NOS LEVANTAREMOS
Y EDIFICAREMOS
“Y en respuesta les dije:
El Dios de los cielos, él nos prosperará,
y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos,
porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén”
(Nehemías 2:20)
      Los grandes proyectos nunca se han levantado a base de individualismos. Grandes proyectos y construcciones de la historia han requerido de muchas manos trabajando en una misma dirección y con un mismo propósito. Sin duda alguna, los grandes proyectos han requerido de muchas manos involucradas en el servicio. Individuos que, haciendo cada uno aquello que le ha sido asignado trabaja para el propósito último. Muchos proyectos han podido terminar a consecuencia de individualismos, egos personales e intereses propios pero todos ellos empezaron con una unidad en el servicio y el trabajo. La reconstrucción de Jerusalén en tiempos de Nehemías no fue una excepción. El pueblo de Israel que había vuelto del exilio tuvo que ponerse manos a la obra para volver a reconstruir los muros de la cuidad de su Dios. Ciertamente Dios hubiese podido levantar esos muros simplemente con trescientos hombres al igual que con trescientos derrotó a los madianitas bajo los mandos del juez Gedeón. Ahora bien, en la reconstrucción de su ciudad, fue la voluntad de Dios y la iniciativa de Nehemías que las manos de prácticamente todo el pueblo se levantaran y edificaran los muros de Jerusalén. Cuando se trata de la obra de Dios, el individuo es importante pero no los individualismos. Cuando se trata de edificar al pueblo redimido de Dios, las manos del pueblo deben levantarse y edificar bajo la confianza de que es Dios mismo quien tiene la obra en sus manos.
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Gracias Dios mío porque sé que formo parte de tu iglesia por la salvación en Cristo y por mi unión con él. Padre, perdóname cuando he sido más de oposición que no de edificación. Perdóname cuando ha habido complacencia en mi con relación a tu servicio. Padre, sea donde sea te pido que juntamente con mis hermanos me ayudes a levantar y esforzar mis manos en el servicio de la esposa de tu Hijo, la iglesia de Cristo. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Nehemías 3:1-32

MIÉRCOLES

Mateo 25:14-30

JUEVES

Romanos 12:3-21

VIERNES

1ª Corintios 12:1-31

SÁBADO

1ª Corintios 3:1-23
Esto fue algo que Nehemías tenía claro y así se lo comunicó a aquellos enemigos de la obra misma de Dios: “y en respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén” (Nehemías 2:20). Hay dos cosas que llaman la atención en las palabras de Nehemías y un principio básico que se desprende del contexto general. Primero, la relación entre el obrar de Dios y el obrar del pueblo. Segundo, la realidad de aquellos que no tienen parte en la obra. Por último, el principio general es que todo el pueblo debe estar involucrado en la obra.
      Las palabras de Nehemías en el v.20 cierran el contexto amplio del Nehemías 2. Después de que Nehemías recorriese parte de la ciudad de Jerusalén y contemplase su estado y el estado de sus muros, Nehemías reunió al pueblo y les declaró lo que debía hacerse, una declaración que aparece resumida en una palabra o expresión que se repite varias veces “edifiquemos” (v.17), “levantémonos y edifiquemos”, (v.18) y nuevamente “levantémonos y edifiquemos” (v.20). Frente a la situación de Jerusalén únicamente había una cosa por hacer, levantarse y edificar. Dicho esfuerzo no era una opción sino una responsabilidad ineludible para el bien de Jerusalén y para el bien del pueblo de Dios. Una ciudad sin muros no solamente estaba a la merced de sus enemigos y, por tanto, el pueblo que la habitase estaría en constante peligro de ser atacado, sino que también, una ciudad sin muros no podía ser considerada ciudad. Una diferencia clara entre las villas y las ciudades es que las primeras no tenían muros, solían quedar fuera de las ciudades amuralladas una vez los muros se cerraban. Eran las ciudades aquellas que tenían muros que las delimitaban, las defendían y mantenían en seguridad dentro del amparo de los muros aquellos que las habitaban. El gran problema para Jerusalén es que sus muros estaban derruidos. No era una ciudad cualquiera la que necesitaba ser reconstruida, era la ciudad de Dios. Era el lugar que Dios mismo escogió para morar en medio de su pueblo. Jerusalén era la ciudad en la que el pueblo de Dios debía habitar de manera segura y en paz de sus enemigos dentro de los muros de la ciudad de Dios y bajo el amparo de la presencia de su Dios. Jerusalén era un lugar central en el plan redentor de Dios, al final de la historia no solamente Israel sino también las naciones gentiles acudirían a adorar a Dios y a buscar de su justicia e instrucción. Pero ahora, esa ciudad no tenía muros. Es por ello que Nehemías anima al pueblo de Dios a levantarse y a edificar y es tal iniciativa la que generó que, los enemigos de Dios se levantasen para frenar la obra. Nunca puede pensarse que la obra de Dios será un camino de pétalos de rosas. Así como deberá existir una responsabilidad del pueblo de Dios a levantarse y edificar la obra de Dios, deberá también existir una constante conciencia de que también se levantarán los enemigos de la obra de Dios. ¿Cómo responder ante tal realidad? Es aquí cuando Nehemías responde mostrando la relación entre el obrar de Dios y el obrar del pueblo “y en respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos”.
      Nehemías muestra que será el “Dios de los cielos” aquel que prosperará a su pueblo. La confianza de Nehemías no estaba puesta primeramente en sus capacidades ni tampoco en las capacidades del pueblo. Ciertamente tanto Nehemías como cada uno de los integrantes del pueblo de Dios tenían dones y capacidades que más tarde son puestas al servicio de la obra de Dios pero, todo esto no es primeramente el apoyo y confianza en la cual se sustenta Nehemías. Su confianza frente a la realidad de la oposición a la obra de Dios es que, el Dios cuyo trono son los cielos mismos, él será el que les prosperará y llevará adelante su obra. Sin lugar a dudas esta es la confianza que debemos tener todos aquellos que trabajamos y edificamos en la obra de nuestro Dios. Ciertamente esta es la confianza que debe tener la iglesia llamada a levantarse y edificar en la obra que Dios le ha asignado. Es primeramente la mano de Dios y no las nuestras la que prosperará su obra. Saber que el “Dios de los cielos” es quien prosperará su obra y a sus obreros debería poner en perspectiva a los enemigos de la obra. Muchas veces cuando los enemigos de la obra aparecen suelen parecer grandes e invencibles pero, no podemos olvidarnos que nuestro Dios es “Dios de los cielos”, él es quien está sentado en los cielos gobernando la edificación de su pueblo. Ahora bien, el obrar de Dios genera una relación de responsabilidad en el pueblo de Dios.


      Nehemías describe al pueblo como “nosotros sus siervos” y las acciones que deberán realizar “nos levantaremos y edificaremos”. Si se sabe que será Dios quien prosperará entonces ¿cuál es la responsabilidad del pueblo de Dios en la obra de Dios? Primero, entender que es siervo de Dios en dicha obra y los siervos están sujetos a la voluntad de su Señor. Segundo, entender que ser siervo en la obra de Dios requiere esfuerzo, requiere levantarse y edificar la obra de Dios, la obra en la que hemos sido puestos y llamados a servir. Si es Dios quien prospera su obra ¿qué debemos hacer sus siervos? ¿Qué respuesta responsable debe haber en el pueblo que sirve a su Dios? Confiar que él prosperará y levantarse y edificar en la obra. La obra de Dios requiere que su pueblo entienda que, no solamente Dios es el que prosperará sino que la complacencia y comodidad no son marcas del pueblo llamado a servir en la obra de Dios sino más bien evidencias de aquellos que no tienen ni parte, ni derecho ni memoria en Jerusalén. Eran evidencia de aquellos que no les interesaba la obra, la veían como la pérdida de sus supuestos derechos y que en último término, nada tenían que ver con la obra de Dios. Las palabras de Nehemías a los enemigos de la obra son serias “porque no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén”. Su oposición a la reconstrucción de Jerusalén era evidencia de que no tenían memoria alguna en la misma. Puesto en otras palabras, no tenían cabida en la ciudad que albergaría un día al pueblo consagrado de Dios. El día que Jerusalén fuese reconstruida, el pueblo de Dios habitase en ella y la comunión con Dios fuese el gozo del pueblo, ellos no gozarían jamás de esa realidad, no tendrían ni parte, ni derecho ni memoria en ella. Las palabras de Nehemías son duras pero todo, deber ser entendido en el contexto general y redentor.
      Había aquellos que no tendrían parte en la obra de Dios, por tanto, ¿quiénes serían aquellos que sí tendrían parte? Es Nehemías 3 donde aparece la respuesta. Nehemías organiza a todo el pueblo, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, personas de diferentes estatus sociales, individuos con diferentes trabajos y habilidades, todos ellos implicados en la reconstrucción de Jerusalén. Todos ellos haciendo honor a lo dicho “nos levantaremos y edificaremos”. Aquellos que no tenían parte eran aquellos que viendo lo que Dios hacía decidieron oponerse a la obra que Dios estaba haciendo y al pueblo que en ella estaba trabajando.
      Uno de los grandes peligros en el trabajo de la obra de Dios es aquella oposición que se genera por desafección a la obra. Cuando se pierde o no hay interés por lo que Dios está haciendo es entonces cuando se corre el peligro de usar las habilidades no para la edificación sino para la oposición ya sea pasiva o activa. Nehemías nos lleva a mirar más allá que la simple reconstrucción de unos muros físicos. Nehemías, nos acaba mostrando que en la obra de Dios todo el pueblo debe levantar y esforzar sus manos. No hay manos inservibles en el pueblo de Dios para la obra de su Dios, no debería haber manos complacientes en no servir en la edificación de la obra de Dios allí dónde Dios les ponga. Ahora bien, Nehemías en realidad lo que estaba haciendo era reconstruir la ciudad de Dios para que el pueblo redimido pudiese vivir en consagración a su Dios. Cuando llegamos al final de la historia de la salvación, en Apocalipsis 21:2 Juan vio a la santa ciudad de Jerusalén la cual es descrita no como una ciudad sino como una esposa ataviada para su marido. La imagen de ciudad se funde con la imagen de la esposa de Dios, la iglesia. Al fin y al cabo, la responsabilidad que como creyentes tenemos, es reconstruir la iglesia formada por piedras vivas y redimidas en la persona de Cristo. Todos debemos levantar nuestras manos y esforzarnos en la construcción y consagración de la iglesia en la que Dios nos ha puesto, no hay mayor obra arquitectónica que esta. Bien sabemos que en esta obra Dios nos prosperará porque él es quien edifica a su iglesia contra la que las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Pero, es bajo esta confianza que debe levantarse nuestra responsabilidad de esforzarnos. Quizás deberíamos preguntarnos cada uno ¿estoy implicado en el servicio en mi iglesia local? ¿Soy parte de esas manos que se levantan para servir y construir? ¿Pienso que el servicio ya lo hará otro? ¿Es mi actitud de oposición, complacencia o servicio en la obra del Señor?