ANTÍDOTO
CONTRA LA TURBACIÓN
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí”
(Juan 14:1)
      La turbación es como estar dentro de una avalancha de nieve en la que uno es arrastrado y al final, debido al trasfondo totalmente blanco donde no existen puntos de referencia, uno no sabe en qué situación se encuentra y hacia que lado debe orientarse para encontrar la salida. No hay duda alguna que la vida es experta en crear turbación a pequeña, mediana o gran escala. Hay situaciones como la enfermedad, una crisis económica, las discusiones, los desacuerdos, la incapacidad de poder hacer algo en determinados momentos, entre otras muchas cosas, que son catalizadores de turbación en la vida. Sea como sea su magnitud, la turbación crea en nosotros desconcierto, confusión, desánimo, ganas de buscarse un pequeño rincón y llorar y sentimiento de querer dejarlo todo. Así pudieron llegar a sentirse un pequeño grupo de discípulos a los que Jesús dirigió sus últimas palabras antes de enfrentarse con la glorificación misma “no se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (Juan 14:1).


      Las palabras de Jesús anticiparon la turbación que haría mella en la vida de esos discípulos, pero sin duda alguna fueron palabras de bálsamo, quizás no en esos momentos, pero sí lo serían más adelante cuando el Consolador prometido recordaría a esos discípulos todo aquello que Jesús había dicho y les había enseñado guiándoles así a toda verdad. Las palabras de Jesús fueron el antídoto contra la turbación que se apoderaría de los corazones de sus discípulos. En ellas podemos ver primero, el llamado a que no haya turbación en nuestra vida y segundo la fe como aquello que salvaguarda de la turbación. Las palabras de Jesús no fueron pronunciadas en cualquier momento de su vida ni tampoco de la vida de sus discípulos. Fueron dichas en el momento justo y preciso en que eran necesitadas, fueron dichas dentro de lo que se conoce como los últimos discursos de Jesús a sus discípulos. Judas había dejado el grupo (Juan 13:30) y ahora únicamente quedaban aquellos discípulos que verdaderamente habían creído en él, aquellos discípulos a quienes el maestro les había lavado los pies como el anticipo de la purificación mayor que acontecería en la cruz del Calvario. A estos discípulos ahora Jesús se dirige y sus últimas palabras en la intimidad debieron de ser un cuchillo helado que atravesaba el corazón de los mismos. Jesús les anunciaba que estaría un poco de tiempo con ellos y después les dejaría. Jesús iba a dejarles y a donde él iba ninguno de ellos podía seguirle por el momento (Juan 13:33, 36).  Además, Pedro, el discípulo que había hablado por todo el grupo en más de una ocasión, el discípulo que estaba dispuesto a seguir a Jesús hasta el final, el discípulo que parecía ser la roca (Céfas) a él se le anunció delante de todos que su fe no aguantaría más allá del canto del gallo (Juan 13:38). Si Pedro tendría una fe tan débil ¿sería igual con todos los demás? Sin lugar a dudas tales noticias eran el caldo de cultivo perfecto para que la turbación creciese en la vida de esos discípulos. Pero ante esto Jesús les dice “no se turbe vuestro corazón”.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Muy posiblemente la turbación en tu vida hará acto de presencia en más de una ocasión. Cuando esto suceda, contempla a Jesucristo por medio de la revelación de su palabra. Contempla a aquel que sintió turbación para que tú pudieses tener paz. Cree en Jesucristo y la palabra de su evangelio que te habla no del abandono divino sino de la presencia de tu Salvador eternamente contigo. Señor, gracias porque frente a la turbación que pueda presentarse en mi vida, tú diste palabras de bálsamo a tus discípulos. Palabra de eterna comunión en las moradas del Padre. Palabras que por tu santa e inspirada Palabra llegan como bálsamo a mi vida. Ayúdame a poderlas atesorar, ayúdame a que cuando la turbación se presente mi mente recuerde “no se turbe vuestro corazón, creed en Dios; creed también en mí”. 
MARTES

Leer: 1 Reyes 19:1-15; Hebreos 2:14-18

Meditar: ¿Cuál es el contexto previo a lo que sucede en Reyes 19? ¿Por qué Elías se fue y se levantó? ¿Por qué crees que Elías fue al desierto? ¿Crees que Elías se sentía turbado y desconcertado por la situación? (Intenta encontrar una frase que refleje el estado de Elías). ¿Cómo actuó Jehová con Elías? ¿Qué te hace pensar la manera que Jehová actuó con él? ¿Qué perspectiva equivocada tenía Elías? ¿Qué aplicación crees que tiene el texto de Hebreos en relación al tema?

Orar: Dios conoce las situaciones de turbación y desconcierto que pueden generarse en tu vida por situaciones. Da gracias a Dios porque él da consuelo en medio de la turbación. Pide a Dios que las circunstancias no nubles tu visión que en Cristo Jesús nuestro Dios se acercó y participó de carne y sangre para venir a ser un sumo sacerdote misericordioso hacia nosotros.


MIÉRCOLES

Leer: Salmo 6:1-10

Meditar: ¿Qué es lo que el salmista le pide a Jehová? ¿Cómo está el alma del salmista? ¿Por qué crees que estaba así el alma del salmista? Indica todos aquellos aspectos que describen la situación en la que se encontraba el salmista? ¿Cuál es la única solución que tiene el salmista a su situación? David utiliza el verbo “turbar” dos veces ¿Cuándo lo utiliza y qué cambio supone?

Orar: El salmista describe una situación en su vida de gran turbación y dificultad. Pide a Dios que en esos momentos él también pueda ser aquel que libre tu alma de la turbación. Bendice a Dios porque en medio de la turbación Dios oye tu oración.


JUEVES

Leer: Salmo 42:1-11

Meditar: ¿Qué imagen utiliza el salmista en el v.1 y qué idea crees que transmite? ¿Cuántas veces repite el salmista la palabra “alma”? ¿Cómo está el alma del salmista según el salmo? ¿Cómo es descrito Dios para el salmista a lo largo del salmo? ¿Qué es lo que hace cambiar el alma turbada del salmista al final del salmo? ¿Cómo crees que el salmo puede verse cumplido en la persona de Jesucristo?

Orar: Bendice a Dios porque en medio de la turbación Dios es tu Roca. Pide a Dios que te ayude a saber esperar en él como el remedio y solución cuando tu alama está abatida y turbada.


VIERNES

Leer: Isaías 7:1-14; Mateo 1:18-21

Meditar: ¿Qué sucede en los versículos de Isaías? ¿De qué estaba atemorizado y turbado el rey Acaz? ¿Qué es lo que le promete Dios a través de Isaías? ¿Por qué debe estar tranquilo y no turbado el corazón del rey? ¿Qué le pide Dios al rey para confirmar su promesa? ¿Qué le da Dios al rey para confirmar su promesa de salvación frente a la alianza de Rezín y Peka? ¿Cómo crees que se cumple la señal dada por Dios a Acaz en Mateo 1:18-21? Según el contexto de Isaías 7 ¿qué crees que significa el nacimiento de Jesús?

Orar: Bendice a Dios porque la encarnación de su Hijo y el nacimiento de Cristo es señal de la llegada de salvación. Bendice a Dios porque la venida de Jesucristo es el evento histórico por excelencia que trae paz al corazón turbado por el pecado. 


SÁBADO

Leer: Juan 14:1-11

Meditar: ¿Cuál es el contexto de los versículos leídos? ¿Por qué los discípulos no debían tener el corazón turbado? ¿Qué iba a preparar Jesús para ellos? ¿Cuál es el único camino para poder llegar a dónde está Cristo? ¿Cómo entiendes que Jesús y el Padre uno son? Las palabras del v.6 suelen aplicarse a no creyentes pero en realidad son dichas a los discípulos ¿cómo crees que se aplican las palabras del v.6 a creyentes?

Orar: Bendice a Dios por ser Trino. Bendice a Dios porque Jesucristo tiene morada preparada para los suyos en el cielo. Bendice a Dios porque Jesucristo que ha preparado tu eternidad es también el único camino, verdad y vida para llegar a él.
      La turbación se entiende como aquel estado en la persona caracterizado por la confusión, el desconcierto, el desasosiego. Debido a circunstancias que pueden darse de manera inesperada, la turbación puede hacer acto de presencia en la vida de la persona creando incerteza y desconcierto con relación a la manera de actuar y proceder. Todo aquello que parecía estar en orden en nuestra vida se ve repentinamente alterado y sacudido. El mar de la tranquilidad en el que navegábamos tranquilamente, de repente se altera, agita y enfurece sin razón aparente haciendo que no sepamos hacia que dirección dirigir el timón de nuestra vida en esas circunstancias.
      Podría pensarse que las palabras de Jesús eran para un simple consuelo, parecidas a las palabras de aquel que le dice a otro “no te preocupes, todo irá bien”. Pero ciertamente las palabras de Jesús distan mucho de tener esa intención. Cuando se piensa en esa palabras, no pude olvidarse que no eran los discípulos aquellos que debían estar altamente turbados, era Cristo mismo. Era Jesús quien se dirigía al final de su vida, era Jesús quien se dirigía a la terrible muerte de la cruz, era Jesús quien se dirigía a tener que llevar los pecados de aquellos que el Padre le entregó y sufrir en el lugar de ellos la ira santa de Dios.
      De hecho, la visión de la cruz creó turbación en Cristo. Jesús cuando les dice a sus discípulos “no se turbe vuestro corazón” está utilizando la misma palabra que utilizó para describir su situación frente a la realidad de la cruz que él mismo iba a enfrentar, “ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora?” (Juan 12:27), “habiendo dicho Jesús esto, se conmovió/turbó en espíritu…” (Juan 13:21). La realidad de la cruz creó turbación en la vida de Cristo y bien sabía él que esa misma realidad crearía turbación en la vida de los suyos, pero incluso en esos momentos fue capaz de consolar y ser de bálsamo para aquellos que él amaba y por los que moriría.


      Resulta de gran consolación saber que las palabras de Jesús no fueron mera teoría. Nunca nadie habrá experimentado una turbación como la que Jesucristo tuvo que experimentar frente a la terrible realidad de la cruz pero gracias a ello y sin duda alguna, él conoce la turbación que puede generarse en nuestra vida. La realidad de la hora de la cruz turbó el alma de Cristo y sabía que esas palabras anunciadas y la realidad de la crucifixión turbarían igualmente a aquellos que le seguían. Hay ocasiones en las que podemos sentirnos como los discípulos. Puede haber ocasiones en las que podamos sentirnos abandonados por nuestro Dios pensando que nos ha dejado y donde él ha ido no podemos seguirle. Podemos sentirnos incluso culpables por sentirnos turbados frente a determinadas situaciones, pero las palabras de Jesucristo nos demuestran algo que no puede perderse de vista. Jesús se sintió turbado pero consoló a los turbados. Jesús se sintió turbado pero al mismo tiempo la hora de la cruz fue fuente de consolación para él sabiendo que así hacía la voluntad del Padre. El anuncio del evangelio siempre debe de ser fuente de bálsamo y consuelo para nuestra alma turbada y cansada. La cruz nunca es ni será el abandono de Jesús sino su entrega a nuestro favor y para nuestro bien eterno. La mayor turbación la vivió Cristo para que ahora nosotros podamos mirar al evangelio y ver como es fuente de consuelo para nuestro corazón turbado. Sin duda alguna sería difícil para aquellos discípulos entenderlo hasta que no viniese sobre ellos el Consolador, pero nuestra perspectiva es distinta. Vivimos después de la cruz, resurrección y entrega del Espíritu como don del nuevo pacto, por tanto, podemos entender que las palabras de Jesucristo nunca fueron de abandono sino todo lo contrario. ¿Qué implica el llamado a que nuestro corazón no se turbe? Implica la fe como el antídoto frente a la turbación.
      Las palabras de Jesús a sus discípulos requerían algo esencial, requerían fe “creéis en Dios, creed también en mi”. Dos veces menciona el verbo “creer”, verbo del cual procede el término “fe”. Las palabras de Jesús han sido interpretadas de varias maneras pero quizás la que más sentido tiene en el contexto es entender los dos verbos como dos imperativos “creed en Dios; creed también en mi”. La no turbación venía acompañada de “creer”, la fe se presenta como el antídoto frente a la turbación del corazón, pero no cualquier tipo de fe. Únicamente la fe que tiene como objeto de su confianza a Dios y como manantial la Palabra sirve como antídoto frente a la turbación. Los discípulos debían creer en Dios y también creer en Cristo. Sin duda alguna es una imposibilidad una fe que dice creer en Dios pero no cree en Cristo ni en su palabra. ¿Por qué? Por la simple pero profunda razón que existe una unidad perfecta entre el Padre y el Hijo. Jesucristo no habló otra cosas que las palabras del Padre e hizo aquello que el Padre le entregó (Juan 5:19). La voluntad de Jesucristo no era hacer otra cosa que la voluntad del Padre, entre ello, resucitar a los que el Padre le había entregado (Juan 6:39-40). El Padre y el Hijo uno son y, por tanto, las palabras que Jesucristo les habló son las mismas palabras del Padre (Juan 13:10). Cuando Jesús les dijo “no se turbe vuestro corazón, creed en Dios; creed también en mí” eran las palabras de Jesús pero también las palabras de Dios. Por tanto, creer en la palabra de Dios implicaba de manera ineludible e inseparable creer en la palabra de Cristo.
     El gran misterio de la Trinidad, un único Dios en tres personas distintas, pero un único Dios con una única palabra hacia los suyos “no se turbe vuestro corazón, creed en Dios; creed también en mí”. Los discípulos podrían sentirse abandonados pero  ¿qué debían creer para que su corazón no se turbase? Debían creer en Dios y la palabra de Jesucristo de que su ida implicaba la preparación de las moradas celestiales para aquellos que él amaba (Juan 14:2-3). Su ida no implicaba el abandono sino la antesala de una comunión eterna en las moradas celestiales.