VICTORIA
SOBRE EL MUNDO
“Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo;
y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”
(1ª Juan 5:3-5)

      El dominio mundial ha sido algo que ha estado grabado en el ADN de los imperios y reinos a lo largo de la historia. Todos los grandes imperios que han forjado la historia del mundo han buscado la conquista y victoria mundial. Alejandro Magno buscó extender su imperio más allá de la fronteras de la actual Europa, buscó llegar donde nunca nadie había llegado y extender así la cultura helénica a lugares desconocidos por aquel entonces. El Imperio Romano extendió sus fronteras imperiales conquistando parte del mundo conocido. Tristemente nuestra historia es testigo que el deseo de victoria mundial no ha traído nada bueno a la humanidad. La historia moderna conoce de dos grandes guerras mundiales que llevaron asociadas a ellas sufrimiento, derramamiento de sangre, pérdida de vidas, etc. Desde el punto de vista de los valores e ideas, el mundo se encuentra en la misma situación. Quizás ya no se busca la conquista mundial con imperios que arrasan y devastan, pero sí la extensión de ideologías y agendas mundiales es otra forma de conquista mundial. Una ideología sucede a otra buscando así adueñarse de los valores, pensamientos y comportamientos de la mayor cantidad de gente posible. El Marxismo, el Comunismo, el Capitalismo, la ideología de género, han combatido y siguen combatiendo para ganar, pero lo cierto es que, ninguna de ellas jamás vencerá al mundo.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios mío gracias quiero darte por el gran milagro del nuevo nacimiento en mi vida. Gracias porque soy nacido de nuevo en tu voluntad. Dios, ayúdame a amarte y obedecerte, ayúdame a seguir creyendo que Jesús es tu Hijo amado y eterno. Padre celestial, ayúdame en tu gracia a que mi fe en Cristo no mengüe porque ella es la victoria sobre este mundo que no te conoce y te aborrece. Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

1ª Juan 5:1-5

MIÉRCOLES

Juan 16:29-33

JUEVES

Juan 1:1-18

VIERNES

Juan 3:1-20

SÁBADO

Santiago 4:1-10
      Parte de la razón reside en el hecho que el propio mundo no puede vencerse a sí mismo. El mundo no puede vencer sus propios valores, no puede vencer sus propias ideas, no puede tener la victoria sobre sus propias ideologías. Ciertamente puede cambiarlas pero tal y como se dice, “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Para vencer al mundo es necesario haber sido nacido de nuevo por voluntad divina. Es necesario que Dios haya regenerado vidas que formaban parte de este mundo para que ahora formen parte de la gloria eterna.
      Es necesario haber sido regenerados y dotados con una disposición que entienda y obedezca los valores de los mandamientos de Dios y no del mundo. Es necesario que esos corazones hayan sido dotados con la fe hacia Jesús quien fue el que venció verdaderamente a este mundo. Fue precisamente de esta victoria sobre el mundo que el apóstol Juan escribió a sus oyentes: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo aquel que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1ª Juan 5:3-5). Juan muestra primero que solo el nacido de nuevo vence la mundo. Segundo, la victoria es la fe del nacido de nuevo y tercero la fe que vence al mundo es la fe en Jesús como el Hijo de Dios.


      A lo largo de su carta Juan ha expuesto varias maneras en las que el verdadero amor a Dios se muestra y una de ellas claramente es la obediencia “pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos”. No es nada nuevo escuchar al apóstol decir que la obediencia es muestra del amor que uno tiene hacia Dios. Es bien difícil de justificar y decir que uno ama a Dios pero después su vida es una constante desobediencia a Dios y a sus mandamientos. Por ello, la obediencia a los mandamientos de Dios es muestra del amor que se tienen hacia él. Ahora bien, Juan cualifica sus mandamientos, “y sus mandamientos no son gravosos”, es decir, los mandamientos de Dios no son una losa pesada en la vida de aquellos que los obedecen. Los mandamientos de Dios no son o deberían ser para aquellos que los obedecen un carga pesada de arrastrar y de cumplir. ¿Por qué diría algo así el apóstol? A grandes rasgos por lo que ha dicho en 1ª Juan 5:1-2. Todo el nacido de nuevo cree que Jesús es el Cristo y todo nacido de nuevo ama a sus hermanos en la fe nacidos también de Dios. Por tanto, el amor es el fruto que crece de haber nacido de nuevo. El amor hacia Cristo, el amor hacia los hijos de Dios, el amor hacia Dios, en el creyente no es una disposición natural sino el fruto del nuevo nacimiento, es parte del fruto del Espíritu que nos hizo nacer de nuevo. Por tanto, el nacido del Espíritu ama a Cristo, ama a los hijos de Dios, ama a Dios, y es precisamente este amor del nacido de nuevo a Dios que se muestra en la obediencia a sus mandamientos. Esta es la razón por la cual los mandamientos de Dios nunca son gravosos y pesados en el nacido de nuevo. Pueden ser, y de hecho lo son, difíciles en nuestra vida pero nunca pesados porque la obediencia es una obediencia por amor. Si alguien de manera continua encuentra pesadez, desgana, hastío en los mandamientos de Dios y la obediencia a ellos, haría bien en preguntarse cuál es su amor a Dios, haría bien en preguntarse si ha nacido de Dios, porque únicamente el nacido de Dios vence al mundo “porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo”.
      Aquí está la clave de lo que supone vencer al mundo. Para el nacido de nuevo los mandamientos de Dios pueden ser difíciles pero siempre serán ligeros porque la obediencia a ellos no surge por obligación ni legalismo sino por amor y por nuevo nacimiento. Siendo así, todo aquel nacido de Dios vence al mundo, es decir, vence a los valores, ideologías, pensamientos, corrientes de este mundo opuestas a Dios, a su voluntad y a sus mandamientos.
      El nacido de nuevo no solamente tiene en él el fruto del amor a Dios, no solamente tiene una nueva disposición para obedecer a Dios sino que tiene una nueva perspectiva del mundo, una perspectiva regenerada que le hace entender que los valores e ideologías de este mundo son caídos, contrarios a Dios y corroen la vida y el alma hasta la condenación misma. En el nacido de Dios, la perspectiva regenerada la permite ver esto al tiempo que ve la bondad y ligereza de los mandamientos de su Dios. Es así, entonces, que en el nacido de nuevo, la nueva disposición a obedecer los mandamientos de Dios le hace vivir conforme a la voluntad de Dios y no a la del mundo, es así que todo nacido de Dios vence la mundo. Cuando Dios nos hizo nacer de nuevo nos quitó la venda de los ojos, la luz brilló en medio de la oscuridad, la sabiduría clamó en medio de la necedad y vimos la grandeza de los mandamientos de Dios y la necedad del mundo. Es por ello que para que alguien sea capaz de discernir la grandeza de los mandamientos de Dios y lo nocivo del mundo, no solamente requerirá explicación de ello, sino que requerirá primeramente la predicación del evangelio que es poder de Dios para salvar, para regenerar, para hacer nacer de nuevo. Requerirá oración, que Dios cambie corazones de piedra en carne y llame eficazmente a la fe en Jesucristo.  Ciertamente no hay mayor victoria que la fe del nacido de nuevo “y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”.
      Juan especifica la victoria del nacido de nuevo. Podría pensarse que la victoria es algo asombroso y poderoso y ciertamente lo es pero no en las categorías de asombro y poder que quizás el mundo puede entenderlo. El apóstol describe que la victoria que ha vencido al mundo es “nuestra fe”. La fe es la mayor victoria del nacido de nuevo. Pero esa fe no es una confianza en cualquier cosa, la fe del nacido de nuevo es la confianza y creencia clara y concreta en la persona de Jesús como el Hijo de Dios. Había aquellos que negaban que Jesús fuese el Hijo de Dios, para Juan, estos seguían estando en el mundo y seguían siendo derrotados por el mundo mismo.
      El mundo con sus valores e ideologías no cree en lo más profundo de su ser que Jesús de Nazaret, fuese, sea y siga siendo por la eternidad el Hijo de Dios. Por tanto, negar dicha verdad fundamental es, no solamente ser parte del mundo sino ser vencido por el mundo mismo. La fe del nacido de nuevo en que Jesús es el Hijo de Dios es el aspecto identificativo de aquellos que han vencido al mundo. Jesús mismo fue aquel que dijo a sus discípulos: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). El resumen de los últimos discursos de Jesús a sus discípulos es la paz que ellos debían tener. Aun y cuando en el mundo tendrían aflicción debían confiar por la razón de que Jesús había vencido al mundo. La victoria anunciada de Jesús era la victoria de su glorificación en su muerte y resurrección. Es la gloriosa obra de Cristo que vence al mundo y que hace la oposición del mundo estéril e infructífera. El mundo nunca vencerá porque Cristo venció y aquellos que nuestra fe cree y sigue creyendo que Jesús es el Hijo de Dios quien venció, somos los que aun y las aflicciones, tribulaciones, ataques y oposiciones del mundo, hemos vencido y seguimos venciendo al mundo porque amamos a Dios y sus mandamientos guardamos.