SEÑAL DE SANGRE
“Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto”
(Éxodo 12:13)

      Alguien dijo una vez que la religión revelada en las Escrituras era una religión de sangre. Ciertamente una afirmación así puede ser mal entendida. Alguien podría aducir, mirando la historia de la humanidad, que mucha sangre se ha derramado entre pueblos y naciones en el pasado usando la Biblia y esgrimiendo la justificación de hacerlo en nombre de Dios. Otros podrían tomar las palabras de Tertuliano, “la sangre de los mártires es la semilla del evangelio” para tratar de explica la afirmación de que la religión revelada en las Escrituras es una religión de sangre. Sin duda alguna y de manera innegable quien así pensase estaría en lo correcto en que la historia pasada es testigo de sangre derramada muchas veces de manera grotesca, violenta y de manera ilegítima. Ahora bien, la afirmación de que la religión revelada en las Escrituras es una religión de sangre, nada tiene que ver con lo comentado. La revelación bíblica sin lugar a dudas hace un énfasis central en el derramamiento de sangre pero siempre ligada al sacrificio necesario para la salvación o redención. El ser humano cuando pecó contra Dios en Génesis 3 se apartó del Dios de vida. Esta es la razón por la cual lo único que el ser humano podía encontrar alejado del Dios de vida, era muerte. Es cierto que la revelación bíblica se construye sobre el derramamiento de sangre pero, un derramamiento que será el único manantial para volver al Dios de vida, es más, será lo único dado por Dios mismo para ello: “porque la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas, y la misma sangre hará expiación de la persona” (Levítico 17:11). Dios estableció el sistema de sacrificios en la ley que entregó a su pueblo basado sobre el derramamiento de sangre, una sangre que era señal de redención y sustitución. La víctima inocente tomaba el lugar del culpable, la sangre derramada testificaba de la expiación de los pecados que la víctima inocente cagaba en lugar del culpable y así la sentencia de muerte era saldada y la vida fluía sobre aquel que había sido perdonado por la sangre derramada. Ahora bien, antes del establecimiento del sistema de sacrificios en la ley, Dios dio la sangre por señal a su pueblo en el evento salvador por excelencia en el Antiguo Testamento, el éxodo.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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“La sangrienta cruz al contemplar, do el Rey de gloria padeció, riquezas quiero despreciar y a la soberbia tengo horror. Mi gloria y mi blasón será, la cruz bendita del Señor, y lo que di a la vanidad se lo dedico con amor. Sus manos, su costado y pies de sangre manantiales son, y las espinas de su sien mí aleve culpa las clavó. Cual vestidura regia allí, la sangre cubre al Salvador. Y pues murió Jesús por mí, por Él al mundo muero yo. ¿Y qué podré yo darte a ti a cambio de tan grande don? Todo es pobre, todo es ruin; toman, ¡oh Dios! mi corazón” Amén.
TEXTOS PARALELOS PARA MEDITAR
MARTES

Éxodo 12:1-51

MIÉRCOLES

Mateo 26:17-30

JUEVES

Marcos 1:1-31

VIERNES

Lucas 22:39-71; 23:1-56

SÁBADO

Juan 20:1-317
      Antes de que el brazo fuerte de Dios se extendiese de manera final sobre Egipto para liberar a su pueblo, Dios estableció la Pascua y mandó a su pueblo que sacrificase un cordero sin defecto, macho de un año y la sangre del cordero sacrificado fuese puesta en los postes y dinteles de las puertas de cada casa, ¿para qué? Para que la sangre actuase a modo de señal “y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto” (Éxodo 12:13). La sangre del cordero del éxodo actuaba como señal en dos maneras: Primero, era una señal de fe para el pueblo y segundo era una señal de redención del juicio de muerte. Éxodo 12 forma parte de una sección mucho mayor en el libro de Éxodo. De manera específica es la culminación de las plagas que Dios envió sobre Egipto. Cuando Moisés se presentó delante de Faraón y le dijo que Dios había dicho que dejase ir a su primogénito Israel, Faraón preguntó “¿Quién es Jehová para que yo oiga su voz y deje ir a su pueblo? Yo no conozco a Jehová ni tampoco dejaré ir a Israel” (Éxodo 5:2). Las plagas que Dios enviaría sobre Egipto serían la repuesta de Dios a Faraón. Las plagas - entre otras cosas - serían la revelación de quien es Jehová. Para Israel, sería la revelación de que su Dios es aquel que se presentaba para redimirles de la esclavitud de Egipto mientras que para Farón, sería la revelación de Dios como el poderoso varón de guerra que venía a juzgar a Egipto. Diez plagas envió Dios sobre Egipto y en nueve de ellas Israel no tuvo que hacer nada, el pueblo de Dios estuvo protegido y salvaguardado por la providencia de su Dios. Ahora bien, la décima plaga era distinta a todas. La décima plaga era la muerte de todo primogénito tanto de animales, de egipcios como también de todo israelita que no hiciese lo que Dios mandaba. Dios se presentaría esa misma noche y acabaría con todos los primogénitos, la muerte misma sería el gran clamor que se levantaría en Egipto. De todas maneras, Dios dio a su pueblo el único medio de redención, la sangre del cordero pascual, esa sangre sería una señal de fe para el pueblo “y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis”.


      Debe notarse las palabras de Dios a su pueblo “la sangre os será por señal”. La sangre derramada del cordero pascual y puesta sobre los dinteles y postes de las puertas de cada casa, sería primeramente señal para el propio pueblo. Uno podría primeramente pensar que la sangre sería señal primero para Dios. Cuando el ángel de Jehová pasase por esa casa y viese la sangre, entonces sería señal para él que esa casa había obedecido en el sacrificio del cordero pascual y, por lo tanto, no debía entrar en ella. Ciertamente actuaba también a modo de señal para Dios, “y veré la sangre y pasaré de vosotros”, ahora bien, la señal era primeramente para Israel. La sangre les fue dada por señal a todos aquellos que primeramente habían creído en lo que Dios les había mandado. La sangre puesta en las puertas de cada casa era señal de que habían creído en lo que Dios había pedido y habían obrado en obediencia en base a su fe. Habían sacrificado al cordero sin defecto y puesto su sangre en las puertas como muestra que habían creído en el Dios que se lo había mandado. Por ello, esa sangre era señal de fe para Israel. Señal que habían creído en la sangre de ese cordero sacrificado como el único medio de protección de la plaga que se cernía sobre Egipto y sobre cada casa que no estuviese cubierta por la sangre del cordero. Esa sangre del cordero debía venir acompañada por la fe de aquellos que habían pintado las puertas con esa sangre. La sangre era señal de fe ya que aquellos que no la pusieron demostraron que no creían ni en esa sangre, ni en ese cordero sacrificado ni en el Dios que lo había establecido. Aquellos que habían creído a Dios y puesto es sangre del cordero en sus casas, habían creído que ese cordero y su sangre era señal de redención del juicio divino.
      ¿De qué fue salvado Israel en Egipto? Ciertamente fue salvado de la esclavitud, del yugo de Faraón que les oprimía pero, algo que en ocasiones se pierde de vista es que Israel fue salvado de la muerte como juicio divino. La sangre del cordero pascual simbolizaba que la victima inocente del cordero pascual había sido sacrificada en lugar de aquellos que estaban reunidos en esa casa. La sangre era señal que el cordero se había llevado el juicio de la muerte en lugar de aquella o aquellas familias que habían participado del sacrificio de ese cordero. La sangre era señal que mostraba que habían creído que haciendo esto el juicio de Dios pasaría aquella noche de largo de su casa “y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto”.
      Israel no sería únicamente redimido de Egipto sino de “la plaga de mortandad” con la que Dios heriría a Egipto. Dios vería esa sangre del cordero y su juicio e ira serían satisfechos, Dios pasaría por encima de esa casa y la muerte no la tocaría. Israel fue redimido de la ira y juicio de Dios, redimido de la muerte por la sangre del cordero. Ningún primogénito de esa casa que estuviese cubierta por la sangre del cordero moriría, únicamente moriría el cordero. Todos aquellos que así creyeron, que así obedecieron fueron salvos de ese juicio y salieron como pueblo redimido en el éxodo. Esa sangre del cordero del éxodo fue dada como una última señal apuntando a la sangre derramada del último Cordero de Dios, nuestro Señor Jesucristo.


      El Nuevo Testamento de manera clara apunta a que nuestro Señor Jesucristo es el Cordero de Dios, el Cordero pascual último y definitivo en la historia de la salvación. El apóstol Pablo les dijo a los Corintios: “porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificado por nosotros” (1ª Corintios 5:7). Pablo identifica a Jesús como el Cordero pascual ya sacrificado. De la misma manera, los evangelios sitúan la muerte de Cristo en el contexto de la Pascua. Ahora el último Cordero pascual es dado por Dios a su pueblo. Fue Dios quien nos dio a su Hijo Jesucristo como el Cordero pascual para que su sangre no solamente quitase nuestro pecado sino que nos liberase de la ira de Dios y de la sentencia de la muerte. Comiendo con sus discípulos Jesús tomó la copa y les dijo: “esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:28). La sangre de nuestro Señor Jesucristo, el Cordero que finalmente quita el pecado del mundo, nos fue dada igualmente como señal de fe para todos nosotros. La sangre de Jesucristo no fue puesta sobre los postes y dinteles de las puertas sino sobre los postes de una vergonzosa cruz. Pero, así como la sangre en el éxodo fue señal de fe, igualmente actúa así la sangre del Cordero que Dios nos entregó. Contemplar esa sangre derramada en esa sangrienta cruz debe ser hecho con obediencia de fe. Nos acercamos a esa cruz sangrienta creyendo que solo de Jesús la sangre nos puede dar perdón.
       Nos acercamos creyendo que Jesucristo es el Cordero que el Padre nos dio para nuestro perdón y salvación, para ser liberados del juicio de la ira de Dios y de la muerte eterna. Quizás te resulte difícil entender o poder aceptar la idea de la sangre de Cristo como señal de redención de la ira y juicio divino. Resulta difícil en ocasiones aceptar esa idea de juicio pero, bíblicamente es ineludible. Ahora bien ¿que debes considerar? Considera al Cordero que Dios entregó, el Señor Jesucristo. Considera su preciosa sangre derramada para redención. Considera la sangrienta cruz como Isaac Watts lo hizo: