PONLO A MI CUENTA
“Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta”
(Filemón 1:18)
      Todo aquel que se ha encontrado en la situación de tener deudas sabe la carga que pueden llegar a suponer. Una deuda es como un lastre, como una cadena atada al pie de aquel que es reo y preso de la deuda hasta que ella sea completamente saldada. No es de extrañar que la Biblia claramente establezca que no se deba nada a nadie porque aquel que debe es esclavo de aquel al que debe. Muchas veces se dice que la cancelación de la deuda no es algo posible ya que de una manera u otra la deuda debe ser saldada, de una manera u otra alguien debe saldar la deuda o el daño producido y esto es precisamente lo que el apóstol Pablo le dijo a su querido hermano en la fe Filemón “y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuente” (Filemón 18). Unas pocas palabras que dicen mucho más de lo que a primera vista puede leerse. En las palabras del apóstol Pablo a Filemón hay dos realidades expresadas. La realidad del daño o deuda producida y la realidad de la sustitución para el perdón del daño o deuda.


      Las palabras del apóstol están expresadas a modo de condición “y si en algo te dañó, o te debe”. Ciertamente estas palabras deben ser vistas y entendidas dentro del conflicto que se había generado entre Filemón y Onésimo, aquel que por tiempo había sido esclavo en la casa de Filemón. Siendo las palabras de Pablo una condición podría pensarse que cabría la posibilidad de que Onésimo no hubiese hecho ningún mal o afrenta a su amo Filemón, ahora bien, toda la pequeña carta de Filemón no permite pensar así. Onésimo dañó a Filemón sin lugar a dudas. Toda la carta a Filemón es una pequeña y preciosa exposición de la reconciliación entre Filemón y Onésimo como dos individuos que ahora eran primeramente hermanos amados en Cristo. Si nada hubiese pasado entre ellos ¿que motivo habría para que Onésimo hubiese abandonado la casa de Filemón sabiendo lo que eso podría suponer para él como esclavo? Si nada había pasado ¿qué razón habría para que Pablo mostrase a Filemón que, en base al amor con el que los corazones de muchos hermanos habían sido confortado, ahora debía recibir a Onésimo como amado hermano en Cristo y confortar así al apóstol? Sin lugar a dudas esta expresión condicional “y si en algo te dañó, o te debe” no debe entenderse como una posibilidad sino como una realidad.


      Onésimo dañó a Filemón de alguna manera que Pablo no menciona. Pudo ser que Onésimo robase a Filemón de manera consciente o bien pudo ser que Onésimo como esclavo cometiese algún error grave que le generase un daño económico a Filemón. El apóstol Pablo a lo largo de esta pequeña carta utiliza términos comerciales, como por ejemplo, “ponlo a mi cuenta”, una expresión que habla de transacciones comerciales en aquel tiempo. Siendo así, el daño o la deuda que Onésimo generó a Filemón fue un daño o deuda económica, ya fuese por robo o por error. Fuese como fuese, la situación entre Onésimo y Filemón muestra una realidad ineludible en las relaciones, la realidad del daño o deuda que puede muchas veces ser causada por parte de uno a otro y dañar así la relación. Onésimo antes de ser creyente dañó a Filemón de alguna manera y esa herida, aun y cuando ahora ambos estaban en Cristo como amados hermanos, todavía estaba abierta y debía ser sanada. Dejar las heridas, daños o deudas abiertas en las relaciones no sierva más que para una única cosa, hacer que esa relación sea imposible a lo largo del tiempo. Lo único que hace es que en esa relación un muro frío se levante entre ambas partes. Onésimo y Filemón nos muestran que tristemente debemos ser conscientes y afrontar la realidad del daño y deuda que puede producirse en nuestras relaciones. No vivimos en un mundo sin conflictos y sin duda alguna no somos seres humanos sin conflictos y esta realidad es patente incluso entre hermanos en Cristo. Los daños y deudas están, son una realidad y no desaparecen por habernos convertido a Cristo. Onésimo por la gracia de Dios aceptó a Cristo por la predicación del apóstol Pablo (v.10), ahora era hermano amado y así debía recibirse (v.16), pero esto no hizo que el daño o la deuda desapareciera automáticamente. Es un error pensar que el tiempo sanará las heridas y es un error pensar que por ser creyentes las cosas entre uno y otro se solucionarán sin necesidad de hacer nada. Ahora bien, la gran diferencia de estar en Cristo o no estarlo es que tenemos el glorioso evangelio de Cristo que, no solamente nos marca el principio a seguir para saldar ese daño o deuda, sino que también es el poder que nos permite hacerlo. Las palabras del apóstol nos muestran una segunda realidad, que frente al daño o la deuda está la realidad de la sustitución para el perdón del daño o la deuda.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Pastor Rubén Sanchez Noguero - Móvil: 610.224.965 - emali: rsanchez111@yahoo.es
Padre, gracias te doy porque mi daño lo sanaste y mi deuda la saldaste en la persona de tu Hijo Jesucristo. Ayúdame a poder decir en relaciones dañadas y en deudas entre hermanos “ponlo a mi cuenta”. Que tu gracia sea lo que me ayude a ser instrumento de reconciliación. Que tu gracia sea lo que me ayude a poder aplicar el glorioso evangelio de nuestro Señor Jesucristo en toda circunstancia y relación para gloria a tu nombre.
Amén.
MARTES

Leer: Gálatas 1:3-7

Meditar: Meditar sobre lo que significa que Cristo se dio a sí mismo por nuestros pecados. Meditar sobre el carácter sustitutorio y penal de la muerte de Cristo. Meditar en el propósito de la muerte de Cristo expresado en el v.3. Meditar de la relación que establece Pablo entre el evangelio y el llamado por la gracia de Cristo en el v.6. Medita sobre la absoluta singularidad del evangelio.

Orar: Padre, gracias te doy porque fue tu voluntad llamarme por la gracia inmerecida de mi Señor Jesucristo. Gracias porque tu Hijo murió en mi lugar y llevó el castigo por mi pecado. Padre, ayúdame a que nunca me aparte de este único evangelio y sea consciente que no hay otro evangelio que el que proclama tu Palabra.


MIÉRCOLES

Leer: Mateo 18:21-35

Meditar: Medita sobre la pregunta de Pedro a Jesús. Medita en la respuesta de Jesús en el v.22 y la realidad de no poner límite al perdón. Medita en el principio del perdón de la parábola explicada por Jesús. Medita en lo que puede significar la incapacidad de perdonar en nuestra vida.

Orar: Señor te pido que por tu gracia nunca llegue a poner límite al perdón que debo extender hacia mis hermanos en Cristo. Señor ayúdame a que el perdón tan grande que por gracia he recibido de ti pueda extenderlo a aquellos que me han ofendido, dañado y pueden ser deudores en mi vida.


JUEVES

Leer: Mateo 6:14-16

Meditar: Medita sobre el contexto general en el cual se encuentran los vv.14-15. Medita sobre cómo debe entenderse el perdonar a otros para ser perdonados por Dios ¿crees que estas palabras significan que el perdón de Dios es dependiente a nuestro perdón? O ¿crees que significan que si perdonamos es porque hemos conocido el perdón de Dios en nuestra vida y si no perdonamos es porque quizás no hemos conocido el perdón divino?

Orar: Señor, te pido que pueda perdonar las ofensas que han podido ser hechas en mi vida. Padre habiendo conocido tu gran y divino perdón, que tu gracia me ayude a poder perdonar. 


VIERNES

Leer: Gálatas 6:1-3

Meditar: Medita sobre la realidad del pecado en la vida de nuestros hermanos. Medita sobre lo que significa ser espiritual según Pablo en el v.1. Medita sobre la restauración que aquellos que son espirituales deben aplicar y cómo deben hacerlo con aquellos hermanos que han cometido faltas. Medita sobre el principio de sustitución que aparece en el v.2 ¿cómo crees que esto cumple la ley de Cristo?  Medita sobre la importancia de tener una correcta perspectiva de uno mismo expuesta en el v.3 en el tema de restaurar y sobrellevar las cargas de los demás.

Orar: Señor ayúdame a ser porteador de las cargas de mis hermanos así como Cristo fue porteador de mis propias cargas. Señor hace tener una visión de humildad que haga que no crea que soy más perfecto que los demás. Ayúdame a restaurar con perdón y mansedumbre a mis hermanos caídos.


SÁBADO

Leer: Isaías 53:1-11; 1ª Pedro 2:23-25

Meditar: Medita en la realidad que el Siervo de Jehová llevó nuestras transgresiones. Medita en el carácter sustitutorio y penar (llevar el castigo) del sacrificio del Siervo de Jehová. Medita en cómo fue la voluntad de Dios que ese fuese el carácter de dicho sacrificio. Medita en cómo el texto de 1ª Pedro lleva a cumplimiento Isaías 53 en Jesucristo y su obra.

Orar: Padre, te alabo porque fue tu voluntad que tu Hijo llevase mis pecados y transgresiones y sufriese el castigo por mi pecado para así poder tener perdón y vida eterna. Señor Jesús, te alabo porque por obediencia al Padre y amor a los tuyos llevaste mi en tu cuenta mi pecado. Espíritu Santo, te alabo por haber aplicado a mi vida la gran obra de redención del Hijo de Dios.
      Hace años en Canadá la esposa de un pastor comentó que la sociedad en la que vivimos es una sociedad endeudada. Los grandes coches que podían verse por la calle, la cantidad de gente saliendo con bolsas y más bolsas de los centros comerciales no eran más que la evidencia palpable y visible de una sociedad endeudada. Sus palabras ante esta situación fueron: “todo esto es a base de tarjetas de crédito, esto no es más que el espectáculo de una sociedad hundida en deudas”. Ciertamente es así, no es oro todo lo que reluce y posiblemente detrás de la opulencia se encuentra la realidad de ser deudores y esclavos de las deudas que han generado.
      Pabló no terminó diciendo “y si en algo te dañó, o te debe” sino que su condicional la terminó con “ponlo a mi cuenta”. Las palabras de Pablo son una declaración de su voluntad de ser él mismo quien saldase la deuda que Onésimo tenía con Filemón. Pablo no establece la manera en la que saldaría ese daño o deuda pero sí demuestra que el principio para saldarla sería mediando él mismo como sustituto. La única manera que ese daño o deuda sería saldada entre Onésimo y Filemón sería por el principio de sustitución, Pablo sería aquel que identificándose en el lugar de Onésimo permitiría voluntariamente que su daño o deuda fuese cargada a su cuenta.
      ¿Por qué haría algo así Pablo? O mejor dicho ¿de dónde aprendería algo así el apóstol Pablo? No es riesgoso aventurarse a decir que Pablo está aplicando un principio vital del evangelio de nuestro Señor Jesucristo, el principio de sustitución en la muerte de Cristo en la cruz. El daño o deudas en nuestras relaciones no son más que el reflejo del quiebre relacional que se produjo en Génesis 3 cuando Adán y Eva pecaron contra su creador. La relación entre ellos se rompió, la desconfianza entró entre el uno y el otro, las acusaciones y autojustificaciones empezaron a ser una realidad en su relación, pero todo ello no era más que la evidencia de haber dañado y entrado en una deuda impagable con el Creador. La solución no fue que el tiempo sanaría el daño, la solución fue que nuestro Señor Jesucristo en obediencia al Padre tomase nuestro lugar en sustitución en aquella cruz y sobre él fuese el daño y la deuda por nuestro pecado. Perfectamente las palabras de Pablo podrían ser aplicadas a Cristo delante del Padre “y si en algo te han dañado, o te deben, ponlo a mi cuenta” y así lo hizo el Padre.


      El sacrificio de Cristo fue sustitutorio, es decir, tomó el lugar del pecador, y fue penal, llevó la culpa y castigo por el pecado. El pecado fue puesto a su cuenta y a la cuenta del pecador arrepentido fue dada la justicia de Cristo por medio de la fe. La justicia que reconcilia y deja al pecador en paz para con Dios y fue precisamente este gran principio el aplicado por Pablo en la relación entre Onésimo y Filemón. El apóstol Pablo nos deja ver cómo debe funcionar el glorioso evangelio de la reconciliación en nuestras relaciones. Habrá momentos y ocasiones en los que deberemos ser capaces de tomar la afrenta de otros y decir “ponlo a mi cuenta” para que así la reconciliación pueda darse. Habrá momentos en los que el daño quizás habrá sido grande en nuestra vida y es ahí cuando debe aplicarse el perdón y la reconciliación de saber que Cristo tomó a su cuenta nuestra culpa y pecado, de saber que el evangelio no nos llama a dejar la relación sin reconciliación. Si Cristo por obediencia y amor tomó nuestro daño y deuda a su cuenta ¿cómo no lo haremos nosotros con nuestros hermanos amados?