¿QUERÉIS ACASO IROS TAMBIÉN VOSOTROS?
“Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”
(Juan 6:67-68).
      Uno de los sentimientos y sensaciones más profundas que dejan una herida marcada, es el sentimiento de abandono. El abandono consiste en dejar a algo o alguien, dejarlo por causas diversas, alejamiento, desamparo, descuido, etc. Sea como sea, el abandono supone una herida que en muchas ocasiones es imperceptible a simple vista, pero una herida que está allí. Una herida que lleva las señales de una relación que ha sido rota, un espacio que ha sido ilógicamente llenado por el vacío, una fidelidad que se creía estable y firme y que tras el abandono, resultó ser una fidelidad como la arena que se nos acaba escurriendo entre los dedos de las manos. El abandono llega a generar una sensación de vacío, de soledad, de tristeza, de desamparo y de desconfianza la cual se pregunta; si aquel que creía que nunca me abandonaría me ha abandonado ¿qué confianza puedo tener que los demás no lo harán también? Jesús preguntó a sus discípulos “¿queréis acaso iros también vosotros?” Puesto en otras palabras, “¿queréis también abandonarme?”
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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“¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” La vida eterna y la salvación solamente están en la persona de Cristo. Muchos podrán abandonar pero la cuestión es cómo respondes personalmente a la pregunta de Cristo “¿quieres acaso irte también tú?”. Jesucristo llegó a la cruz y exclamó el desamparo de Dios en tu lugar para que tu no tengas que experimentarlo. Piensa que cuando haya abandono en tu vida, por una u otra razón, aquel que murió en la cruz por ti, selló con su sangre preciosa un nuevo pacto eterno en el cual él nunca te desamparará o abandonará.
MARTES

Leer: Juan 6:54-68

Meditar: ¿Cuáles son las palabras de Jesús que causaron consternación? ¿Cómo dice Jesús que esas palabras deberían ser entendidas? ¿Qué consecuencia tuvieron esas palabras entre muchos de los discípulos de Jesús? ¿Qué te hace pensar el abandono que sufrió Jesús? Según Pedro ¿por qué ellos no abandonarían a Jesús como el resto de discípulos?

Orar: Bendice a Dios porque es únicamente por su gracia que pudiste entender que solamente Cristo tiene palabras de vida eterna. Da gracias a Dios porque él no abandona a los que son suyos.


MIÉRCOLES

Leer: 2ª Timoteo 1:15-18

Meditar: ¿Qué dos ejemplos presenta Pablo? ¿En qué situación se encontró Pablo en Asia? ¿Crees que lo vivido por Pablo es también vivido por los ministros de Cristo y cristianos en nuestro tiempo? ¿Para qué tiene que prepárate en tu vida el ejemplo de Pablo? ¿Cómo compensa el ejemplo de Onesíforo el abandono que sufrió Pablo en Asia? ¿Qué te da a entender para tu vida el ejemplo de Onesíforo?

Orar: Pide a Dios que te dé de su gracia cuando el abandono es algo presente y real en tu vida, en especial cuando lo es por causa del evangelio. Da gracias a Dios porque, aun y cuando el abandono es real, él siempre se reserva aquellos hermanos fieles que están al lado de uno.


JUEVES

Leer: Salmo 22:1-5; Marcos 15:35

Meditar: ¿En qué situación se encuentra el salmista? ¿Cuál es la sensación que el salmista tiene en su vida? ¿Te has encontrado en algún momento en tu vida con la misma sensación? ¿Cuál es el consuelo del salmista a partir del v.3? ¿Cómo crees que se cumple los vv.1-5 en lo dicho por Cristo en Marcos 15:35? ¿Qué te da a entender el uso del Salmo 22:1 en boca de Cristo en su crucifixión?

Orar: Bendice a Dios porque aun y cuando en ocasiones puedes sentir que Dios te ha desamparado, fue Cristo quien sufrió el mayor desamparo divino en tu lugar para que así tu nunca jamás tengas que exclamar que Dios te ha desamparado.


VIERNES

Leer: 1 Reyes 19:1-18

Meditar: ¿Qué sucede en la narración de 1 Reyes 19:1-18? ¿Qué es aquello que motivó a Elías a esconderse? ¿Qué queja repite Elías dos veces prácticamente con las mismas palabras (localiza los versículos)? ¿Cuál es el contenido de la queja de Elías? ¿Qué sensación de abandono tenía Elías? ¿Qué respuesta le da Dios de que él no es el único y no ha quedado solo?

Orar: En ocasiones podemos tener la misma sensación que Elías, únicamente nosotros hemos quedado, todos los demás han desertado. Pide a Dios que te permita tener su perspectiva de la situación. Da gracias a Dios de saber que aun y cuando podemos pensar que todos han abandonado, es Dios quien guarda y mantiene a su pueblo.


SÁBADO

Leer: Mateo 28:18-20

Meditar: ¿Cómo se conoce el texto de Mateo 28:18-20? ¿Cuál es el mandato del Cristo resucitado a sus discípulos? ¿Cuál es la seguridad que Jesús da a sus discípulos al final de la gran comisión?

Orar: Una realidad en la vida del creyente y de la iglesia es la presencia del Cristo resucitado por medio del Espíritu hasta el fin del mundo. Da gracias a Dios porque Cristo no nos dejó huérfanos, dio a su Espíritu quien mora en nosotros. No nos abandonó y nunca nos abandonará.
      La pregunta de Jesús a sus doce discípulos debe de ser entendida dentro del contexto mayor de Juan 6. Los versículos 67-68 se estructuran sobre dos preguntas importantes, la pregunta de Jesús a los doce “¿Queréis acaso iros también vosotros?” y la pregunta de Pedro a Jesús “¿a quién iremos?”. Ambas preguntas muestran dos aspectos esencial, primero la realidad del abandono y segundo la perspectiva correcta sobre el abandono. Tal y como se ha dicho, las palabras de Jesús y de Pedro tienen que ser entendidas dentro de todo lo que sucede en Juan 6. ¿Por qué Cristo llegó a lanzar esa pregunta a sus doce discípulos? ¿Por qué Cristo llegó a preguntarles si ellos también querían irse y abandonarlo? La pregunta tiene razón de ser ya que muchos de sus discípulos habían abandonado a Jesús. A lo largo de todo Juan 6 Jesús ha expuesto la verdad clara de que ninguno puede venir a él si el Padre que le envió no le trajere (Juan 6:44). Jesús determina que debe existir un llamamiento eficaz obrado por Dios para que uno pueda acudir a Cristo, sin dicha obra de Dios el creer en el Hijo es algo imposible. Frente a esta verdad, Jesucristo pronunció unas palabras que sonaron duras a los oídos de muchos de sus discípulos “el que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:54). Aun y la extrañeza de estas palabras, Jesús no estaba más que diciendo lo que ya había dicho con anterioridad “que todo aquel que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:40). Ahora bien, esas palabra fueron difíciles de aceptar para muchos y “desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (v.66) ¡Qué gran tristeza! ¡Qué gran abandono! Fue un abandono en masa por parte de “muchos de sus discípulos”. En el fluir del argumento el abandono de todos esos discípulos no es más que la demostración y evidencia clara de la verdad expuesta por Cristo “ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere”. Ahora bien, no hay duda alguna que fue un abandono en toda regla. Frente a las palabras duras pero verdaderas del evangelio muchos volvieron atrás y abandonaron. Es totalmente seguro que a Jesús nada de ese abandono le cogió por sorpresa. Jesús tenía la especialidad de que no se fiaba de las multitudes por la omnisciente razón de que él sabe lo que hay en el corazón del ser humano (Juan 3:25). Jesús ya sabía que muchos de ellos solamente le seguían porque habían sido saciados de comida y no porque hubiesen creído en que él era el Mesías y el Hijo de Dios (Juan 6:26). Por tanto, para Jesús fue la crónica de un abandono anunciado. Lo trágico, es que no abandonaron unas ideas, no abandonaron una forma de pensar sino que “ya no andaban con él”, abandonaron a la persona de Cristo.
      El rechazo del evangelio no es simplemente abandonar una serie de doctrinas, no es simplemente abandonar una serie de principios, no es ni mucho menos abandonar una religión, es mucho más profundo, es abandonar la persona de Cristo en sí mismo. Tal y como dijo C.H. Spurgeon, Cristo es “la suma y sustancia del evangelio”. No puedo más que pensar que Cristo fue ser humano como todos nosotros, participó de la misma realidad -menos de la realidad del pecado - que todos nosotros participamos. Sus emociones y sentimientos fueron las emociones y sentimientos de la única persona de Jesucristo y pese al conocimiento que como Dios tenía del abandono ¿qué tuvo que suponer para él que muchos de aquellos que le seguían le abandonasen? ¿Qué tuvo que suponer para él que aquellos que le habían buscado para hacerle rey ahora le abandonaban? No hay duda alguna que ese abandono iría en incresccendo.
      En la noche más oscura de su vida quedaría abandonado por aquellos discípulos que sí permanecieron con él pero que al final le abandonaron en el momento más difícil y, horas más tarde, colgado en una cruz tendría que exclamar en lugar y para el bien de aquellos que le habían desamparado a él las palabras “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” (Marcos 15:35). Nunca ha habido ni jamás habrá un abandono como ese. Si Cristo fue abandonado, los pasos que el Maestro dejó serán los pasos del abandono que en ocasiones tendremos que andar en el evangelio de Cristo. El abandono es una realidad generada en y por el evangelio.


      El testimonio bíblico está lleno de aquellos que siguieron los mismos pasos de abandono. El apóstol Pablo en su segunda carta a Timoteo le dice “ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes” (2ª Timoteo 1:15). Aquel apóstol escogido por Cristo, aquel Pablo que recibió la gracia del apostolado para la obediencia de la fe entre las naciones gentiles. Aquel apóstol que llegó a sufrir prisiones por sus amados gentiles, abandonado por todos los que están en Asia. Triste y duramente esto será también la experiencia muchas veces en nuestra vida a causa del evangelio. Aquellos que han estado cerca de nosotros, aquellos que nos han seguido e incluso han llegado a decir grandes cosas de nosotros podrán abandonarnos. No hay duda alguna que eso duele y entristece, uno se siente desamparado y solo ¿dónde mirar entonces? La pregunta de Jesús “¿queréis acaso iros también vosotros?” lleva directamente a la segunda pregunta formulada por Pedro “¿a quién iremos?” El apóstol Pedro no preguntó ¿a dónde iremos? sin duda alguna hubiese sido lo más normal. Una gran cantidad de discípulos se fueron, habían abandonado a Jesús, ya no andaban con él ¿dónde iban todos ellos? Lo más normal para Pedro frente a la pregunta de Cristo era ¿a dónde iremos? Pero Pedro no preguntó esto, su pregunta se enfocó en la persona de Cristo “¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”.
      ¿Cómo abandonar a Cristo si únicamente él tiene palabras de vida eterna? ¿Cómo abandonar a Cristo si únicamente él es la vida? Las palabras de Pedro nuevamente son la evidencia que ninguno llega a Cristo si el Padre no le trajere. Ahora bien, hay algo que llama la atención. Fueron muchos discípulos que abandonaron, la pregunta de Jesús fue dirigida a los doce esperando respuesta de lo que harían pero en ningún momento hay evidencia que Cristo fuese a abandonarlos a ellos. Pedro sabía que no podía ir a ningún otro porque solamente Jesús tenía palabras de vida eterna. Unas palabras que serían cumplidas para traer vida eterna en una cruz. Unas palabras que exclamarían el mayor abandono  “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” para que así ninguno de los suyos jamás tengamos que sentirnos nuevamente abandonados. Podremos sufrir y sufriremos abandono por el evangelio. En ocasiones vendrá de gente ajena a nosotros pero en la mayoría de ocasiones vendrá de aquellos que creíamos cerca. Quizás llegaremos a decir como Pablo “todos me abandonaron” o como Elías “sólo yo he quedado”. Ante esta realidad ¿a quién iremos? La respuesta es a Jesús quien exclamó “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” un clamor que cuando se escucha debe llevarte a entender que por ese mismo clamor tú nunca más serás desamparado o abandonado por tu Dios. Muchos podrán irse pero mientras Dios sea nuestro amparo no habrá desamparo que valga.