INCOMPARABLE
“¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?”
(Isaías 40:18)
      Suele decirse que “las comparaciones son odiosas”. Por lo pronto, comparar es el examinar una o más cosas con otra u otras para establecer así sus relaciones, diferencias o semejanzas. Posiblemente la razón del dicho “las comparaciones son odiosos” resida en el hecho de que muchas veces cuando se compara, lo que se busca es el establecer, no únicamente diferencias y semejanzas entre una cosa y otra, sino que se intenta determinar por medio de la comparación qué es aquello mejor, mayor o más valioso. Parece existir un veto en cuanto a las comparaciones - y siendo sincero ciertamente alguna de ellas, especialmente aquellas criticonas, denigrantes y que buscan hacer dañó, deberían vetarse - porque ¿quién es uno para comparar y determinar que una cosa es más valiosa que otra? En una sociedad postmoderna donde el relativismo y la falta de valores absolutos es el estandarte de nuestro tiempo ¿quién es aquel que tiene la legitimidad de comparar y de decir que “esto” es más valioso que “aquello?
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
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      El postmodernismo no es fan de las comparaciones ya que para comparar son necesarios ciertos cánones absolutos que le permitan a uno establecer diferencias o semejanzas, sin algo absoluto ¿cómo poder comparar? Ahora bien, no debería haber ningún problema en establecer comparaciones si estas buscan el determinar de manera legítima qué es aquello mejor, más valioso e incluso más necesario para la vida. El discernimiento para poder comparar en muchas ocasiones es esencial y vital.
      Si uno va por el bosque en busca de níscalos - los robellones de toda la vida - debe tener la capacidad de comparar para poder discernir los níscalos verdaderos de los níscalos falsos ya que ambos son sumamente semejantes y parecidos pero con efectos bien distintos para uno. Cuando se trata de establecer el valor que Dios tiene, es él mismo quien llama a su pueblo a comparar. Es Dios mismo quien desafía a su pueblo a compararle a él “¿a qué, pues haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” (Isaías 40:18). El llamado de Dios a su pueblo implica dos cosas básicas. Primero, el desafío a comparar a Dios y segundo, la respuesta implícita de que Dios es incomparable.


      Se podría pensar que, el llamado de Dios a hacerle semejante a algo o a determinar que imagen podría ser hecha que reflejase la persona y esencia de Dios, es un llamado que Dios haría a las naciones y ciertamente podría hacerlo. Sin duda alguna, Dios podría llamar a las naciones a que intentasen hacerle a él semejante a algo o a componer una imagen que fuese capaz de captar y ser reflejo fiel de Dios. Ahora bien, la pregunta sería ¿cómo las naciones que no conocen a Dios podrían hacer algo así? Probablemente acabarían como los atenienses teniendo, entre los muchos dioses de su tiempo, un monumento al Dios desconocido. Las palabras de Dios de boca del profeta Isaías “¿a qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” son palabras de Dios dicha a alguien que conoce a Dios y por tanto es capaz de comparar. Son palabras dichas primeramente a su pueblo Israel. El desafío lanzado por Dios de hacerle semejante a algo o de componer una imagen que reflejara a Dios, es un desafío lanzado primeramente a su pueblo, no una vez sino varias veces. El desafío visto en este corto versículo es nuevamente repetido en Isaías 40:25 “¿a qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo”. Era el pueblo de Dios aquel de debía responder a ese desafío. ¿Por qué algo así? ¿Por qué Dios desafiaría a su pueblo a compararle con algo? Probablemente muchas respuestas podrían ser dadas pero una de ellas es porque es el pueblo de Dios quien debe conocer que su Dios es el único Dios vivo y verdadero.
      Ciertamente desde su redención de Egipto, Israel parecía que no había entendido que el Dios que les había salvado era único y por tanto verdadero. El desafío de Dios queda dentro del contexto en el cual Dios mismo llama a su pueblo a ser consolado “consolaos, consolaos, pueblo mí, dice vuestro Dios” (Isaías 40:1). Dios habla a su pueblo, Dios habla al corazón de Jerusalén en un tiempo que el exilio, la destrucción, la tristeza, la muerte y el olvido serían todo aquello que caracterizaría la vida del pueblo de Dios.
      Pero Dios llama a ser consolados porque la última palabra de Dios para su pueblo no será juicio y olvido sino salvación. Dios no dejará a su pueblo en el olvido, la tristeza y la destrucción del exilio, Dios preparará camino en el desierto como lo hizo la primera vez en el éxodo que salvó a su pueblo de Egipto, Dios enviará una voz que clamará y anunciará la salvación (Isaías 40:2-4). Dios como pastor apacentará a su rebaño ¿cómo será esto posible? ¿Quién es este Dios? “¿Quién midió las aguas?” (v.12) “¿Quién enseño al Espíritu de Jehová o le aconsejó enseñándole?” (v.13), “¿A quién pidió consejo para ser avisado?” (v.14). ¿Quién? ¿Quién? ¿Quién? pregunta Dios una y otra vez. En este contexto es que Dios lanza el desafío “¿a qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” El pueblo de Dios debía entender y discernir que el Dios que ahora venía nuevamente para salvarles es incomparable. Ciertamente es un desafío para el pueblo de Dios en el presente.


      Nunca podemos perder de vista quién es nuestro Dios, quién es el Dios que ha venido para salvarnos. Ciertamente el mundo está lleno de ídolos, lleno de dioses que compiten con la lealtad y fidelidad a Dios, señores que, aunque distan mucho del Dios único, vivo y verdadero, son señores que buscan quitar la lealtad del pueblo de Dios de su único Dios, por tanto, pensemos en el desafío de Dios “¿a qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?”. La respuesta a esta pregunta retórica es clara, Dios es incomparable. Dios no puede ser comparado con nada ni con nadie ¿por qué? Dios mismo nos da la repuesta en todo Isaías 40. Dios pregunta “¿a qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” y después en una serie de preguntas llama a que entendamos algo, ese Dios que llama a compararle es el mismo Dios que dice ¿no sabéis? ¿No habéis oído? Que Dios es quien fundó la tierra, que Dios es quien extiende los cielos, que Dios es quien gobierna la tierra, que Dios es el que fundó los confines de la tierra. En otras palabras, no sabéis y habéis oído que Dios es el Creador. El Dios que lanza el desafío no solamente es el Dios que viene a salvar, no es solamente Salvador sino también el Creador de todo.
      Que Dios sea Creador y Salvador es lo que hace que sea incomparable. Dios no puede compararse con nada ni con nadie porque en su esencia es único y singular. Es único y singular en el sentido que no hay otro de su clase porque - entre otras muchas cosas de su naturaleza - Dios es Creador y Salvador ¿Qué ídolo de este mundo pude llamar con certeza y plena seguridad “consolaos, consolaos pueblo mío” si todos esos dioses fallan y son incapaces de salvarse a sí mismos? ¿Qué ídolo puede crear algo si más bien los ídolos de este mundo trafican que lo que el Creador ha creado? Nadie, ningún otro puede crear ni salvar. Los dioses de este mundo son capaces de robar la lealtad pero son incapaces de crear y salvar, sólo el Dios de la Biblia, el Dios de Isaías 40 que llama a compararle es Creador y Salvador. Por tanto, que nada ni nadie sea de esta misma clase hace que Dios sea único en número. No hay otro como él en clase y en número, es único como nuestro Salvador y como nuestro Creador.  Nuestro mundo es ciertamente pluralista en cuanto a ídolos de todo tipo, forma, color y valores, pero como Dios único, vivo y verdadero sólo hay uno, el Dios Creador y Redentor, por tanto “¿a qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” y la respuesta es clara y evidente, nuestro Dios es incomparable. Dios prometió que prepararía camino en el desierto, que una voz clamaría preparando el camino del Señor, camino sería preparado para el Dios incomparable, Creador y Salvador y eso se dio de manera maravillosa con Juan el Bautista clamando y preparando el camino para la persona y obra de Jesucristo. El Dios que llama en Isaías “¿a qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” es el Dios hecho carne en la persona de Jesucristo. Jesucristo es nuestro Dios incomparable por quien todas las cosas fueron hechas y quién vino a salvar a su pueblo. Jesucristo es nuestro Dios incomparable en quién se cumple el llamado anunciado por Dios en Isaías “¡ved aquí al Dios vuestro!” (Isaías 40:9).
¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis? Ciertamente nuestro Dios es incomparable. Nuestro Cristo es precioso e incomparable para aquellos que hemos creído. No dejemos que nada en este mundo sustituya al Único, Vivo y Verdadero capaz de cubrir los anhelos de nuestra alma.
MARTES

Leer: Isaías 40:1-11; Marcos 1:1-4

Meditar: ¿Cuál es el llamado de Dios en el v.1? ¿Por qué crees que Dios está llamando a su pueblo a ser consolado? ¿Qué es aquello que Dios preparará en el desierto? ¿Qué anuncio debe de ser dado a Jerusalén según el texto? ¿Cómo ves que esto se cumple en lo dicho por Marcos 1:1-4?

Orar: Da gracias a Dios porque nuestro Dios es el Dios de toda consolación para su pueblo. Bendice a Dios porque la mayor consolación en la vida de su pueblo fue el perdón y salvación de nuestros pecados en Cristo. Da gracias a Dios porque el llamado de Isaías no quedó en un llamado sino que Dios lo cumplió en el anuncio de Juan el Bautista y la venida de Cristo.


MIÉRCOLES

Leer: Isaías 40:12-31

Meditar: ¿Qué pregunta básica aparece en los v.12-14? ¿Qué es aquello que tiene que saberse según esas preguntas? ¿Cuántas veces aparece repetida en esos versículos la pregunta de comparar a Dios? ¿Cómo responde Dios mismo la pregunta de compararle?

Orar: Exalta a Dios por ser único en clase. Exáltale por ser Creador y Salvador y no haber otro como él en ello. Exalta a Dios porque por ser único en su clase no único en número. Bendícelo por ser el único Dios vivo y verdadero.


JUEVES

Leer: Hechos 17:22-31

Meditar: ¿Dónde está Pablo? ¿Por qué estaba tan mal? ¿Cómo empezó Pablo su predicación? ¿Qué aspectos de Dios toca Pablo en su predicación? ¿Dónde lleva Pablo todo su mensaje? ¿Quién es la persona central de todo el mensaje de Pablo?

Orar: Pablo destruyó los diversos dioses que tenía Atenas para acabar construyendo la realidad de que el Dios verdadero es el Dios Creador que envió a su Hijo Jesucristo, le resucitó de los muertos y juzgará al mundo. Pide a Dios que te ayude siempre a tener esta gran verdad e historia bíblica presente en tu vida.


VIERNES

Leer: 1ª Corintios 8:1-6

Meditar: ¿Cuál era el problema generado? ¿Cuál es la comparación que Pablo establece en los vv.4-6? ¿Qué diferencia hay entre los ídolos y Dios? ¿Qué procede de Dios nuestro Padre? ¿Quién es el Señor de todo?

Orar: La diferencia entre Dios y los ídolos es que los ídolos son muchos mientras Dios es solamente uno. Pide a Dios que te ayude a identificar los ídolos de este mundo y adorar al único Dios vivo y verdadero que es el Dios del cual proceden todas las cosas y a nuestro Señor Jesucristo. 


SÁBADO

Leer: Deuteronomio 6:4-5

Meditar: ¿Cuál es el llamado que Israel debía escuchar? ¿Cómo se define a Dios? ¿Cómo debe amarse a Dios? ¿Qué crees que significa amar a Dios de todo corazón? ¿Qué crees que significa amar a Dios de toda el alma? ¿Cómo crees que se ama a Dios con todas las fuerzas?

Orar: Siendo Dios uno y único nuestro amor no puede ser compartido sino exclusivo a él. Pide a Dios que en su gracia te ayuda a amarle con todo lo que eres, como algo esencial para tu vida y con todas las fuerzas que haya en ti.