ÚNICAMENTE
SI EL PADRE ENVÍA
“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”
(Juan 6:37)
      Una paradoja es un dicho o un hecho que parece contrario a la lógica. Algo que no debería ser o producirse por ser aparentemente contrario, acaba produciéndose. Aunque no pueda parecerlo, la fe cristiana está llena de paradojas, “los últimos serán los primeros”, “el que quiera salvar su vida la perderá”, etc. En cierta manera, estas paradojas desafían, aparentemente, la lógica normal. Una de estas paradojas la encontramos en el hecho que el evangelio llama a acudir a Cristo con arrepentimiento y fe pero al mismo tiempo habla de que nadie es capaz de hacer esto por sí mismo ¿cómo es posible entonces? El evangelio no únicamente nos presenta la paradoja sino también nos da la respuesta a ella “todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera”. Las palabras de Jesús demuestran que es únicamente si el Padre envía que uno llega a él. Ahora bien, cuando el Padre entrega, uno acude eficazmente a Cristo y cuando esto sucede, Jesucristo no pierde a ninguno de aquellos que el Padre le ha dado. De una manera simple pero gloriosa las palabras de Jesús nos dejan ver dos bendiciones de la salvación. Primero, Dios es quien lleva al ser humano a Cristo y dos, aquellos entregados a Cristo está completamente seguros en él.


      Podría pensarse que las palabras de Jesús no fueron del todo correctas, al fin y al cabo, fueron dichas a una multitud que sí acudió a él aparentemente por la iniciativa propia de ellos ¿cómo, pues, puede Jesús decir “todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”? Ahora bien, justo las palabra previas de Jesús en el v.36 muestran que hay algo más que simplemente acercarse a él físicamente “más os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis”. La multitud se acercó a Jesucristo físicamente pero su propósito estaba muy lejos de creer en él como el Hijo de Dios. Su intención en ningún momento fue acercarse a Cristo para creer en su nombre y así tener la vida eterna.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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Si has creído en Cristo como Señor y Salvador no te queda más que bendecir a tu Padre celestial por lo que él ha hecho contigo por su misericordia. Ahora bien, quizás puedas preguntarte ¿cómo sé que el Padre me llevará a Cristo? Bien, ¿has escuchado el evangelio de gracia y fe en Cristo? ¿Has escuchado del perdón de pecados, de la fe y el arrepentimiento? Bien, si es así, no endurezcas hoy tu corazón, arrepiéntete y cree en Cristo y no habrá duda alguna que eso será la evidencia que el Padre te ha llamado eficazmente a acudir a su Hijo y una vez en él seguro para siempre.  
MARTES

Leer:  Juan 6:22-35

Meditar: ¿Por qué buscaba la gente a Jesús? ¿Qué es aquello que Jesús le pide a la gente que debe de hacer? ¿Cuál es la comida que a vida eterna permanece en los versículos leídos?¿Cuál es la obra de Dios? ¿Cuál es el trasfondo del Antiguo Testamento que se presenta en el texto? 

Orar: Da gracias a Dios por haber enviado a su Hijo como el pan de vida que nos da vida y nos sustenta. Bendice a Dios por su obra de que creamos en aquel que él ha enviado.


MIÉRCOLES

Leer: Juan 6:36-59

Meditar: ¿Por qué no creyeron la gente al milagro de Jesús? ¿Cuál es la voluntad del Padre y que vino a cumplir el Hijo? ¿Qué realidad expresa el v.44 con relación a la capacidad del ser humano de acudir a Cristo? ¿Cómo uno puede tener la vida eterna según los vv.53-54? ¿Qué paralelo ves entre las palabras del v.40 y el v.54?

Orar: Da las gracias al Padre porque su voluntad es que nuestra salvación sea segura. Da las gracias al Hijo porque el fue obediente al Padre y porque nunca va a dejar que te pierdas. Da las gracias al Hijo por su obra y sacrificio en la cruz.


JUEVES

Leer: Juan 6:60-71

Meditar: ¿Qué reacción tuvieron algunos de los discípulos de Cristo a las palabras de Jesús? ¿Por qué crees que reaccionaron así? ¿Qué reacción tan distinta es mostrada en las palabras de Pedro en los vv.68-69? ¿Cómo crees que estas dos reacciones tan distintas al mismo mensaje reflejan las palabras de Jesús dichas en los vv.37 y v.44?

Orar: Bendice a Dios porque su llamamiento general en el evangelio de Cristo siempre es eficaz en aquellos que el Padre da al Hijo.


VIERNES

Leer: Romanos 8:28-30

Meditar: ¿Quiénes son aquellos a los que todas la cosas ayudan a bien? ¿Cómo es posible que alguien ame a Dios si Pablo en Romanos 8:7 ha dicho que nadie se sujeta ni puede a la ley de Dios? ¿Quiénes son los llamados según los vv.28 y 30? ¿Qué se les aplica a aquellos que han sido llamados según el v.30?

Orar: Da gracias a Dios porque su palabra demuestra que hay un llamado bien específico hacia aquellos que Dios ha escogido. Bendice a Dios porque su llamado implica ser partícipes de todas las bendiciones de la salvación en tu vida.


SÁBADO

Leer: Romanos 5:1-2

Meditar: ¿De quiénes está hablando Pablo en estos versículos? ¿Qué es aquello que tienen los justificados por la fe? ¿Por medio de quien tienen paz para con Dios? ¿Qué se tiene, además de la justificación por la fe, por medio de Jesucristo? ¿Cómo está el creyente en la gracia de Dios? ¿Qué idea te da el “estar firme”? ¿En qué se gloría el creyente?

Orar: Bendice a Dios por la justificación, la paz, la seguridad en su gracia y la esperanza eterna. Bendice a Dios por la persona de su Hijo Jesucristo y su gran obra de redención.
Mas bien, se acercaron a Cristo porque habían sido saciados de comida. No puede olvidarse que todo el acontecimiento descrito en Juan 6 sucede a raíz del milagro de la alimentación de los cinco mil. Jesucristo alimentó a la multitud con cinco panes y dos peces y ante tal milagro la multitud quiso hacerle rey. Le buscaron y le siguieron pero simplemente porque habían sido alimentados, “respondió Jesús: de cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (v.26). Jesús les dice a la mayoría de aquella multitud que simplemente le siguieron porque les había alimentado pero no porque habían “visto las señales”, es decir, no habían entendido ni considerado lo que significaba el milagro de la alimentación de los cinco mil. La multitud no había creído lo que ese milagro decía y mostraba sobre la persona de Jesucristo. Por esta razón Jesús les llama a que trabajen por la comida que a vida eterna permanece (v.27).
      Aquellos que vieron el milagro debían acercarse a Jesús no primeramente por la comida física que les había sido dada, sino que debían trabajar por la comida que produce vida eterna. Ahora bien, ¿cómo es posible que habiendo visto un milagro tan sorprendente no entendiesen quien era Jesús? ¿Cómo es posible que después de haber visto la provisión continua dada por Cristo se quedasen simplemente en la comida y no creyesen en él? Puede parecer algo incoherente pero muchas personas en nuestro tiempo se encuentran en la misma situación que muchos de aquella multitud. Muchos observan los milagros de Jesucristo narrados en las Escrituras como simplemente historias embellecedoras de la persona de Cristo, magníficos pero en último término, no son más que eso, historias para vestir de un halo de divinidad al personaje histórico de Jesús. Otros consideran a Jesús como aquel que puede saciar todas sus necesidades en el simple plano terrenal y material y ahí se quedan, buscando a Jesús para que vuelva a saciar su vida de lo que a ellos les interesa. Pero tristemente muchos de los que se acercan a Cristo ahí se quedan, no van más allá ¿cómo es posible que no logren pasar la frontera de la incredulidad a la creencia? O puesto en términos más positivos ¿cómo es posible que algunos sí logren creer en Jesús como el Hijo de Dios en quien se encuentra la vida eterna? Las palabras de Jesús son la respuesta “esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (v.29).
      El hecho que uno crea en Jesús como el enviado del Padre no es primeramente una obra humana sino mas bien divina. Si Dios no obra primero uno no puede creer, si el Padre no envía ninguno puede por iniciativa propia venir a Cristo. Esta es la razón por la cual muchos pueden contemplar los milagros de Jesús narrados en las Escrituras y quedarse ahí. Muchos pueden escuchar el llamado general del evangelio día tras día sin responder a él. Si primeramente el Padre no envía, no hay posibilidad para un ser humano caído en pecado y muerto en pecado de acudir a Cristo. Ahora bien, las palabras de Jesús en el v.37 están expresadas de manera positiva. Ciertamente ninguno puede acudir a Cristo si el Padre no le envía, hay una imposibilidad e incapacidad en el ser humano para hacer esto por sí mismo (v.44), pero es igualmente cierto decir que, “todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”. Las palabras de Cristo son de certeza absoluta. Frente a la absoluta imposibilidad del ser humano de creer por sí mismo en Cristo, está puesta la absoluta eficacia del Padre de dar a los que él determina a su Hijo amado.
      La eficacia del llamado del Padre de dar al Hijo es una eficacia absoluta. Aquellos que el Padre da al Hijo sin sombra alguna de duda creerán en Jesucristo como el Hijo de Dios para vida eterna. “todo lo que el Padre me da” sin excepción alguna “vendrá a mí”. ¿Podrías imaginarte que Dios fallase en alguno de sus propósitos decretados? ¿Qué confianza tendríamos entonces en un Dios que falla? Si esto fuese así, Dios dejaría de ser Dios y entonces nos valdría confiar más en carros y caballos que no en Dios. Nos valdría más confiar en el ser humano, sus proyectos y promesas que no en Dios. Pero de una manera misteriosa el Padre se encargará que aquellos que él ama acudan y crean en Cristo para salvación y para gloria de su nombre. Misteriosamente el Padre dará una nueva vida a aquellos muertos en pecados. Les dará una nueva disposición, les otorgará el don de la fe para creer y a su debido tiempo exclamará lo mismo que exclamó Jesús sobre la tumba de Lázaro, “¡sal fuera!”. El llamado del Padre será igual de poderoso que su primer llamado en la creación cuando dijo “¡sea la luz y la luz fue!” El Padre dará, el Padre llamará y aquel llamado creerá para vida eterna después de haber escuchado el evangelio de salvación.


      No hay duda alguna que si creímos fue porque Dios obró en nosotros. Si creímos en Jesucristo como Señor, Salvador, Hijo de Dios, fue porque el Padre nos dio a él.
      En un acto de pura gracia y misericordia nos dio a su Hijo y el Hijo ¿qué hizo? “y aquel que a mí viene no le echo fuera”. Podría entenderse esta expresión como que aquel entregado por el Padre al Hijo, éste último le recibe sin dudarlo. Ciertamente el pensamiento es precioso pero no es exactamente lo que Cristo está diciendo. La idea de estas palabras no es que el Hijo lo recibe sin duda sino más bien que aquellos que el Padre le ha dado, el Hijo no los pierde, “y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero” (v.39). La voluntad del Padre es dar a los suyos al Hijo y la voluntad del Hijo es hacer exactamente lo que está en el corazón del Padre, por esto, el Hijo guardará y no perderá a ninguno de aquellos que el Padre le ha dado. ¡Qué gran seguridad tenemos en Jesucristo! Seguros en Cristo nuestro refugio fuerte y fortaleza en el presente y por toda la eternidad. Para cumplir esto nuestro Señor Jesús estuvo dispuesto en obediencia a su Padre a dar su vida en la cruz, derramar su sangre para perdón de nuestro pecado. Sellar con su sangre carmesí el nuevo pacto en el cual Dios ya no se acuerda más de los pecados de su pueblo. Y fue resucitado al tercer día como primicia de aquellos que por estar seguros en él seremos igualmente resucitados cuando el regrese ¡Qué gran seguridad de salvación nos ha sido dada en Cristo!