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DIOS MÍO
¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?
“Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?

(Salmo 22:1)
      Hay varias sensaciones que como seres humanos podemos sentir y vivir que pueden llegar a ser difíciles de sobrellevar y de entender, la soledad puede ser una de ellas. Sentirse solo aun y cuando uno puede estar rodeado de personas es como estar en medio de un océano inmenso sin nadie a tu alrededor, uno mira pero lo único que ve es un extenso mar de soledad. La indiferencia puede ser otra sensación que puede causar tristeza y desánimo. Sentir la indiferencia de las personas es como escuchar el eco de la voz de uno, lo único que se recibe es la voz de uno mismo que retorna por haber chocado con un muro de indiferencia levantado por otros. El abandono es otra de esas situaciones que es difícil de entender y de sobrellevar. El sentirse abandonado puede generar sentimientos de que uno ha dejado de ser amado, uno ya no tiene el valor que solía tener delante de los ojos de otros. El abandono crea la sensación de que un abismo y separación infranqueable ha sido creado. Esta sensación de desamparo se magnifica cuando situaciones difíciles en la vida se presentan. Cuando se atraviesan momentos críticos y uno no recibe respuesta por mucho que clame y por mucho que levante su voz, entonces la pregunta surge ¿por qué me has desamparado? ¿por qué estás tan lejos de mi en esta situación? No hay duda alguna que todo esto se magnifica cuando es puesto bajo la perspectiva divina. 


      Una cosa es sentirse abandonado o desamparado por el ser humano y otra cosa muy distinta es sentirse desamparado por Dios. Como creyentes estamos sujetos a las dificultades, pruebas y momentos críticos de esta vida y bien sabemos que nuestro amparo y refugio contra toda tribulación y tormenta es nuestro Dios, ahora bien, ¿qué sucede cuando parece que nuestro Dios nos ha dejado? ¿Qué sucede cuando sentimos que nuestro Dios nos ha desamparado? La grandeza del ser de Dios hace que sintamos magnificado en gran manera su supuesto desamparo hacia nosotros en nuestra vida, David así lo experimentó “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?” (Salmo 22:1). El salmo expresa el clamor del rey David y su profundo dolor frente a Dios. Ciertas circunstancias en su vida hacían necesario que más que nunca su Dios estuviese a su lado. Es posible que el Salmo pueda presentar como trasfondo las dificultades de David tras su huida de Saúl (1º Samuel 19-30) o de su hijo Absalón (2º Samuel 15-17). Ahora bien, la descripción de los vv.12-18 parece mostrar que la situación que vivía David no tenía paralelos en su vida y frente a esta situación y dolor profundo David se encuentra desamparado de Dios, pero no de cualquier dios, de “mi Dios”.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
      “Dios mío, Dios mío” es el clamor de David. Todo y el dolor profundo de la situación, David clama a “su Dios”. Como rey del pacto David sabía que Dios era personal, no era un desconocido, era posesión misma de su vida y es precisamente este Dios mío que parece que le ha desamparado. Sería comprensible que un ídolo cualquiera pudiese abandonar a David, sería hasta comprensible que uno cualquiera que no tiene una relación personal e íntima con David pudiese abandonarlo, pero mi Dios ¿cómo Dios siendo personal y en relación íntima de pacto puede abandonar, desamparar a los suyos? En cierta manera la expresión de David “Dios mío, Dios mío” refleja por un lado fe y esperanza, David sigue creyendo que ese Dios es su Dios, por tanto, aún y su sensación de desamparo su fe sigue presente. Puede haber la misma fe en un clamor que alaba y bendice a Dios que en un clamor honesto y sincero que delante de Dios pregunta ¿por qué me has desamparado? Por otro lado, demuestra el profundo dilema en el corazón del rey “¿por qué me has desamparado? No uno cualquiera sino tú, Dios mío ¿por qué estás lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?”. Debe entenderse que el clamor de David reflejaba una sensación legítima en su vida, una sensación que muchos de nosotros podemos vivir y no por ello nuestra fe deja de ser menos, ahora bien, también debe entenderse que el clamor de David no reflejaba una realidad.  Aun y la sensación de desamparo, Dios seguía con David, Dios no lo había abandonado. La segunda parte del Salmo 22:22-31 muestra un cambio radical en el Salmo, de desamparo pasa a adoración, pasa a anunciar la salvación de Dios, el nombre de Dios en medio de la congregación (v.22) pasa a glorificarle (v.23, 25). Pese a lo oscuro de su vida, pese a la sensación de desamparo Dios seguía allí, Dios salvó a David.


      Las palabras de David podrían ser nuestras palabras en muchas situaciones de nuestra vida pero lo cierto es que no son ni las palabras de David ni las nuestras las que debemos escuchar. La voz que se escucha en el Salmo 22:1 es la voz misma de Cristo en el Calvario “Eloi, Eloi ¿lama sabactani? Que traducido es: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?” (Marcos 15:34) El dolor profundo, el desamparo profundo que David pudo sentir encuentra su cumplimiento en la persona de Cristo en la cruz, el clamor de David halla su clímax en el clamor del Rey de reyes en la cruz. El Hijo clavado en la cruz tomó el lugar del pecador, sufrió los dolores más profundos, sintió el aguijó del pecado, la espada de la justicia divina, la ira de Dios y allí exclamó “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?” Dios seguía siendo su Dios, el Padre seguía siendo su Padre pero allí el clamor del Salmo 22 encontró cumplimiento. Aquí hay algo profundo en lo que debes meditar.
MEDITACIÓN

Cristo clamó y cumplió las palabras del Salmo 22:1 para que nunca más nadie de nosotros tengamos que clamar “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?” Cristo sufrió el más profundo desamparo divino para que nunca tengas que exclamar “¿por qué me has desamparado?” Cristo sufriendo el mayor abandono que un ser humano puede jamás vivir, obró y aseguró que nunca tengas que exclamar “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?” Cristo ya caminó ese camino de desamparo para que ahora tu camines en el camino del amparo de Dios. Cristo exclamó “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?” Pero al tercer día resucitó para proclamar el nombre de Dios en medio de la congregación de los salvos. El clamor de Cristo en la cruz te demuestra que aun y las circunstancias y sensaciones que puedas tener de desamparo en ciertos momentos, quien te sustenta al abrigo eterno del Padre es Cristo Jesús, aquel que exclamó en tu lugar “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?”
MEDITACIÓN SEMANAL BASADA EN EL DEVOCIONAL
MARTES

Leer: Salmo 22:1-21

Meditar: ¿Cómo describe David a Dios en estos versículos? ¿Cómo se define David a él mismo? ¿Qué es lo que muestra el contraste entre quién es Dios y quién es David? ¿Qué confianza presenta David en estos versículos debido a la persona de Dios? 

Orar: Meditar en la diferencia infinita que existe entre nosotros como seres humanos y Dios como Dios Santo, Creador y Salvador. Orar teniendo presente que la salvación que Dios obra en tu vida siempre está acorde con quién es Dios como Creador Salvador.


MIÉRCOLES

Leer: Salmo 22:22-31

Meditar: ¿Cuál es el tema principal de estos versículos? Ayer leíste los vv.1-21 en el devocional diario ¿qué contraste ves entre los vv.1-21 y la segunda parte del salmo? ¿Por qué crees que se produce este cambio? ¿Qué te muestra el hecho que David anuncie el nombre de Jehová en medio de la congregación (v.22) y que su alabanza sea también dada en la gran congregación (v.25)?

Orar: Orar glorificando a Dios porque él es el salvador de su pueblo y su reino será un reino eterno. Medita sobre el carácter congregacional de estos versículos y ora que Dios te muestra que tu alabanza no solamente es algo personal, sino que debe ser dada conjuntamente y en medio de la congregación de los santos.


JUEVES

Leer: Salmo 22:1, 8, 18, 22; Marcos 15:34; Mateo 27:43; Lucas 23:34; Hebreos 2:12

Meditar: Piensa cómo se relación los versículos que has leído. ¿Cómo crees que este salmo se cumple en la persona de Cristo y su obra? Los vv.1, 8, 18, 22 aparecen en el contexto de la obra de la cruz ¿cómo crees que estos versículos se relacionan con la obra de la cruz y nuestra salvación?

Orar: Ora y medita sobre la gloriosa realidad que leer los salmos cumplidos dentro de la historia de la salvación es escuchar la voz de Cristo. Ora y medita sobre como los salmos te permiten una visión profunda de lo que Cristo pudo sentir y vivir especialmente en la cruz.  


VIERNES

Leer: Romanos 8:31-39

Meditar: ¿Qué es aquello que Dios no escatimó por nosotros? Según el texto ¿por qué crees que no hay acusación para aquellos que Dios escogió? ¿Qué resultado final es expuesto en los vv.37-39?

Orar: Ora dando gracias a Dios que no hay acusación que pueda levantarse contra aquellos por los que Cristo murió y Dios ha justificado. Orar dando gracias a Dios porque nada ni nadie podrá separarte jamás del amor de Dios en Jesucristo.


SÁBADO

Leer: Hebreos 13:20-21

Meditar: ¿Cómo es descrito Dios en estos versículos? ¿Qué es lo que Dios hizo con relación a la persona de Jesucristo?  ¿Cómo es descrito Jesucristo en los versículos? En base a lo que Dios hizo con relación a Jesucristo ¿Qué es aquello que Dios hace con nosotros los creyentes (v.21)? ¿Qué relación ves entre la resurrección de Cristo y el ser hecho aptos para toda buena obra para hacer la voluntad de Dios?

Orar: Medita sobre la realidad de lo que Dios Padre hizo con relación a Cristo levantándole de los muertos en la resurrección. Ora que Dios te ayude a ver como este glorioso milagro de la resurrección implica santificación en nuestras vidas. Aquel que resucitó a Cristo de los muertos nos haga aptos para que vivamos esa vida de resurrección, aptos para toda buena obra y para hacer la voluntad de Dios. Ora dando gloria a aquel que es merecedor de la misma por los siglos de los siglos.