de David era el juicio de Dios, el destino final de él era la casa y morada de su Dios. Quizás, David por la situación que podía vivir en su vida se encontraba lejos del santuario de su Dios pero, tenía una esperanza clara y segura, a diferencia de sus enemigos él entraría en la casa de Jehová. ¿Cuál era la diferencia entre él y sus enemigos? La diferencia no estaba en David, sino en la “abundancia de tu misericordia”.
      La misericordia de Dios derramada sobre David era lo único que diferenciaba el destino final de David y sus enemigos. David describe la misericordia de Dios como “abundante”. La misericordia de Dios nunca es escasa para con sus hijos, es como un torrente caudaloso que fluye del Dios que en sí mismo es misericordia hacia aquellos que él soberanamente a determinado tener misericordia sobre ellos. La situación de David podía ser de miseria por sus enemigos, aflicción y lejanía de la casa de su Dios, pero la bondad de Dios fue derramada sobre esa miseria en la vida de David. Es esta abundante misericordia lo que marca la diferencia.
      Es por esa misericordia que David tenía la esperanza que, fuese cual fuese la situación en su vida, fuesen cuales fuesen los enemigos de su alma, él acabaría entrando en la casa de Dios. Ciertamente, es únicamente por la misericordia de nuestro Dios que todo creyente tiene esta esperanza última. Aun y los enemigos en nuestra vida, la misericordia de Dios es, en cierta manera, preservadora e incasable en nosotros. Por su misericordia nos preserva y por su misericordia nos hace perseverar hasta que entremos por los atrios de su casa. La diferencia entre los creyentes y el resto y la diferencia en el destino final, no reside en nada que haya en nosotros sino simplemente en que Dios quiso tener misericordia de nosotros y en su misericordia nos preserva hasta que en la casa de nuestro Dios estamos por los largos días de la eternidad. Es por ello que la abundancia de la misericordia de Dios genera como respuesta la adoración de aquellos receptores de este torrente de abundante misericordia en ellos.


      David sabía que por la abundante misericordia de Dios entraría en la casa de su Dios. David podía estar lejos del santuario pero por la misericordia de Dios entraría en él ¿qué hacer entonces? “Adoraré hacia tu santo templo en tu temor”.  Una vez en la casa de Dios por la misericordia de Dios ¿qué hacer en ella? David sabía algo, David sabía que la casa de Dios es casa de oración y adoración. David sabía que la presencia misma de Dios es lugar que requiere de adoración. El templo, o en el tiempo de David, el tabernáculo, era la casa de Dios, el lugar dónde se centralizaba la adoración de su pueblo. David confiaba y esperaba que por la abundante misericordia de Dios entraría en esa casa y allí entonces adoraría a Dios hacia su santo templo en temor. Es por ello que la adoración se convierte en la respuesta a la abundante misericordia de Dios que lleva a su presencia. Es por ello que la adoración es un acto de fe basada en confiar que por su abundante misericordia Dios llevará a los suyos a entrar en su casa ¿Qué hacer delante de Dios sino postrarse en adoración? ¿Qué debe hacer aquel que está en la casa de Dios simplemente porque Dios ha sido misericordioso para con él? ¿Qué debe hacer aquel que, aun y estar lejos de la casa de Dios, por la abundante misericordia, Dios le abrió el camino y las puertas de su casa? Adorar a su Dios con temor. David adorará a Dios en su temor, su adoración será reverente y consistente con el Dios que le ha mostrado misericordia.
      Plumer expresa el deseo de David de la siguiente manera: “Aunque haya sido llevado lejos de mi propia casa y lejos de la casa de mi Dios, no desespero, ni tampoco es mi propósito servir a mi Dios a medias. Todo esto ser verá tan pronto como Dios a través de su abundante misericordia abra el camino para mi vuelta a su casa. En esto estoy confiado y esto espero que él hará. Entonces, uno de mis primeros actos será reconocer solemnemente que él es mi Salvador”. David podía adorar ya hacia el santuario de Dios pero todavía no había entrado en él. Ahora bien, ¿Qué debemos hacer aquellos que el anhelo de David nos ha sido dado en Cristo?
      La abundante misericordia de nuestro Dios ha sido derramada sobre nosotros en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo. En cierta manera, él fue quien cumplió las palabras del Salmo 5. Fue Cristo quien clamó que el Padre le escuchara. Fue la voz de nuestro Señor quien fue alzada delante del Padre a causa de los enemigos del alma de nuestro Señor. Fue Jesucristo quien clamó por el pecado de nuestras almas. Nuestro Señor estuvo lejos del santuario celestial, lejos de la gloria que le había sida dada desde antes de la fundación del mundo. Lejos de esa gloria y cerca de la miseria de un mundo pecador. Pero esperó en su Dios y aun y cuando los enemigos de nuestras almas, el pecado, la muerte y el diablo, le llevaron a la cruz, por la abundante misericordia del Padre fue devuelto al santuario celestial a la presencia y comunión con el Padre. Esta es nuestra gran esperanza. En Cristo Jesús el abundante torrente de la misericordia de Dios ha sido derramado sobre todo creyente perdonándonos y haciéndonos su casa, su santuario, su templo vivo y santo en el cual ya podemos y debemos adorarle. Desde el Edén estábamos lejos de él pero él nos llevó a su casa, nos hizo su casa y santuario de adoración. Le adoramos como respuesta a esta gran misericordia pero le adoramos con fe. Le adoramos creyendo que aun y las aflicciones, temores y enemigos en nuestra vida llegará el día que por esa misma misericordia le adoraremos en el santuario celestial, en la congregación de los primogénitos en presencia de millares y millares de ángeles. Por tanto, podemos decir como creyentes en Cristo “mas yo por la abundancia de tu misericordia entraré en tu santuario. Adoraré hacia tu santo templo, en tu temor”.