BUENA DISCIPLINA
“Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos.
Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata”
(Salmo 119:71-72)
      Nuestra sociedad sufre una crisis de disciplina. La disciplina es considerada como algo del pasado, algo retrógrado que prácticamente muestra una manera de hacer y proceder prehistórica. Hemos llegado a una sociedad que, por la negación de verdades morales absolutas, no permite que la disciplina, en especial en los más jóvenes, sea ejercida como corrección para que así, el árbol joven no crezca torcido sino recto. Sobre la posibilidad de la disciplina se ciñe la sombra de la denuncia. Tristemente la falta de disciplina crea una generación y sociedad de árboles torcidos cada uno creciendo hacia donde cree que los rayos del sol apuntan para su vida. Cierto es que, algunos han confundido la disciplina con la humillación, la imposición, el autoritarismo y otras cosas peores, pero, el mal hacer y proceder de otros no es excusa para eliminar algo que ciertamente es bueno. La correcta comprensión y ejercicio de la disciplina no es algo nocivo sino todo lo contrario, bien entendida y bien ejercida ayuda a la restauración, al crecimiento y a la rectitud en la vida de la persona. Si la disciplina no fuese buena ¿por qué Dios la aplicaría? La bondad de Dios no permite que nada malo y nocivo provenga del ser de Dios, por ello la disciplina, en especial la disciplina divina, no es algo nocivo para la vida del creyente sino algo bueno y beneficioso, así lo entendió el salmista en el Salmo 119:71-72 “bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y de plata”.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios mío, perdóname porque ciertamente hay momentos de mi vida en los que he podido vivir descarriado, lejos de una consagración honesta y sincera a ti. Gracias por tu amor, tu bondad y tu fidelidad que no me dejó en el camino de perdición. Gracias por tu buena disciplina que me hizo volver a ti y al consejo santo y transformador de tu palabra. Dios mío, ayúdame a entender tus buenas acciones, ayúdame a no olvidarme de ellas para gloria de tu nombre. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Salmo 119:65-72

MIÉRCOLES

Hebreos 12:1-17

JUEVES

Gálatas 6:1-7

VIERNES

1ª Corintios 5:1-8

SÁBADO

Salmo 119:73-80
      Las palabras del salmista nos hablan de la disciplina divina. Sus palabras muestran el proceder de Dios para con su vida. La disciplina divina fue algo que el salmista experimentó y que meditando en ello consideró el beneficio y la bondad de la misma. Hay tres cosas que el salmista muestra en sus palabras: Primero, lo bueno en la disciplina divina, segundo, el propósito de la disciplina divina y tercero, el resultado final de la disciplina divina. Las palabras del salmista pueden parecer chocantes al oyente en un primer momento “bueno me es haber sido humillado”.
      Ahora bien, sus palabras no hablan de una humillación negativa ni denigrante. Se cometería un error si se pensase o se interpretase que el “haber sido humillado” consistió en una humillación negativa, en algo vejatorio o deshonroso. Posiblemente esta es la visión que las palabras del salmista podrían tener a oídos de nuestra sociedad. El haber sido humillado se interpretaría como algo injusto y dañino para el salmista, su vida e incluso su honor y dignidad, pero, entenderlo así perdería de vista lo que el salmista dice. El salmista considera que hay bondad y benefició en el acto de haber sido humillado en su vida. La humillación a la cual se refiere el salmista es sinónima a la disciplina que vivió de parte de Dios. Fue precisamente esta disciplina ejercida por la mano soberana y bondadosa de Dios la que el salmista consideró como buena. El salmista no ve la disciplina de Dios en su vida como algo nocivo sino como algo bueno, como el ejercicio de la bondad del Dios bondadoso sobre él.


      En esta sección del salmo, el bien y la bondad de Dios son expuestos, “bien has hecho con tu siervo” (v.65), “bueno eres tú, y bienhechor” (v.69). Dios es bueno, en su esencia existe la bondad absoluta, no hay ni una sombra de maldad en nuestro Dios. Su ser, todo él, está caracterizado por el atributo absoluto y perfecto de su bondad. No hay en Dios ni una pequeña mota que pueda empañar la cristalina bondad de nuestro Dios. Esto hace que, todas las acciones de Dios siempre sean buenas. Dios ejerce sus acciones con perfecta y absoluta bondad, de manera especial y específica con aquellos que son sus hijos e hijas. Nuestro Dios es “bueno”, por tanto, “bienhechor” y el que “bien ha hecho con tu siervo”. ¿Cuál es el bien que Dios ha ejercido con el salmista? Dios le ha “humillado”. En otras palabras, Dios ha disciplinado al salmista por estar su vida descarriada y lejos de los caminos de su Dios, así lo reconoce el propio salmista “antes que fuera yo humillado, descarriado andaba” (v.67). ¡Qué terrible sería que Dios hubiese dejado al salmista descarriado! Los descarríos en nuestra vida de los caminos de Dios pueden parecer de poca importancia o trascendencia, pero, ciertamente son dañinos y perjudiciales porque su fin no es nada bueno. Pero Dios es bueno y no deja que sus ovejas anden mucho tiempo descarriadas. Si un descarriado forma parte del redil del buen Dios, a su tiempo esa bondad será ejercida en disciplina para acabar con esos descarríos. Si uno de sus hijos o hijas crece lejos de la santidad, a su tiempo la bondad de Dios obrará su buena disciplina para que crezca en la santidad tan necesaria para ver a Dios. La bondad de Dios se mostró sobre el salmista disciplinándole. Aun y cuando el salmista no dice cuál fue la disciplina que la buena mano de Dios ejerció sobre él y aun y cuando es muy probable que esa disciplina en un primer momento no fuese agradable en su vida, sí que nos deja ver el propósito bueno que tuvo para él “bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos”.
      El salmista debía aprender “los estatutos” de su Dios. El salmista debía volver a entender que la palabra de Dios era la regla de fe y conducta que Dios había dado a su vida. Debía entender que la palabra era lo absolutamente necesario y vital para que el salmista pudiese vivir en relación de fidelidad y lealtad en el pacto que sustentaba con su Dios. Aprender los estatutos, las leyes, la palabra de Dios no era simplemente un ejercicio académico. No consistía en aprender la palabra de Dios y poderla recitar de principio a fin. La palabra de Dios es lo que el Altísimo había dado a su pueblo para que así pudiese vivir una vida de consagración fiel y leal a su Dios. Aprender la palabra de Dios consistía en saberla y vivirla, era un volver a consagrarse a Dios, un volver a los caminos de la santidad, un volver a la única regla de fe y conducta que Dios le había dado para vivir en santidad, en fidelidad y en lealtad a su Dios. En definitiva, su fin era poder disfrutar de una relación y comunión fiel, leal e íntima con su Dios. La disciplina siempre tiene un contexto de pacto ya que su fin es volver a los hijos e hijas de Dios a una relación fiel de pacto con su Dios ¿No es esto algo bueno y sublime? ¿No es entonces la disciplina ejercida por Dios algo bueno en la vida de los suyos? Dios podría dejar a los suyos andar descarriados en su vida hacia un terrible fin pero, ¿qué indicaría esto? La simple verdad que uno no pertenece a Dios.
      Aquellos que Dios ama diciplina y aquellos que son sus hijos e hijas son disciplinados por la buena disciplina de Dios (Hebreos 12:7-8). Nuestro Padre celestial envió a su Hijo amado quien con su sangre no solo fueron perdonados nuestros pecados, sino que inauguró el gran y último nuevo pacto eterno. En él estamos y en él formamos parte por ello, si nuestro Padre dio lo más amado que tenía, a su Hijo nuestro Señor Jesucristo para llevarnos a una relación eterna con él ¿pensamos que nos dejará andar de cualquier manera para que nuestro fin sea otro? Dios es bueno y su disciplina es buena porque no solamente es muestra de su bondad sino también de su fidelidad. Dios es fiel en lo que prometió y aquellos salvados para gloria llegaremos a la gloria asegurada por nuestro Señor Jesucristo. Su disciplina será buena porque con ella nos llevará nuevamente a caminar en caminos de rectitud y fidelidad en la relación de pacto. Nos llevará caminar en santidad para que el fin último en nuestra vida sea contemplar a nuestro Dios ya que sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14). Aun y cuando en un primer momento la disciplina no gusta a nadie ¿no es para que dé en nosotros fruto apacible de justicia? Ciertamente lo es por ello, andar en justicia y santidad en la relación con nuestro Dios, es andar en el camino marcado por la regla de fe y conducta de su Santa Palabra. Para el salmista la disciplina de Dios obró el propósito de entender y guardar los estatutos de Dios y lo mismo resultará en nuestras vidas. Cuando nuestros pasos caminaban por caminos que nada tenían que ver con el consejo de Dios, cuando su buena mano obra su buena disciplina, es para que podamos decir “bueno me es haber sido humillado para que entienda tu estatutos” y entonces aparezca un gran resultado en nuestra vida “mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata”.


      El salmista lo entendió claramente, mejor era para su vida la ley de su Dios que grandes cantidades de los metales más preciosos de este mundo. La hipérbole usada por el salmista muestra el gran valor de la palabra de Dios en su vida. La ley o instrucción de la boca de Dios no era mejor que mucho oro y plata, era mejor que “millares de oro y plata”. No había millones de toneladas de esos metales que superasen el gran valor de la palabra de la boca de Dios en la vida del salmista. La disciplina resultó en llevarle a entender que no había nada de más valor que la palabra de la boca de su Dios. Ahora el salmista ya no vivía descarriado, lejos de la consagración y fidelidad a su Dios. Ahora el salmista podía regocijarse en la ley de su Dios aun y cuando otros anduvieran en otros caminos. Su vida ahora se regía y era vivida en el gran valor de la instrucción de la boca de su Dios. ¿No debería ser esto el resultado de la buena disciplina de Dios en nosotros? Poder llegar a decir “mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata”. Nuestra vida debe caminar en los caminos de las palabras más valiosas que jamás hayan sido dichas.
      De principio a fin, de Génesis a Apocalipsis las palabras de nuestro Señor y Salvador fueron inscritas por inspiración. Son la regla de fe y conducta para nuestra relación de fidelidad y lealtad en el nuevo pacto en Jesucristo. Son palabras de sabiduría y justicia, son la verdad que nos santifica para que al final lleguemos a contemplar al Santo. Si estando descarriados, Dios mueve su bondadosa mano de disciplina para volvernos a él y a su palabra, gocémonos y digámonos “bueno me es haber sido humillado para entender tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata”.