SE DIO A SÍ MISMO
“Gracia y paz sean a vosotros, de nuestro Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo,
el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre”
(Gálatas 1:3-4)

       Tres cruces fueron levantadas en el monte Calvario, dos cruces sobre las cuales fueron colgados dos ladrones culpables de sus delitos y una cruz en la cual fue colgado Jesucristo inocente de todo delito. El reconocimiento de la inocencia de aquel que estaba colgado en la cruz central fue reconocido incluso por uno de los ladrones: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo” (Lucas 23:41). El mismo ladrón de la cruz reconoció que ellos estaban colgados en aquellas cruces pagando justamente por aquellos delitos que habían cometido, pero ¿qué sucedía con Jesús? ¿Qué sucedía con aquel que el mismo ladrón reconoció que ningún mal hizo? Si son tomadas las palabras del ladrón con relación a sus propios hechos, ese delincuente tenía claro que estaba en aquella cruz pagando justamente por sus delitos, entonces, si Jesús no hizo mal alguno ¿por qué estaba en aquella cruz? ¿Por qué hechos estaba Jesús recibiendo el juicio y castigo en aquella cruz? El apóstol Pablo lo expresa de manera clara a las iglesias que escribió en la región de Galacia. Pablo en su saludo a esas iglesias les expone brevemente la razón de la entrega de Jesucristo en la cruz “Gracia y paz sean a vosotros, de nuestro Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gálatas 1:3-4). El apóstol determina primeramente, la entrega de Jesús en la cruz, segundo el propósito de esa entrega y tercero la razón de dicha entrega.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Gracias Dios y Padre celestial por la voluntad de que tu Hijo diese su vida por mí para perdonarme de mis pecados y hacer algo nuevo de mí. Gracias Señor Jesús porque te diste por mis pecados. Gracias Dios por la cruz.
MARTES

Leer: Juan 10:9-18

Meditar: ¿Qué dos parábolas explica Jesús en estos versículos? ¿Qué dos imágenes utiliza Jesús para describirse a él mismo? ¿Cuál es la diferencia entre Jesús y el asalariado? ¿En qué se basa el conocimiento mutuo de Jesús y las ovejas? ¿Cuál es la razón por la que el Padre ama al Hijo? ¿Quién pone su vida? ¿Quién toma su vida? ¿Cómo expresa Jesús en el v.18 que está en su voluntad poner su vida por las ovejas?

Orar: Da gracias a Jesucristo porque él es la puerta para salvación y el buen pastor que pone su vida por las ovejas. Bendice a Jesucristo porque él de su propia voluntad puso su vida para salvación y tuvo el poder para volverla a tomar en la resurrección.


MIÉRCOLES

Leer: Marcos 10:39-45

Meditar: ¿A qué crees que se refiere Jesús cuando les dijo a sus discípulos que beberían de su vaso y serían bautizados con su bautismo? ¿Cuál fue el debate que inició la conversación con Jesús? ¿Cuál es la respuesta que da Jesús a partir del v.42 al debate de los discípulos? ¿Cuál debe ser la diferencia entre las naciones del mundo y los discípulos de Cristo? ¿Cuál es el ejemplo que Cristo establece? ¿Para qué vino el Hijo del Hombre? ¿Cuál es el propósito de entregar su vida? ¿Crees que la entrega de su vida fue algo voluntario por parte de Jesús? ¿Por qué? 

Orar: Bendice a Jesucristo porque la entrega de su vida fue voluntaria y tuvo un propósito redentor. Pide a Dios que por su gracia tu actitud sea la misma que hubo en Cristo, servir con tu vida y no ser servido. 


JUEVES

Leer: Isaías 53:1-12; 1ª Pedro 2:21-25

Meditar: ¿Cuál es el anuncio que según Isaías es difícil de creer? ¿Qué es lo que hizo el siervo de Jehová con las rebeliones y pecados del pueblo? ¿Qué te hacer pensar del sacrificio del siervo la expresión “mas él herido fue por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados? ¿Quién fue el que quebrantó al siervo? ¿Qué te hace pensar que fue Dios quien quebrantó al siervo? ¿Cómo crees que esto se cumple en Jesucristo según 1ª Pedro 2:21-25

Orar: Bendice a Dios porque estuvo en su voluntad quebrantar a su Hijo en la cruz a causa de nuestro pecado para obrar así la salvación. Bendice a Dios porque por medio del sacrificio substitutorio y penal de Jesucristo tenemos perdón de pecados.


VIERNES

Leer: Romanos 3:21-26

Meditar: ¿Cuál crees que es el tema general de estos versículos? ¿Cómo entiendes los vv.21-22 con relación a la manifestación de la justicia de Dios? ¿Por qué la justicia de Dios se manifiesta por medio de la fe en Jesucristo? ¿Qué te sugiere la imagen de “redención en su sangre”? ¿Qué te sugiere la idea de propiciación? ¿Qué te sugiere la idea que Dios sea el justo y el que justifica?

Orar: Bendice a Dios por la gran obra que realizó Jesucristo en la cruz. Alaba a Dios porque en la obra de Cristo tenemos redención, es decir, la liberación y perdón de nuestros pecados. Alaba a Dios porque en Cristo la ira de Dios ha sido removida. Alaba a Dios porque él es el que justifica al que cree en Cristo. 


SÁBADO

Leer: 2ª Corintios 5:16-21

Meditar: ¿Qué sucede con aquel que está en Cristo Jesús? ¿Qué es aquello que proviene únicamente de Dios? ¿Qué es lo que estaba haciendo Dios en Cristo? ¿Cuál es el mensaje que es transmitido por el evangelio de Jesucristo? ¿Cómo entiendes y explicas el v.21? ¿Qué crees que significa que Cristo fue hecho pecado por nosotros? ¿Qué crees que significa que en Jesús fuésemos hechos justicia de Dios?

Orar: Bendice a Dios porque de él proviene la reconciliación obrada en nuestra vida. Alaba a Dios porque Jesucristo quien fue inocente llevó la culpa y pena de nuestro pecado para que así en él tengamos la justicia de Dios que nos perdona y declara no culpables delante de su presencia.
      Pablo se dirige a esas iglesias de la región de Galacia y, al igual que el resto de todas sus cartas escritas a diferentes iglesias, el apóstol empieza con el saludo de “gracia y paz” para aquellas iglesias. Pablo expresa su deseo de que el favor inmerecido y la paz que habla de reconciliación estén con aquellas iglesias que tristemente estaban en el peligroso camino de perder el único evangelio verdadero que existe (Gálatas 1:6-7). Pablo se sorprende de cómo esas iglesias por la influencia de aquellos que pervertían el evangelio y querían perturbar a esos creyentes se estaban apartando de aquel que les llamó por la gracia de Cristo para seguir otro mensaje que podía parecer el evangelio que Pablo les había predicado pero que no era en absoluto el evangelio único y verdadero. Se estaban apartando de aquel que les llamó por la gracia de Cristo (v.6) y es precisamente esa gracia la que necesitaban para no coger tal camino peligroso y sin retorno. Pablo pide que la “gracia y paz” que se encuentran y fluyen de “Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo” estén con esas iglesias de Galacia. No hay duda alguna que permanecer en el evangelio que nos fue anunciado y que recibimos es una responsabilidad de todo creyente y de toda iglesia pero es una responsabilidad que primeramente podemos cumplirla por la gracia de Dios en nosotros. Posiblemente no hay camino más peligroso a tomar que el camino de seguir un mensaje distinto al mensaje del evangelio que nos ha salvado y creado como iglesia, es por esta razón que, tanto el mensaje del evangelio como la exposición del mismo es aquello que suele ser atacado de manera más feroz y preeminente en la vida de la iglesia. Ahora bien, ¿qué mensaje estaban perdiendo?


      Estaban perdiendo de vista que el Señor Jesucristo fue aquel que “se dio a sí mismo por nuestros pecados”. Pablo describe bien al inicio de su carta el corazón mismo del mensaje del evangelio. El Señor Jesucristo se “dio a sí mismo” es una afirmación que habla del sacrificio de Jesús en la cruz. La entrega de Jesús en la cruz no fue primeramente un acto llevado a cabo por aquellas autoridades que decidieron poner a Jesús en la cruz. La cruz no fue un acto contrario a la voluntad de Jesús. La cruz fue la entrega voluntaria de Jesús. Las víctimas inocentes como corderos y carneros que quitaban el pecado bajo el antiguo pacto eran llevadas sin conocimiento de causa al sacrificio, no fue así en el sacrificio del la víctima inocente y definitiva en el nuevo pacto. Jesús tenía bien claro lo que estaba haciendo, sabía que nadie le quitaba la vida sino que él mismo la entregaba y la ponía en aquella cruz. Como el Siervo sufriente de Isaías, Jesús entrega su propia persona voluntariamente en la horrenda cruz del Calvario. La entrega de sí mismo fue el acto de su propia voluntad y su amor por aquellos que el Padre le entregó. Ahora bien, la entrega de sí mismo Pablo la especifica como una entrega “por nuestros pecados”.


      La muerte de Jesucristo en la cruz no fue cualquier tiempo de muerte. Los ladrones que fueron crucificados en las cruces a izquierda y a derecha de la cruz de Jesús tenían una gran diferencia con la cruz de Jesús. Ellos estaban recibiendo lo que justamente merecían sus hechos mientras que Jesús recibía lo que justamente merecían nuestros pecados y crímenes contra el Dios Santo. Cuando el apóstol determina que “se dio a sí mismo por nuestros pecados”, está definiendo de manera clara y precisa el tipo de muerte de nuestro Señor Jesucristo. Su muerte fue “en lugar de nuestros pecados”, es decir, fue una muerte sustitutoria y penal.
      El sacrificio de Jesucristo fue un sacrificio sustitutorio o vicario, es decir, murió en el lugar del pecador. El darse a sí mismo fue el darse en lugar del pecador no solamente identificándose con él sino tomando verdaderamente su lugar. Fue el representante nuestro en la cruz, fue quien tomó el sitio que a nosotros nos tocaba por nuestros pecados contra Dios. Ahora bien, ese sacrificio sustitutorio fue también penal. Jesús se dio a si mismo “por nuestros pecados”, fue la culpa y el castigo por nuestros pecados que Jesucristo tuvo que pagar, de aquí viene el concepto de penal. Fue la ira de Dios que nos tocaba a nosotros por nuestros pecados la que Cristo propició. Fue el juicio divino que nos tocaba a nosotros por nuestros pecados que Cristo cargó. Fue la muerte que nos tocaba morir a nosotros por pecadores la que Cristo murió en la cruz. En el huerto de Getsemaní Jesús estaba turbado, sabía como Dios-hombre la copa de ira y sufrimiento que tendría que beber en unas pocas horas. Con esa visión horrenda y cruel de la cruz y lo que suponía podía dejar que esa copa pasase de largo pero se dio a sí mismo por nuestros pecados ¿por qué haría algo así? Sin duda alguna, porque amó a los suyos hasta el fin aun y cuando ese fin fuese la muerte de cruz sobre la cual sufriría el juicio de nuestros pecados. Pero su entrega fue por el propósito de “librarnos del presente siglo malo”.
La muerte de Jesús es una muerte redentora, es decir, libera al pecador del “presente siglo malo”. Ciertamente es una expresión extraña pero no debería extrañarnos cuando tenemos la capacidad de contemplar el mundo presente en el cual vivimos. Desde Génesis 3 y el pecado del ser humano contra Dios, todo la creación quedó tocada por la terrible realidad del pecado. El pecado se extendió como una plaga infectando totalmente al ser humano y a la creación caída. Infectó llevando al primer crimen entre hermanos. Infectó llevando a la venganza como modo de vida en Lamec. Infectó levantando ciudades que hiciesen el nombre del ser humano grande, centradas en el ser humano y sus valores y dejando de lado absolutamente el nombre de Dios. El “presente siglo malo” se refiere a esta creación y mundo hundido en el pecado cuyo dueño y amo que esclaviza es el pecado mismo. Un mundo cuya intención es caminar contrario y de espaladas a Dios. El sacrificio de Jesucristo tuvo el propósito de rescatarnos de esta realidad, de este mundo corrompido por el pecado. Cierto es que el pecador liberado en y por Cristo no ha sido sacado de este mundo, todavía permanecemos en él pero sí dos cosas han pasado gracias a la obra de Jesucristo. Por un lado, por la muerte de Jesucristo también nosotros hemos muerto al pecado de una vez por todas (Romanos 6:1-10). El pecado ya no gobierna nuestra vida, ya no es el dueño que nos marca lo que hacer. Ahora el cristiano tiene la libertad, voluntad y capacidad de no servir más al pecado, por tanto, nuestra vida ya no está regida por los valores de un presente siglo malo que nada quiere saber de Dios. Por otro lado, el sacrificio de Jesucristo nos ha librado del presente siglo malo haciendo de todo creyente una nueva creación. Somos liberados del presente siglo malo siendo hechos una nueva creación en Cristo Jesús. Nuestra ciudadanía ya no viene marcada más por la antigua creación que arrastrábamos de Adán sino por la nueva creación del postrer Adán, Cristo Jesús. Del sacrificio de Cristo fluye la gran bendición de haber sido nacidos de nuevo, con una nueva vida que es la realidad de los nuevos cielos y tierra. Esta es la razón por la cual el apóstol puede terminar su carta a los Gálatas diciéndoles “porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión, vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gálatas 6:15). No hay obra personal que valga para ser librados del presente siglo malo. No hay obra personal que valga para poder tener nuestros pecados perdonados. Únicamente la entrega voluntaria de Jesucristo por nuestros pecados tuvo el propósito de liberarnos y hacer algo nuevo de nosotros. Lo sorprendente y maravilloso al mismo tiempo, es que Jesús se dio a sí mismo por propia voluntad pero siempre en dependencia a la voluntad del Padre.
      Si alguien preguntase ¿cuál es la razón por la que todo esto se dio? La respuesta del apóstol es “conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre”. Todo la obrado por Cristo voluntariamente no es más que la obediencia del Hijo a la voluntad del Padre. En el sacrificio de Cristo puede verse, entenderse e interpretarse la voluntad de Dios Padre. Su voluntad fue que Jesús se diese a sí mismo para nuestros pecados y librarnos así del presente siglo malo. ¡Qué maravillosa unión entre las voluntades del Padre y el Hijo! El Hijo se dio a sí mismo, por tanto, nadie le forzó fue su voluntad pero todo fue conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre.
      Por tanto, hasta cierto punto el Hijo no podía dejar pasar esa copa amarga, su voluntad de Hijo obediente estaba ligada a la voluntad de su Padre, dar su vida en rescate por muchos y esto sin lugar a dudas es una gran seguridad para nuestra salvación, la voluntad de Padre e Hijo fue cumplida y consumada. En primer y último término fue la voluntad divina la que situó a Jesucristo en la cruz en lugar del pecador. Hermosa voluntad, hermosa bondad la de nuestro Dios quien sin tener necesidad alguna de ello, en su voluntad eterna estaba el salvar a pecadores.