PERDONAR
EVIDENCIA DEL PERDÓN
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas,
os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
mas sino no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras ofensas”
(Mateo 6:14-15)
      Una vez observé un perro al que nadie se le podía acercar. Uno podía intentar una aproximación con suavidad y cariño y el perro reaccionaba con rabia y violencia. Uno podía intentar acercarse a él ofreciéndole comida y su reacción eran gruñidos de advertencia y ladridos que dejaban claro que mejor era no extenderle la mano. Fuere como fuere, la reacción de aquel animal era de muy pocos amigos. Curiosamente, a lo largo del tiempo su reacción cambió. Pasó del ladrido violento a la más profunda indiferencia hacia todo aquel que se le acercaba. Uno podía acercarse a él pero la única respuesta que encontraba era una silenciosa pero llamativa indiferencia por parte del animal. Su mirada evitaba el contacto visual con la persona para dar a entender que había algo que no estaba bien y giraba su cabeza en dirección contraria para así mostrar enfáticamente que no quería saber nada de nada. ¿Por qué tal reacción? ¿Por qué aquel perro llegó a ser un animal el cual no quería saber nada de las personas? Posiblemente muchas razones podrían darse pero lo cierto es que era algo pequeño pero punzante en la vida de aquel perro.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
Copyright 2013 Iglesia Evangélica Bautista "Piedra de Ayuda" - C/San Eusebio, 54 - 08006 Barcelona. España
Pastor Rubén Sanchez Noguero - Móvil: 610.224.965 - emali: rsanchez111@yahoo.es
El segundo punto sirva de meditación. Las palabras de Jesús son dichas en medio de la oración modelo. Perdonar no es fácil porque implica el ejercer misericordia de manera sincera hacia los demás y esa sinceridad implica que yo también veo y reconozco las manchas que hay en mí. Por ello, el perdón debemos convertirlo en parte esencial de nuestras oraciones. Siendo así pide “Señor, perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. No dejemos que esa pequeña espina clavada haga mella en la comunión de los santos. 
MARTES

Leer: Mateo 18:15-17

Meditar: ¿Cuál es la situación que se da en el texto? ¿Cuál es el proceso que debe seguirse cuando hay algo contra un hermano? ¿Por qué crees que al final el no arrepentido tiene que ser considerado como publicano? ¿Qué entiendes por considerar a alguien como publicano? ¿Crees que lo dicho en estos versículos es difícil de realizar?

Orar: Pide a Dios que te permita siempre ir al hermano con el que pueda haber algún problema y solucionarlo para restablecer así la comunión el uno con le otro.


MIÉRCOLES

Leer: Mateo 18:19-22

Meditar: ¿Cómo crees que encaja lo dicho por Jesús en estos versículos con lo dicho en los vv.15-17? ¿Cuál es la pregunta de Pedro? ¿Qué intención crees que había detrás de la pregunta de Pedro? ¿Qué significa la respuesta de Jesús de “hasta setenta veces siete?

Orar: Pide a Dios que tu perdón hacia tus hermanos no escasee ni tampoco sea algo con lo que se negocie en tu vida. Como el perdón de Dios en Cristo hacia ti es definitivo y todos los días de tu vida, pide que así sea tu perdón hacia tus hermanos. 


JUEVES

Leer: Mateo 18:23-35

Meditar: ¿Cómo es presentado el reino de los cielos en la parábola? ¿Qué te dice el v.25 en cuanto a la cantidad que ese siervo debía a su señor?  ¿Qué es aquello que ejerció el señor con el siervo? ¿Cuál es la diferencia de la deuda en el v.28? ¿Qué es lo que no ejerció el siervo al que mucho le fue perdonado con el otro que le debía? ¿Por qué crees que fue entregado a los verdugos? ¿Qué te dice la actuación del rey en cuanto a las palabras del siervo en el v.26? ¿Fueron honestas y sinceras? ¿Cuál crees que es el punto principal de la parábola?

Orar: Pide a Dios que el perdón que has experimentado en tu vida sea extendido hacia aquellos que se equivocan y pecan contra ti. Pide a Dios que tu perdón sea evidencia del perdón que Cristo ha derramado en tu vida.


VIERNES

Leer: Salmo 32:1-5

Meditar: ¿Quién es el hombre bienaventurado en el Salmo? ¿Cómo es descrita la bienaventuranza en los vv.1-2? ¿Qué se requiere para el perdón según los vv.3-5? ¿Cuál es el problema de no confesar el pecado? ¿Qué imágenes son usadas para expresar un pecado no perdonado?

Orar: En nuestra vida hay pecado pero por la gracia de Dios podemos confesarlo delante de él sabiendo que en Cristo tenemos perdón. Confiese a Dios el pecado en tu vida y ten la certeza que en Cristo hay perdón.


SÁBADO

Leer: Salmo 51:1-19

Meditar: ¿Por qué David pide piedad a Dios? ¿Cómo describe David a su pecado? Según las palabras de David ¿quién es el principal ofendido por su pecado? ¿Qué visión te da el saber que el pecado en primer y último término es contra Dios? ¿Qué peticiones realiza David en los vv.7-14? ¿Qué desea David en el v.15?

Orar: Minimizar la seriedad de la ofensa del pecado ante Dios es minimizar la grandeza de la santidad de Dios. Pide a Dios que cree en ti una visión de lo terrible que es el pecado y de lo santo que es Dios. Pide por el perdón de Dios para publicar así su alabanza.
      Era una pequeña espina metálica clavada de manera profunda en una de sus patas. Una espina imperceptible prácticamente a simple vista pero que estaba dañando de manera profunda al perro y también a todo aquel que se le acercase. Una espina que hizo que aquel animal pasase del fuego abrasador hacia los demás, al más frío hielo impasible e impertérrito. Ahora bien, todo cambió cuando esa espina pudo ser sacada de la pata del perro. Aquel aguijón que dañaba la vida de ese animal ya no estaba y la ausencia del mismo fue bálsamo en su relación hacia los demás. Parece mentira lo que una pequeña y casi imperceptible espina podía hacer pero es así también como actúa la falta de perdón en la vida del creyente.
      Los pecados y ofensas cometidos, consciente o inconscientemente, contra un hermano o hermana en la fe, aquellas acciones o palabras que, puede ser que no fuesen hechas o dichas con la intención de ofender pero que así fueron entendidas por la otra parte, suelen ser espinas metálicas clavadas en la vida que de manera imperceptible dañan. Dañan personalmente y dañan comunitariamente en las relaciones de los unos con los otros. En estos casos lo único que sana y restablece es cuando esa espina es sacada y las mejores pinzas o bisturí para sacar esa espina es el perdón entre hermanos. El perdón es más importante de lo que puede parecer en la vida cristiana y entre las relaciones de creyentes ¿por qué? No solamente porque es bálsamo necesario para restablecer la comunión entre dos partes sino porque el perdonar es evidencia clara, visible y objetiva de haber sido perdonados por el gran favor de Dios, así lo expresó Jesús en lo que se ha llamado la oración modelo “porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. En las palabras de Jesús hay dos aspectos importantes: Primero, nuestro perdonar es evidencia de que hemos conocido el perdón de Dios en nuestra vida. Segundo, la necesidad de tener al perdón como elemento importante en nuestras oraciones.


      Las palabras de Jesús pueden dar claramente malos entendidos. Puede parecer que Jesús está sujetando el perdón de Dios en nuestras vidas a si perdonamos o no a los demás. Es decir, si yo perdono a aquel que me ha ofendido entonces estoy seguro que Dios me perdonará también a mí y si no lo hago entonces Dios no lo hará conmigo. Todo el argumento de Jesús en los vv.14-15 parte de lo dicho en el v.12 “y perdónanos nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. El perdón es algo esencial en la vida. Así como Jesús ha expuesto que se pida por las necesidades materiales y vitales para la vida “el pan nuestro de cada día dánoslo hoy” (v.11) así también debe pedirse por una necesidad esencial y vital para el alma del ser humano, el perdón de Dios. Mateo habla de “deudas”, el término que de manera regular en arameo se usaba para referirse a los pecados y podría parecer que Jesús está diciendo que nuestro perdón es esencial para tener el perdón de Dios “perdónanos…como nosotros perdonamos”.
      Ahora bien, aun y cuando ciertamente hay una relación entre nuestro perdón hacia los demás y el perdón de Dios hacia nosotros, esta relación no es en ningún momento una relación entre perdones que hace al perdón de Dios sujeto al nuestro. Es decir, nuestro perdón hacia los demás no hace que nos ganemos el derecho de ser perdonados por Dios. No es decirle a Dios “mira Señor que bueno soy y cómo perdono a mi hermano, ¿ves que justo soy? ahora tienes tú que perdonarme como yo perdono a los demás”.  Honestamente eso sería obrar con la justicia de los fariseos, aquella que decía “qué bueno y justo soy”.  Las palabras de Jesús muestran todo lo contrario.
      Nuestro perdón hacia los demás no es para ganarnos el perdón de Dios sino que el perdonar está sujeto y es evidencia del gran perdón de Dios en nuestra vida. Aquel al que mucho le ha sido perdonado mucho tiene que perdonar. Aquel que ha conocido el gran perdón de Dios obrado en su vida por gracia y por medio de la fe en Jesucristo ¿cómo no perdonará los pecados de otros cometidos contra él? Si la semilla del perdón divino ha sido plantada en nuestra vida por la gracia de Dios en Cristo Jesús, el fruto que debe brotar hasta setenta veces siete es el perdón hacia mi hermano. Este es precisamente el argumento del Señor Jesús en el contraste expuesto en los vv.14-15 “porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial” por el simple pero importante hecho de que vuestro perdón demuestra, es evidencia y surge de haber conocido el perdón de Dios en vuestra vida. Es evidencia de una vida que conoce cuanto de pecado hay en ella, una vida de arrepentimiento delante de Dios, una vida que ha gustado del perdón celestial y entiende que mucho le ha sido perdonado. Por el contrario “mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” ¿Por qué? Porque el no perdonar es evidencia de una vida de orgullo que no entiende cuanto de pecado y ofensas hay en ella. Es una vida que no ve la necesidad de arrepentimiento. Es una vida que no entiende cuanto le ha sido perdonado. Cuando somos capaces de entender cuanto nos ha sido perdonado por Dios, cuando entendemos lo grande que era nuestra ofensa a él pero aún y con ello Cristo, que no conoció pecado fue hecho pecado para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él, entonces, las ofensas, pecados, equivocaciones de los demás nos parecen insignificantes y es cuando uno pude decir: “con todo lo que hay en mí, con todo lo que me ha sido perdonado ¿cómo no voy yo a perdonar a mi hermano cuya ofensa no le llega ni a la suela de los zapatos de lo que yo le hice a Dios?”
      Tristemente en ocasiones tenemos un margen muy pequeño de misericordia y perdón hacia los demás. Tenemos gran facilidad para ver la paja en el ojo del hermano y no ver la viga en el nuestro. Sin duda alguna no consiste en cerrar los ojos a la ofensa y dejarla pasar, pero cuando hay muestras de arrepentimiento, cuando el hermano nos dice “ten paciencia conmigo” podemos asirnos de él y decirle “págame todo lo que me debes”. Una pequeña ofensa la magnificamos hasta tal punto que nos parece un abismo insalvable e imperdonable, algo que está más allá de todo arrepentimiento, solución y enmienda, algo que merece más nuestra severidad y juicio que no nuestra misericordia y perdón. Cuando esto sea así, pregúntate lo siguiente ¿es mayor esa ofensa cometido hacia ti que lo que tú cometiste hacia Dios? Cuando esto sea así, pregúntate lo siguiente ¿qué perdón has conocido y experimentado en tu vida de parte de Dios? Cuando esto sea así mira a la cruz y pregúntate ¿Cuánto dice esa cruz de lo mucho que te fue perdonado? El eterno Hijo de Dios se encarnó para morir en una cruz y mostrar así misericordia con nosotros y perdonar nuestra ofensa y pecado contra el Dios Altísimo ¿Cómo no lo haremos nosotros con las ofensas de nuestros hermanos?