POR GRACIA
SOIS SALVOS
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”
(Efesios 2:8-9)
      Entre otras muchas cosas, la Plaza de San Pedro y todo lo que la rodea, no es más que un monumento levantado en contra de la verdad bíblica que el ser humano es salvo únicamente por gracia y solo por medio de la fe en Jesucristo.


      La iglesia que Cristo edifica no es la iglesia fundada sobre tradiciones, obras, o como Lutero escuchó subiendo las escalinatas de la Basílica, indulgencias redentoras. La iglesia de Cristo Jesús está fundada y formada sobre la salvación que es el don divino inmerecido, por la sola fe solamente en Jesucristo para que al fin y al cabo la gloria sea dada únicamente a Dios y nunca al ser humano. El apóstol Pablo, cuando escribió su carta a los Efesios, dejó claro a esos gentiles el gran privilegio que ahora tenían de ser parte del pueblo de Dios. Habían sido llevados a formar parte de su pueblo, conciudadanos de la patria celestial, miembros de la familia del Padre Altísimo y parte de la esposa de Cristo únicamente por la obra redentora de Cristo Jesús. Pablo les recuerda cómo estaban muertos en sus pecados (Efesios 2:1) pero que fue por el gran amor de Dios que fueron salvos (Efesios 2:4-7). Esta gran salvación el apóstol establece que es la causa o razón de la gracia “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Pablo determina tres cosas importantes en relación a la salvación. Primero, el fundamento y medio de la salvación, segundo, el don inmerecido de la salvación y tercero, la imposibilidad de las obras para la salvación.


      Pablo establece el fundamento sobre el que se sustenta la salvación y el medio por el cual la salvación es entregada. El fundamento “porque por gracia sois salvos”. Las palabras del apóstol Pablo dejan claro que la salvación que Dios entrega en la persona de Jesucristo es una salvación cuyo único fundamento es su gracia divina. La salvación se fundamenta sobre el favor inmerecido de Dios sobre aquellos que él soberanamente lo derrama. La gracia de Dios no es algo merecido, precisamente por eso es gracia. Si la gracia fuese algo que pudiésemos merecer, entonces dejaría de ser gracia, dejaría de ser el favor divino inmerecido sobre el pecador. Si la gracia fuese algo merecido entonces sería probablemente una deuda que Dios pagaría a todo aquel que hubiese hecho frutos merecedores de ella. La salvación se convertiría entonces en el pago por el trabajo realizado, pero, en ningún momento esto es así. La expresión del apóstol Pablo “porque por gracia sois salvos” establece que la salvación se sustenta sobre el favor inmerecido que Dios derrama sobre el pecador. La salvación se sustenta sobre la eterna gracia de Dios, por tanto, esto muestra que la salvación es algo que no merecíamos. La salvación, la redención y perdón de nuestros pecados, el sentarnos en los lugares celestiales juntamente con Cristo Jesús, no es algo que pudiésemos conseguir por nosotros mismos. La gracia demuestra que no hay logro merecedor de este gran don de la salvación. La fuente celestial de toda gracia debía abrirse para así poder nosotros ser beneficiarios de la salvación. Una salvación sustentada sobre la gracia y mediada por la fe, “por medio de la fe”.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios y Padre celestial, te alabo porque tú que eres rico en misericordia, por tu gran amor con el que me amaste me salvaste por gracia. Dios mío, gracias por la salvación por gracia por medio de la fe. Gracias porque no proviene de mí, de ser así nada podría hacer para ganar esa salvación. Gracias por tu favor inmerecido, gracias por tu don de la salvación, gracias por hacerme para la alabanza de la gloria de tu gracia. Dios mío, no permitas que la iglesia de Cristo pierda esta verdad sublime da la salvación por gracia en Cristo Jesús. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Efesios 2:1-10

MIÉRCOLES

Romanos 3:19-26

JUEVES

2ª Timoteo 1:8-10

VIERNES

1ª Corintios 1:18-31

SÁBADO

Romanos 5.1-11
     Arquitectónicamente hablando, llegar a la Plaza de San Pedro en el Vaticano es algo impresionante. Uno toma la Via della Conciliazione y ya puede ver al fondo la cúpula imponente de la Basílica de San Pedro. Conforme uno se acerca, se va abriendo delante de sus ojos la forma elíptica de la plaza con todas sus columnatas. La curva elíptica con los dos brazos columnados no es una curva totalmente cerrada dando así el simbolismo e impresión que la plaza abraza a todo peregrino que llega a ella. En el centro se levanta el obelisco de granito rojo procedente de la ciudad egipcia de Heliópolis y a cada lado del mismo, las dos fuentes gemelas de la plaza de San Pedro. A medida que los pasos del peregrino se acercan a la elipsis de la plaza, ésta se va estrechando para dirigir a todo aquel que llega a ella a la Basílica de San Pedro. A través de dos pórticos con sus columnas distribuidas en cuatro filas uno se adentra en la plaza y entonces es cuando levanta la vista y frente a él se encuentra la imponente Basílica de San Pedro. Sin lugar a duda arquitectónicamente hablando, la Plaza de San Pedro es toda una obra de arte. Ahora bien, teológicamente hablando es toda una herejía contraria a la verdadera fe revelada en la Biblia. Alguien ha dicho que la Plaza de San Pedro está “a la altura de la fe” pero, realmente dista mucho de estar a la altura de la fe que surge de las Santas Escrituras y que ha sido entregada una vez a todos los santos.
      Si por gracia somos salvos, entonces, la fe tampoco es una obra que nos sirva para ganar la salvación. La fidelidad de Jesucristo en su obra es fundamental para nuestra salvación. Él fue fiel hasta la muerte y la muerte de cruz. En su sangre tenemos el perdón de nuestros pecados y en su resurrección tenemos el gran poder de Dios manifestado y que nos ha dado vida juntamente con él. Ciertamente debemos creer para ser salvos ya que es “por medio de la fe” pero, esta fe no nos cuenta como obra de salvación. Gracia y fe siempre van de la mano, incluso el acto de creer se sustenta sobre la gracia inmerecida de nuestro Dios.
      No hay duda alguna que podemos mirar nuestras vidas y ver la seriedad de nuestro pecado. Puedo contemplar la profundidad de mis delitos y pecados y preguntarme ¿cómo alguien así puede ser salvo? ¿Qué hay en uno para ser beneficiario de esta gran salvación? La respuesta es “no hay nada en ti porque por gracia eres salvo por medio de la fe”. La salvación es de principio a fin por la sola gracia de nuestro Dios, por ello es el don inmerecido de nuestro Dios “y esto no es de vosotros, pues es don de Dios”.


      El apóstol Pablo deja algo claro, la salvación por gracia por medio de la fe “no es de vosotros”, es decir, no es una obra que ninguno de nosotros hayamos podido realizar. Por tanto, en el peso de la salvación no existe ni un solo gramo de esfuerzo humano. En el diseño de la salvación no existe ni un único pensamiento humano que contribuya a diseñarla. En la entrega de la salvación no existe ni un solo acto humano que le haga a uno merecedor. No es de nosotros, la salvación es de principio a fin obra de Dios y obra de su gracia divina hacia aquellos que no la merecíamos. No hay duda alguna que, por un lado, dicha verdad bíblica es una lección de humildad para un ser humano que desde la caída ha estado construyendo torres, ciudades y basílicas como las puertas del cielo y de la salvación. El perdón de pecados, el haber sido pasados de muerte a vida, de la ira a la reconciliación, nunca es y será la obra humana sino siempre será la obra de Dios. De principio a fin será la obra de la gracia de Dios y, por tanto, “el don de Dios”. Ciertamente es así, si la salvación no es del ser humano, únicamente queda una sola opción, el resultado es que debe ser única y plenamente de Dios. La salvación es “don de Dios” precisamente porque es por gracia y no es de nosotros. Hay una gran seguridad en la frase del apóstol Pablo. Al ser el don de Dios que nos es dado por gracia, entonces, nada podemos hacer para ganar esa salvación, claramente no es de nosotros. Pero, de la misma manera nada podemos hacer para perderla porque no es de nosotros. Es íntegramente el don de nuestro Dios. Hay una gran seguridad en saber que la salvación descansa únicamente en Dios, es su don inmerecido a nuestra vida, es su obra íntegra de principio a fin. Si alguien tenía dudas en ello, el apóstol Pablo lo remata con una última frase que muestra la imposibilidad de las obras para la salvación “no por obras, para que nadie se gloríe”.
      La última frase del apóstol Pablo encierra el gran contraste de estos dos versículos. El contraste reside en mostrar que por gracia somos salvos y no por obras. Las obras a nada contribuyen para la salvación. Ciertamente somos salvos y hechos creación de Dios en Jesucristo para andar en las obras que él preparó de antemano (Efesios 2:10) pero, nunca nadie será salvo por medio de su obrar. Aquel que crea que puede llegar a la salvación por sus obras, es como el reo atado con cadenas en una cantera que cuanto más y más trabaja para extraer la pierda, más y más se hunde en la cantera hasta el día que mira hacia arriba y se da cuenta lo lejos que está. Puede pensarse que la salvación por gracia y no por obras es algo que como creyentes tenemos claro, pero, es una verdad que nunca deberíamos dejar de repetirnos. No hay gloria ninguna en nosotros “no por obras, para que nadie se gloríe”. Perder la absoluta verdad de la absoluta gracia de Dios en la salvación es empezar a atribuir gloria al ser humano que nada contribuye en la salvación quitándosela así a Dios el único merecedor de la gloria. La Basílica de San Pedro sigue estando en pie como monumento de lo fácil que es convertir la gracia de Dios en nuestra propia obra y gloria. “Por gracia sois salvos” es una verdad preciosa del evangelio que nunca deberíamos perder de vista. La gracia en la salvación nos muestra cuánto nos ha amado Dios que sin merecerlo nos salvó. La gracia nos muestra cuánto abunda nuestro Dios en misericordia y verdad hacia nuestras vidas. La gracia nos muestra que la obra que realmente necesitamos fue hecha en la cruz del Calvario y en la tumba vacía mediante la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Esta es la única obra que necesitamos para la salvación. La gracia en la salvación nos muestra que nuestras vidas han sido hechas testimonio vivo y levantadas como monumentos para la alabanza de la gloria de su gracia. El mayor monumento que Dios levantó son vidas perdonadas de sus pecados y hechas para la alabanza de la gloria de su gracia.