PRECIOSA REDENCIÓN
“Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas,
y os he traído a mí. Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardaréis mi pacto,
vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos;
porque mía es toda la tierra”
(Éxodo 19:4-5)
      La Biblia utiliza diversas imágenes para hablar de la gran salvación que Dios ha obrado para su pueblo. Cada una de las imágenes usadas por las Escrituras es una pequeña descripción de la preciosa naturaleza y esencia de la redención. Por ejemplo, no hemos sido rescatados con cosas corruptibles como oro o plata sino con la sangre preciosa de Cristo (1ª Pedro 1:18-19). Hemos sido llevados de las tinieblas a la luz admirable (1ª Pedro 2:9). Por la gracia soberana de Dios hemos sido hechos para la alabanza de la gloria de su gracia (Efesios 1:6). Sin lugar a duda, la Biblia utiliza imágenes que muestran lo preciosa que es la redención que Dios ha dado a su pueblo. Preciosa por la sangre preciosa de Cristo que fue derramada en la cruz. Preciosa porque la luz que resplandece en ella es la luz admirable del reino al que hemos sido trasladados. Preciosa porque siendo pecadores, hemos sido hechos para la alabanza de la gracia sublime de nuestro Dios. Considerar las imágenes que la Biblia usa para describir la salvación es una manera de poder sondear la belleza de la preciosa redención que nos ha sido dada como pueblo de Dios y que nunca deberíamos olvidar. Nunca deberíamos cansarnos de contemplar las imágenes que muestran lo preciosa que es la redención. Son como las diferentes caras de un prisma que reflejan los diferentes tonos y colores de la salvación. Fue Dios mismo en Éxodo 19:4-5 quien dio a su pueblo Israel una serie de imágenes que el pueblo debía recordar para poder considerar la gran y preciosa redención que Dios había obrado a su favor: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardaréis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra”.


      Las palabras de Dios a su pueblo muestran básicamente tres imágenes que comunican lo grande y preciosa que fue la redención que Dios obró y seguía obrando en Israel. Primero, una imagen de victoria y preservación. Segundo, una imagen de relación y tercero una imagen de posesión especial. Éxodo 19:4-5 forma parte de una sección mayor e importante en la historia de Israel que quedó narrada en el libro del Éxodo. De manera concreta, forma parte de la sección de Éxodo 19-24 la cual describe el momento en que Dios creará a Israel como el pueblo del pacto. Tal y como Dios le dijo a Moisés, la primera parada después que saliesen de Egipto debía ser el monte Sinaí (Éxodo 3:12). Allí Israel adoraría a su Dios, pero algo grande Dios haría con ellos, crearía a Israel como su pueblo del pacto. Dios establecería una relación basada en el amor leal y fiel. Ahora bien, antes de eso, Dios llamó a Israel a mirar atrás en la historia y recordar como él había obrado sobre los egipcios y les había preservado en su camino por el desierto hasta llegar al monte “vosotros visteis lo que hice a los egipcios y cómo os tomé sobre alas de águilas”. Dios llama a su pueblo a recordar cómo su brazo fuerte obró sobre la primera potencia mundial de aquel tiempo que había estado oprimiéndoles por cuatrocientos años. Debían recordar lo que Dios había hecho con los egipcios. Debían ver cómo Dios trajo las plagas sobre Egipto y cómo Dios cerró el mar cuando los egipcios cruzaron hundiendo los carros de Faraón. En pocas palabras, Israel no podía perder de vista la gran victoria que supuso la salvación. Dios venció a sus enemigos para salvar a su pueblo. Pero había algo más, Israel también debía recordar la preservación soberana de Dios a lo largo del peregrinaje en el desierto. Mediante la imagen de las alas de águilas Dios les muestra que su salvación no solamente supuso la liberación de sus enemigos sino la experiencia en el peregrinaje de su vida por el desierto de la protección y preservación divinas “y cómo os tomé sobre alas de águilas”.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Dios nuestro, ayúdanos a siempre recordar y meditar la belleza de la redención que por tu gracia nos has dado en tu Hijo Jesucristo. Dios nuestro solamente decirte, gracias por tu preciosa redención.
Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Éxodo 19:1-6

MIÉRCOLES

Salmo 105:1-45

JUEVES

Hechos 7:1-60

VIERNES

Colosenses 2:8-15

SÁBADO

1ª Pedro 2:4-10
      Ciertamente la imagen es preciosa. En el desierto Israel vio de día la columna de humo y de noche la columna de fuego. Comió del maná y del sustento que Dios soberanamente les dio en medio del desierto árido y seco. Aun y cuando no lo supiesen, Israel estaba siendo llevado por la mano protectora y preservadora de Dios, les tomó “sobre alas de águilas”, salvaguardados y protegidos por Dios. El vuelo de las águilas es majestuoso, elevado, difícil de alanzar a esas alturas. El pueblo de Dios fue llevado por el desierto de manera similar por su Dios. Dios mismo marcó su itinerario por el desierto, pero también fue Dios mismo quien se encargó que fueran llevados en las alturas de tal manera que no pudiesen ser alcanzados por nada ni por nadie. Fueron, por lo tanto, protegidos y preservados por Dios como si Dios les hubiese tomado sobre alas de águilas. El v.4 resume la victoria y la preservación de Dios en la redención del pueblo. Eso era lo que Israel debía ver y no olvidar. No podían creer que habían llegado hasta ese monte debido a su propia fortaleza. No podían ver que su esfuerzo era el que les había llevado hasta ese momento. Debían ver y entender que fue la soberana gracia de Dios, la providencia divina obrada en su vida la que les llevó hasta donde estaban. Debían ser capaces de ver y reconocer que fue la gracia de Dios la que obró en ellos. Por gracia fueron depositarios de la victoria de Dios y por gracia fueron receptores de la preservación y protección de Dios. Las alas de águilas fueron únicamente para ellos por la sola gracia divina. Esta primera imagen de victoria y preservación sirve a la segunda imagen, la relación.
      Dios venció a los egipcios y preservó a su pueblo en el desierto para llevarlos a él “y os he traído a mí”. Lo precioso de esta imagen reside en lo que ella misma comunica. La imagen habla de relación e intimidad. Si Dios venció a los enemigos de su pueblo, si Dios preservó a su pueblo en medio del desierto fue todo para llevarlos a él. Por lo tanto, la redención implica relación con Dios.  Esta pequeña frase no tiene paralelo en las Escrituras Hebreas indicando así la importancia de la misma y lo significativo de la redención que Dios obró. Sin lugar a duda, que Dios hubiese liberado a Israel de sus enemigos era parte asombrosa de la redención. Ciertamente que Dios hubiese protegido y preservado a su pueblo era parte preciosa de la redención. Pero quizás, lo mayor de esa redención fue el propósito de relación. La victoria y preservación obradas por Dios fue para que su pueblo fuese traído a él. La grandeza de la redención reside en que Dios salva para traer a los suyos a él mismo. Esta relación es la sola iniciativa y logro divino. Una relación que no era cualquier tipo de relación sería una relación de pacto en la que Israel sería el tesoro especial del pueblo de Dios.


      La tercera imagen que habla de lo preciosa que es la redención obrada por Dios se encuentra en el v.5 “ahora pues, si diereis oídos a mi voz, y guardaréis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra”. La relación que Dios establecería con su pueblo no estaba exenta de la obediencia. Israel debía guardar las palabras del pacto que Dios establecería en los siguientes capítulos. Ahora bien, en esa relación de pacto Israel sería para Dios el “tesoro especial sobre todos los pueblos”. La palabra “tesoro” refleja el tesoro especial que tenían los reyes (1ª Crónicas 29:3). Los reyes podían tener una gran cantidad de posesiones, pero había aquello que eran las joyas de la corona. De todas sus posesiones y tesoros había aquello que era una posesión especial, de valor distinto e incalculable. Para Dios, su pueblo redimido y de pacto sería su posesión especial, incalculable, preciosa y más valiosa. Aun y cuando toda la tierra es posesión de Dios, es su pueblo redimido el que sustenta una posición de un alto valor como posesión de Dios. Dios podía decir de su pueblo “vosotros seréis mi pueblo” e Israel podía decir “tú serás nuestro Dios”. Una relación íntima que situaba a Israel por la redención obrada por gracia como el tesoro precioso, único, valioso y amado de su Dios. Ciertamente una imagen preciosa ¿quién se hubiese imaginado que un pueblo que no era el más grande entre las naciones acabaría siendo el más amado, valioso y grande para Dios? Victoria y preservación, relación y posesión son tres imágenes que describen lo precioso de la redención obrada de principio a fin por Dios. Ahora bien, son imágenes que apuntan a la belleza sublime del cumplimiento de esa redención de Israel en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo.
      El éxodo no fue más que el anuncio del gran éxodo que Dios traería en Jesucristo. No fue más que la sombra de lo que tenía que venir, la sombra de una victoria y preservación mayores, de una relación sublime y de una posesión increíble. La redención obrada en Egipto no fue más que el anuncio de la preciosa redención que Dios acabaría obrando en Jesucristo. Porque es en Cristo que la belleza de la redención obrada bajo el antiguo pacto alcanza su máximo esplendor. No deberíamos nunca olvidarnos como pueblo de Dios de la preciosa redención que nos ha sido dada por la gracia de Dios en Jesucristo. El llamado de Dios en el éxodo es el llamado a nosotros los creyentes en Cristo a ver lo que Dios hizo por gracia en nuestra salvación. Obró la victoria de nuestros enemigos en la cruz del Calvario. La muerte, el pecado y Satanás fueron vencidos y ciertamente Dios nos tomó sobre alas de águila para llevarnos a él. La providencia divina, es decir, la preservación, control y gobierno de Dios de todas las cosas es un gran maestro. Dios no nos dejó de la mano, sino que su providencia nos preservó, protegió y proveyó para que el itinerario de nuestro peregrinaje nos llevase a entrar en relación con Dios. Dios hubiese podido dejarnos de la mano, pero, no lo hizo. Su mano preservadora nos llevó a él, fue su propósito, su iniciativa y su logro. Quizás, después de muchos años podemos mirar atrás y ver esos trazos de la preservación de Dios en nuestras vidas y podemos entender como fue Dios quien nos llevó a él. Esos trazos en nuestra vida no son más que los trazos de la gracia sublime de Dios para hacernos su pueblo, su especial tesoro, para que pudiésemos decir y podamos seguir diciendo por toda la eternidad “tú eres nuestro Dios y nosotros tu pueblo”. Así como Dios llamó a Israel a ver el prólogo histórico de lo preciosa que fue su salvación, de la misma manera nosotros deberíamos mirar continuamente el prólogo histórico de nuestra preciosa redención en Cristo. Es como si Dios dijese “visteis lo que hice en la cruz venciendo a los enemigos de vuestras almas. Visteis como no os deje para llevaros a mí. Ahora pues, no os olvidéis, guardad mi nuevo pacto en Cristo porque aun y cuando todo es mío vosotros iglesia mía, sois mi posesión más preciada y amada”. Gloria a Dios por ello.