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ORANDO POR EL CONOCIMIENTO DEL AMOR
“seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura,
la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo
que excede a todo conocimiento para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”

(Efesios 3:18-19)
      Cuando uno entra en internet y pone la palabra “amor” en el buscador, aparecen infinidad de definiciones, para muestra un botón: “el amor no tiene nada que ver con lo que esperas obtener sino sólo con lo que estás esperando recibir, lo cual es todo”. “¿Qué es amor sino aceptación del otro, sin importar lo que eso sea? (Anais Nin). “El amor es como una fiebre que va y viene independientemente de la voluntad. No hay límites de edad para el amor” (Standhal). Ciertamente muchas más definiciones podrían mencionarse, nuestro mundo presenta conceptos muy distintos de lo que es el amor, ahora bien, ¿y nosotros los cristianos? ¿Qué concepción tenemos del amor? No hay duda alguna que nuestra concepción del amor debería estar ligada al supremo conocimiento de Aquel que es amor en sí mismo. El apóstol Pablo conocía la importancia del amor y la necesidad de que los creyentes conociesen el amor de Cristo que excede a todo conocimiento y es precisamente por ello que el apóstol nos enseña a orar en Efesios 3:18-19.
Pastor Rubén Sánchez
Devocional Semanal - Pastor Rubén Sánchez
"...y le puso por nombre Eben-Ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová" (1ª Samuel 7:12)
      En último término, la oración del apóstol para el fortalecimiento en la vida de los creyentes, no es únicamente para que en los momentos de tribulaciones exista un cimiento en sus vidas que no se hunda. Pablo va mucho más allá, el objetivo o propósito de orar por el fortalecimiento y morada de Cristo en nuestras vidas se resume en una única palabra, “amor”.


      El amor es algo central en la oración de Pablo. El apóstol menciona que los creyentes tienen que estar “arraigados y cimentados en amor (v.17), de la misma manera Pablo ora para que exista una comprensión y conocimiento de las medidas y alcance del amor de Cristo, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento” (vv.18-19). No hay duda alguna que el amor es central en la oración de Pablo para aquellos cristianos por los cuales ora. Aquellos que son fortalecidos por el Espíritu, aquellos en los cuales Cristo habita por fe en sus corazones y son transformados a la imagen de Cristo, uno de los frutos que debe ser esencial en sus vidas es el “amor”. Ahora bien, Pablo no ora por cualquier tipo de amor. Nuestro mundo ha desvirtuado plenamente lo que es el amor. El concepto y conocimiento del amor hoy en día se mueve desde un mero sentimiento y emoción que lo llena todo de corazones y cupidos hasta simplemente una serie de reacciones químicas y hormonales que el cuerpo genera frente a la percepción de determinados estímulos.  Ciertamente el amor desde el punto de vista de la Escritura no es nada comparable a lo que nuestro mundo entiende. Es por esta razón que el cristiano transformado a la imagen de Cristo nunca pude estar fundamentado en el concepto de amor que presenta el mundo ni tampoco tener la comprensión y conocimiento del amor del mundo. Arraigarse sobre el concepto de amor del mundo generará automáticamente unas relaciones a imagen y semejanza del mundo. Quizás la pregunta que surge aquí es ¿entonces, que amor debemos comprender y conocer? La oración de Pablo responde a ello.



      La oración del apóstol Pablo sin duda alguna presenta un propósito y resultado bien claros. Como propósito Pablo desea que los creyentes sean plenamente capaces de “comprender” y de “conocer” el amor de Cristo (vv.18-19). Tal propósito lleva a un resultado final, dicha comprensión y conocimiento del amor de Cristo deben generar el resultado de que sean “llenos de toda la plenitud de Dios” (v.19). Ahora bien, si tenemos oídos atentos a la oración de Pablo podremos ver como esto no se da de cualquier manera. Pablo ora para que el creyente sea fortalecido por el Espíritu y Cristo habite en nuestras vidas, dichas realidades deben generar un resultado concreto, “a fin de que, arraigados y cimentados en amor” (v.17). A través del fortalecimiento del Espíritu y el morar de Cristo en nuestros corazones debemos estar “arraigados y cimentados en amor”. Tal resultado es algo significativo en la oración de Pablo.


      Existe la tendencia en algunos en creer que el fortalecimiento del Espíritu y tener a Cristo en el corazón se manifiesta en todo tipo de señales extraordinarias, en una santidad cargada en muchas ocasiones de orgullo y legalismo pero vacía de amor. En otros casos parece ser que tal fortalecimiento y presencia de Cristo simplemente se queda en la esfera de la palabra teórica y en lugar de generar raíces profundas en el amor y comprensión, se generan raíces profundas de amargura e incomprensión entre los santos. Un árbol que crece sano en su copa igualmente crece sano y profundo en sus raíces. Sus raíces se arraigan y cimientan de manera profunda en el suelo buscando los mejores nutrientes para su crecimiento. De la misma manera la iglesia fortalecida por el Espíritu y con la presencia de Cristo debe arraigarse y cimentarse en el amor. El creyente y la iglesia deben crecer a la imagen de Cristo pero no hay duda alguna que debe aprenderse a crecer arraigados y cimentados en amor. Uno se pone a pensar en ello y lo cierto es que no podría ser de otra manera. Cristo amó a los suyos que estaban en el mundo y los amó hasta el fin (Juan 13:1), Dios es amor en su misma esencia y naturaleza y esta verdad es manifestada en la realidad de amar a los hermanos “el que no ama no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1ª Juan 4:8). Dicho fundamento del amor es vital ya que está relacionado con el tipo de amor que debemos conocer y comprender. El estar arraigados y cimentados en el amor en nuestras relaciones los unos con los otros, permitirá que se cumplan los dos propósitos por los que Pablo ora “comprender” y “conocer” el “amor de Cristo”.


      El amor de Cristo es el suelo fértil donde estamos arraigados, es el fundamente sólido en el cual estamos cimentados. No estamos arraigados y cimentados en cualquier tipo de amor, sino en el amor de Cristo. Pablo propone que podamos comprender y conocer una paradoja. Por un lado, que podamos comprender las medidas del amor de Cristo, “la anchura”, “la longitud”, “la profundad”, “la altura” (v.18), ahora bien, por otro lado, este amor de Cristo que debemos conocer “excede a todo conocimiento” (v.19) ¿cómo uno comprende y conoce aquello que excede a todo conocimiento? No hay duda alguna que, por un lado, el amor de Cristo puede ser conocido, pero por otro lado no puede ser conocido de manera exhaustiva, ni la eternidad misma agotará el conocimiento del amor de Cristo. De todas maneras, lo interesante de esta oración es notar que esta arraigo y cimiento en amor, el conocimiento y comprensión del mismo, no es algo individual sino corporativo de toda la iglesia. Dicha compresión es hecha “con todos los santos” (v.18). El amor que debemos conocer y experimenta no es algo esotérico o subjetivo sino más bien es conocido con todos los santos, por tanto, es un amor mostrado en la iglesia de Cristo. Estando arraigados y cimentados en amor podremos de esta manera conocer junto con todos nuestros hermanos el amor de Cristo que excede todo conocimiento para ser “llenos de toda la plenitud de Dios”, que la presencia, la vida y el poder de Dios llene no únicamente la vida de los creyentes sino de su iglesia.


      Eternamente gozaremos del amor de Cristo, eternamente estaremos conociendo y comprendiendo el amor de Cristo pero que maravilloso es que Dios nos permita ya en el presente conocer este amor con todos los santos. Ciertamente no es algo fácil cuando situaciones difíciles se presentan en medio de los santos, pero debe tenerse presente que dificultad no implica imposibilidad. Pablo dobló sus rodillas y e igualmente debemos hacerlo nosotros para arraigados y cimentados en amor podamos comprender y conocer con todos nuestros hermanos el gran amor de Cristo Jesús.
      En la primera parte de la oración de Efesios 3:14-19, el apóstol había pedido que, conforme a la fuente inagotable de las riquezas de la gloria de Dios, los creyentes fuesen fortalecidos por medio del Espíritu Santo. Pablo ora para que dicho fortalecimiento por medio de la presencia del Espíritu consista en que Cristo habite por la fe en los corazones de tal manera que cuanto más sea el fortalecimiento del Espíritu más sea al mismo tiempo la transformación del creyente a imagen de Cristo (Efesios 3:16-17). Ahora bien, tal petición de Pablo presenta un objetivo amplio y glorioso.