EL OFICIO DE PROFETA
“Profeta les levantaré en medio de sus hermanos, como tú;
y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandaré”
(Deuteronomio 18:18)

      Dentro de la cristología, es decir, el estudio de la persona de Jesucristo, existen varias maneras de estudiar a la persona de Jesús de Nazaret. Por ejemplo, suele estudiarse desde la perspectiva de la humanidad y divinidad de la persona de Jesús. Se estudia y comenta el misterio de la encarnación por el cual la naturaleza divina y eterna del Hijo de Dios quedó unida a la naturaleza humana creada por el Espíritu Santo en el momento de la concepción. Se habla de la unión inconfundible e indivisible de las dos naturalezas. No hay duda alguna que dichas maneras de adentrarse en el estudio de la persona de Jesucristo son, tanto necesarias como legítimas, ahora bien, hay otra manera de afrontar dicho estudio. Los Reformadores solían hablar en gran medida de lo que se ha llamado, los oficios de Jesucristo. Con ello se referían al oficio de profeta, sacerdote y rey. El estudio de la persona de Cristo bajo estos tres oficios se consideraba altamente adecuado debido a que cada uno de estos tres oficios permitía ligar a la persona de Jesucristo con la corriente del progreso de la revelación. Con esto quiere decirse que, Jesucristo no sustentaba estos tres oficios porque le fueron asignados de la noche a la mañana, sino más bien porque en él se cumplían perfectamente. A lo largo de la revelación estos tres oficios recayeron sobre diversos individuos que los ejercieron de manera imperfecta y que en el ejercicio de los mismos lo único que hacían era ser imagen, ejemplo y atalaya del último Profeta, Sacerdote y Rey que había de venir y que cumpliría a la perfección el ideal de esos tres oficios. Por tanto, los llamados oficios de Jesucristo, no solamente hablan de quién es Jesús sino que también son hitos a lo largo de la historia de la redención que permiten unir el progreso de esta gran historia.  
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
      Deuteronomio como el libro del pacto juntamente con el que Moisés escribió a los pies del monte Horeb, recoge la promesa que Dios mismo levantaría en medio del pueblo un profeta. El texto de Deuteronomio 18:18 describe a la perfección el anuncio de uno de los oficios de nuestro Señor Jesucristo, el oficio de profeta. Ahora bien, dicho anuncio es dado en medio del antiguo pacto y recoge dos aspectos importantes del profeta que Dios levantará, primero será levantado por Dios a imagen de Moisés. Segundo, Dios mismo pondrá sus palabras en la boca del profeta y él las hablará al pueblo. El texto de Deuteronomio es claro, Dios será el encargado de levantar profeta de en medio de los hermanos, es decir, de en medio de Israel “profeta, les levantaré de en medio de sus hermanos”.
      De todas maneras, el profeta que Dios levantará seguirá un patrón concreto, el profeta que Dios levantará será como Moisés “como tú”. Por tanto, Moisés es presentado como profeta, de hecho Moisés es el profeta por excelencia en el antiguo pacto. Antes de él, sin duda alguna, personajes como Adán, Noé, Abraham tuvieron una función profética de hablar la palabra de Dios. Después de Moisés muchos grandes profetas fueron levantados por Dios y hablaron las palabras de Dios al pueblo, Isaías, Jeremías, Habacuc, etc. Ahora bien, Moisés es el profeta por excelencia bajo el antiguo pacto porque no solamente habló cara a cara con Dios y fue fiel sobre la casa de Dios (Números 12:6-8) sino que fue a través de Moisés que vino la gran revelación, don y palabra de Dios expresada en la ley del antiguo pacto. Moisés fue el más grande de los profetas del antiguo pacto porque él mismo medio el pacto de Dios a su pueblo entregándoles el don mismo de las palabras de Dios expresada en ley del pacto. Por tanto, puede decirse que Moisés presenta un lugar especial como profeta dentro de la historia de la redención, no solo por ser quien era sino porque según él Dios levantaría a otro profeta. El profeta que Dios levantaría debería, al igual que Moisés, mediar un pacto, tener una relación íntima con Dios quien le hablase cara a cara, debía de ser fiel sobre la casa de Dios y debía mediar la revelación misma de Dios. No hay duda alguna que este último profeta fue levantado por Dios en la persona de Cristo.


      Pedro, en su sermón de Hechos 3:22-23 toma las palabras de Deuteronomio 18:18 y de una manera sorprendente determina que no solamente Moisés habló de ese profeta sino que también Samuel y el resto de profetas. Pedro le dice a su audiencia “a vosotros primeramente, Dios habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad” (Hechos 3:26). Pedro determina que Moisés aún y ser el gran profeta del antiguo pacto, no fue más que aquel que apuntaba a un profeta mayor. A quien Dios levantó como último profeta fue a su Hijo Jesucristo. Moisés es interpretado por las Escrituras del Nuevo Testamento como un tipo, imagen, ejemplo de Cristo, el autor de Hebreos así lo muestra, “y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros…” (Hebreos 3:5-6). Aun y cuando este texto se centra en el sacerdocio de Cristo, de todas maneras permite ver como Hebreos entiende a Moisés como tipo de Cristo. Aquel que cumple el ideal mayor de profeta al que Moisés apuntaba fue Cristo. Aquel que como Moisés medio un pacto fue Jesucristo pero a diferencia de Moisés medio el último y definitivo pacto, el nuevo pacto basado sobre mejores promesas - aún y cuando esto último es asociado de manera especial con su oficio de sacerdote -. Dios habló con Moisés cara a cara pero Cristo, el eterno Hijo de Dios, es quien desde la eternidad misma había contemplado la gloria misma de Dios, quien estaba en perfecta, eterna y continua comunión y comunicación con Dios en el seno mismo de la Trinidad. Moisés trajo la revelación de la ley de Dios como don sublime del antiguo pacto, pero Cristo como el Profeta por excelencia trajo la revelación misma de Dios en su encarnación y mensaje. Al Dios que nadie jamás había visto Jesucristo le dio a conocer como Dios encarnado (Juan 1:18). Pero la grandeza de Cristo como el último de los profetas no termina aquí sino que la función misma del profeta descubre la grandeza del oficio profético de Cristo.
      Deuteronomio 18:18 determina “y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”. Varios términos describen al profeta en el antiguo testamento, pero muy a groso modo, los profetas eran varones de Dios que recibían revelación de Dios y la comunicaban al pueblo. Su mensaje no era primeramente un mensaje que sondeaba aspectos futuros - aunque parte de la profecía tenía que ver con aspectos futuros - sino que principalmente su mensaje era entregar la palabra de Dios al pueblo la cual solía poner de manifiesto la situación del pueblo y llamaba a reorientar la vida en base a la palabra comunicada. Dios daría el mensaje y el profeta proclamaría dicho mensaje al pueblo, de ahí que una de las frases típicas de los profetas fuese “así ha dicho Jehová”. Moisés habló al pueblo todas las palabras y leyes que Dios le había hablado (Éxodo 24:3). Cristo hizo lo mismo pero hay una gran discontinuidad entre el mensaje profético de Moisés como profeta y Cristo como el Profeta. Moisés y todo el resto del mensaje de la Escritura hablaron de quien había de venir (Lucas 24:26-27; 44). Ciertamente como el Profeta de profetas Cristo habló e hizo todo aquello que el Padre le mando, el Hijo no hizo nunca nada ajeno ni aparte de la voluntad del Padre (Juan 5:19-20). Ahora bien, la gran diferencia reside en el hecho que Jesucristo no habló únicamente revelación divina sino que él es la suma y sustancia de dicha revelación, él es el mensajero y el mensaje, él es quien entrega la palabra divina y es el palabra divina hecha carne (Juan 1:1, 14). Él es por quien Dios habló de manera última y definitiva. Dios habló muchas veces a los padres por los profetas pero en los postreros días nos ha hablado por el Hijo (Hebreos 1:1-2). Cristo es el único que en lugar de decir “así ha dicho Jehová” fue capaz de hablar diciendo “oísteis que fue dicho, pero yo os digo” trayendo a cumplimiento en él todo lo dicho en el antiguo pacto (Mateo 5:17-19). En palabras del gran príncipe de los predicadores, Cristo es: “la suma y sustancia del evangelio, quien es en sí mismo toda teología, la encarnación de toda preciosa verdad, la personificación gloriosa del camino, la verdad y la vida”. ¿Cómo escuchar a Cristo? Él mismo escogió a sus apóstoles quienes proclamaron su mensaje, los apóstoles continuaron el oficio profético de Cristo y por inspiración divina escribieron dicho mensaje en las Escrituras. El oficio profético de Cristo sigue por medio del Espíritu Santo y el mensaje mismo de la Biblia.
MARTES

Leer: Deuteronomio 18:17-22

Meditar: ¿Cuáles son las características descritas del profeta que levantará Dios? ¿Cuál es la advertencia que Dios establece en caso de no escuchar las palabras de este profeta? ¿Cuál es la prueba que identifica a un falso profeta de uno verdadero? Habiendo leído el devocional ¿Cómo aplicas este texto a Cristo y qué consideración del oficio profético de Cristo te dan estas palabras?

Orar: Da gloria a Dios porque él cumplió lo que prometió en Deuteronomio 18:17-22 en la persona de Cristo. Da gracias a Dios porque Cristo es el Profeta plenamente confiable y que habla verdaderamente la palabra de Dios. Medita en las Escrituras sabiendo que ellas son la revelación misma de Cristo. 


MIÉRCOLES

Leer: Juan 1:1-18

Meditar: ¿Cómo es descrito Cristo en Juan 1:1? ¿Qué relación ves entre dicha descripción y el oficio profético de Jesús? ¿Qué revelación ha llegado con Cristo? ¿Qué distinción aparece entre Moisés y Cristo en el v.17? ¿Cómo entiendes el v.17? ¿Cuál es la revelación sublime que trae Cristo?

Orar: Glorifica a Jesucristo porque él es Dios encarnado. Pide a Dios que te ayude a meditar, escuchar y hacer las palabras de la Biblia porque en ellas están registradas las palabras de Cristo. Da gracias a Dios porque en Jesucristo él se ha revelado de una manera que nunca antes había sido dada. 


JUEVES

Leer: Juan 5:19-23

Meditar: ¿Qué es aquello que el Hijo no puede hacer? ¿Qué es aquello que el Hijo hace? ¿Por qué el Padre le muestra todas las cosas al Hijo? ¿Cuál crees que son las “obras mayores que estas” a las que se refiere Cristo? ¿Cuál es la obra sublime que es presentada en el v.21?

Orar: Da gracias a Dios porque el Hijo no hace nada a parte del Padre. Da gracias por la obediencia del Hijo al Padre. Da gracias porque por esta obediencia así como el Padre levantó de los muertos, el Hijo hizo lo mismo contigo, te dio vida de resurrección.


VIERNES

Leer: Hebreos 1:1-3

Meditar: ¿Cuál es el pensamiento principal del v.1? ¿Qué crees que quiere decir la expresión “habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo”? ¿Podrías pensar en algunas maneras en las que Dios habló en el pasado a los padres por los profetas? ¿Cuál es la diferencia básica con el v.2? ¿Qué te da a pensar la diferencia entre “muchas maneras” del v.1 y “por el Hijo” en el v.2?

Orar: Da gracias a Dios porque Dios pudiendo haberse quedado callado no lo hizo. Dios es un Dios que se revela y lo hace de manera definitiva en su Hijo Jesucristo. Pide a Dios que él te mantenga firme en su revelación cuyo cumplimiento último es Cristo. Que ninguna doctrina que pretende complementar la Biblia sea de agrado a tus oídos. 


SÁBADO

Leer: Hebreos 3:1-7

Meditar: ¿Cuál es la comparación que el autor establece en estos versículos? ¿Qué función crees que tenía Moisés con relación a Cristo según esta comparación? ¿Qué diferencias existen entre Moisés y Cristo según el texto de Hebreos? ¿Cómo supera Cristo a Moisés según lo presentado en los versículos leídos?

Orar: Bendice a Dios porque Cristo fue hijo fiel a Dios sobre casa la cual es la iglesia. Pide a Dios que como bien dice el autor, retengamos firmemente hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza que tenemos.
Piensa en lo siguiente, si Cristo es el profeta último, entonces en él está la última y definitiva revelación de Dios, la última y definitiva palabra de Dios. ¿A qué otro estás esperando escuchar? ¿En quién otro estás buscando palabra divina? ¿Qué consideración tienes del mensaje de la Biblia? Escucha a Cristo de quien el Padre mismo dijo “este es mi Hijo amado, a él oíd”. Responde como Pedro, “¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”. Escucha a Cristo en las palabras de la Biblia porque ellas son su palabra escrita. Porque así como Dios cumplió en Cristo lo que dijo a Moisés, igualmente cumplirá lo que le siguió diciendo “mas cualquiera que no oyere mis palabras que él hablaré en mi nombre, yo le pediré cuenta”. 
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