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ORANDO POR LA VOLUNTAD DE DIOS EN NUESTRAS VIDAS
“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:9-10)
      Existe la historia que el oráculo de Delfos, situado en el santuario de Delfos dedicado al dios Apolo al pie del monte Parnasco en Grecia, era un lugar de consulta a los dioses. Los griegos solían acudir para saber la voluntad del dios Apolo de los labios de la sacerdotisa Pitia. Un buen día, una de las consultas que se le hizo fue en relación a una gran batalla, la pregunta fue si el ejército que iba a la guerra ganaría la batalla, si era la voluntad divina la victoria en esa batalla. El oráculo respondió que una gran victoria se daría en esa batalla. ¿Cuál fue el problema? Que la victoria a la cual se refería el oráculo era la victoria del otro ejército, le faltó ser un poco más preciso al oráculo o más clara a la sacerdotisa Pitia. Encontrar la voluntad divina ha sido algo que el ser humano ha buscado desde tiempos ancestrales. Ahora bien, encontrar la voluntad del único Dios vivo y verdadero nada tiene que ver con oráculos o artes mágicas como podían ser la del oráculo de Delfos. Pablo en Colosenses 1:9-10 ora para que se sea lleno del conocimiento de la voluntad de Dios y sin lugar a dudas explica a que se está refiriendo.


      La oración de Pablo surge directamente de la acción de gracias que previamente ha llevado delante del trono de gracia. El apóstol en los vv.3-7 abre su corazón en acción de gracias debido a la fe y al amor que los Colosenses tienen con todos los santos. Para Pablo dicha fe y amor no son dos virtudes producidas de manera natural en la vida de los Colosenses, sino que son evidencia de algo mucho más glorioso, son evidencia del crecimiento del evangelio en sus vidas. La fe y el amor son frutos que surgen a causa de la esperanza que los Colosenses tienen y que han escuchado en la palabra de verdad del evangelio (v.5). Cierto es que, tal y como dijo Calvino, “el evangelio no es solamente una doctrina de lengua sino de vida”. El evangelio genuinamente plantado por la gracia de Dios en los corazones de sus hijos, es como la semilla que es sembrada en buena tierra, germina y crece dando fruto el cual se manifiesta en la vida práctica y del día a día. Qué fruto tan maravilloso hace crecer el evangelio en nuestras vidas. El evangelio y la esperanza que hay en él cuando son plantados en la vida del pueblo de Dios nunca producen como fruto malas hierbas, no hay raíz de amargura que sea fruto del evangelio.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
      El amor en el Espíritu declarado - en este caso por Epafras (v.7) - es el acicate que mueve a Pablo y a Timoteo a orar por los Colosenses. Su oración pide un elemento básico “que seáis llenos del conocimiento su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (v.9). Pablo ora para que los Colosenses “sean llenos del conocimiento su voluntad”. La oración de Pablo toca un aspecto que muchos cristianos legítimamente se preguntan hoy en día, ¿cómo saber la voluntad de Dios en mi vida? Aquellos que creemos que Dios es Creador de todas las cosas y en su providencia todo lo preserva, controla y gobierna para el cumplimiento de sus planes, sin duda alguna es un deseo el conocer la voluntad de Dios. Su voluntad está claramente revelada e inscrita por inspiración en la Biblia y tal y como una de las máximas del protestantismo afirma, “la Biblia es la única regla de fe y conducta”. La Biblia nos muestra qué creer y cómo vivir en base a lo que creemos. De todas maneras, muchas veces el preguntarse por la voluntad de Dios suele ser hecho para circunstancias concretas y específicas de nuestras vidas y lo cierto es que, encontrar la voluntad de Dios en esas circunstancias concretas muchas veces no es fácil. Pablo no responde exactamente esta pregunta, pero nos ayuda a que no perdamos de vista el bosque entero contemplando únicamente un solo árbol.


      El ser llenos del conocimiento de la voluntad de Dios es acompañado con la mención de “en toda sabiduría e inteligencia espiritual”. Es decir, el ser llenos de la voluntad de Dios es dado con sabiduría y con inteligencia espiritual. La sabiduría nos habla de poder aplicar un cierto conocimiento de manera correcta a la vida de uno, mientras que la inteligencia espiritual nos habla de conocimiento. Siendo así, el ser llenos de la voluntad de Dios no es simplemente un ejercicio intelectual sino algo que debe repercutir en la vida diaria. El conocer la voluntad de Dios en sabiduría e inteligencia debe comportar no solamente que conozcamos la voluntad de Dios, sino que ésta sea aplicada a la vida diaria. Ahora bien, ¿cuál es el propósito de ser llenos de la voluntad de Dios? Pablo expone el propósito en el v.10 “para que andéis como es digno del Señor agrandándole en todo”.



      Para Pablo la oración que pide por plenitud de la voluntad de Dios es primeramente para el propósito de que uno pueda andar o vivir de una manera digna del Señor. El ser llenos del conocimiento de la voluntad de Dios en sabiduría e inteligencia espiritual es para que esto nos capacite a poder tener una conducta que sea digna del Señor en el cual creemos. El patrón de una vida vivida en la plenitud del conocimiento de la voluntad de Dios es la “dignidad del Señor” y aquello que le es agradable a él y no a nosotros. En este propósito, Pablo nos ayuda a contemplar algo que en muchas ocasiones en bien fácil que perdamos de vista. Las circunstancias en nuestras vidas, muy a menudo pueden hacernos perder de vista que el conocimiento y la comprensión de la voluntad de Dios deben tener como patrón y objetivo la dignidad del Señor y aquello que le es agradable. Cuando los “divinos” que trazaron el Catecismo Mayor de Westminster establecieron la pregunta “¿Cuál es el fin principal y más noble del ser humano?” la respuesta fue “el fin principal y más noble del ser humano es el de glorificar a Dios y gozar de él para siempre”. Sin duda alguna el fin principal de los redimidos es glorificar a Dios en todo y gozar de él en todo. Cuando el faro de la dignidad del Señor y aquello que le es agradable a él es contemplado, la petición por la voluntad de Dios se torna en el propósito de vivir en toda circunstancia de nuestra vida, sea cual sea, para su dignidad y su complacencia. En toda circunstancia de nuestra vida, aun y cuando sea negra como el cielo nocturno, así como en el cielo nocturno la estrella polar brilla e indica el norte, de la misma manera nuestro norte es orar por la voluntad de Dios para que vivamos digno del Señor agradándole en todo. Quizás en este punto surja la pregunta ¿cómo sabemos aquello que es digno y agradable al Señor? La respuesta a la pregunta es importante porque indicará, hasta cierto punto, cual es la voluntad de Dios para vivir de esta manera.


      Pablo da dos pruebas que determinan lo que supone una vida vivida en la voluntad de Dios en dignidad y complacencia a él. Pablo menciona que andar como es digno del Señor agradándole en todo, es hecho “llevando fruto en toda buena obra” y “creciendo en el conocimiento de Dios”. El test de una vida digna y agradable a Dios es el llevar fruto en toda buena obra y crecer en el conocimiento de Dios. Resulta francamente sorprendente lo que Pablo está diciendo. A menudo podemos tener la tendencia que el test de vivir una vida digna y agradable a Dios según su voluntad, es saber qué hacer en cada situación. Ahora bien, Pablo, sin descartar lo dicho, nos muestra algo que no podemos obviar en cuanto a vivir en la voluntad de Dios. Una vida llena de la voluntad de Dios para vivir digno del Señor agradándole en todo, es una vida que lleva fruto en toda buena obra. Si nos preguntamos ¿cuál es el fruto en toda buena obra? La respuesta puede ser muy amplia, pero Pablo ya nos ha hablado de un fruto esencial, la fe y el amor (vv.4-7). Una vida digna de Cristo es una vida que en toda buena obra lleva el fruto y sello de la fidelidad a Cristo y el amor a todos los hermanos. Al mismo tiempo es una vida que crece en el conocimiento de Dios. En cierta manera el llevar fruto en toda buena obra debe resultar en el crecimiento de Dios. Esto es una vida llena de la voluntad de Dios en sabiduría e inteligencia espiritual, una vida que anda como es digno del Señor, agrandándole en todo, donde el fruto de la fe y amor crece en toda buena obra y donde crecemos en el conocimiento de Aquel de quien estaremos gozando por toda la eternidad.


      El evangelio y esperanza plantados en nuestras vidas generan fruto de fe y amor para que por ese mismo evangelio podamos orar que nuestras vidas sean dignas de nuestro Señor produciendo ese mismo fruto de fe y amor en nuestro día a día. Siendo así, oremos, pues, para que las verdades de esta oración puedan ser una realidad en nuestras vidas. Oremos los unos por los otros como Pablo oró, para siendo llenos de la voluntad de Dios andemos como es digno y agradable a él.
      Por el contrario, la fe en Cristo crece y el amor a todos los santos abunda, éstos dos son indicadores del crecimiento y maduración del evangelio, indicadores que pueden llevar a preguntarnos ¿cuánto de ellos hay en nosotros? ¿Cuánto de ellos se manifiestan entre nosotros? Es precisamente por ese fruto del amor que el apóstol Pablo ora delante de Dios a favor de los Colosenses, “quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu. Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros” (vv.8-9).